Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta. Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Segundo día de trabajo
El segundo día de trabajo, Isabella se levantó más temprano para asegurarse de que todo estuviera en orden antes de salir. Después de vestirse, despertó a Ian, quien se frotó los ojos mientras bostezaba.
-Vamos, Ian, tenemos que prepararnos para el colegio- dijo Isabella, sonriendo a su hermano pequeño.
-¿Ya es hora?- preguntó el niño, todavía medio dormido.
-Sí, pequeñín. Levántate a desayunar para que no llegues tarde- respondió Isabella, llevándolo a la cocina.
Ambos desayunaron y, tras salir de la casa, tomaron un taxi que los llevó al colegio. Isabella dejó a Ian en su salón de clases y se despidió con un abrazo y un beso.
-Que tengas un buen día, Ian. Nos vemos más tarde - dijo Isabella, acariciándole el cabello.
-Adiós, mamá. Que tengas un buen día en el trabajo - respondió Ian, sonriendo antes de correr hacia sus amigos.
Isabella volvió al taxi y se dirigió a la empresa. Al llegar, se dirigió a su lugar, tomó la agenda y verificó que su jefe aún no había llegado. Aprovechó para ir a preparar el café. Cuando lo hubo hecho, fue hasta la oficina de don Rafael, tocó la puerta y esperó.
-Adelante- se oyó la voz de don Rafael desde adentro.
Isabella entró con una sonrisa, saludando.
-Buenos días, señor. Aquí tiene su café- dijo, colocando la taza sobre el escritorio.
-Gracias, Isabella- respondió el hombre con una leve inclinación de cabeza.
Isabella se marchó y su jefe comenzó a firmar papeles, aproximadamente media hora después la muchacha se sorprendió cuando la puerta del ascensor se abrió y descendió Alejandro con su porte y masculinidad a tope, destilando autoridad a su paso.
Alejandro la observó en silencio, detallando cómo iba vestida. Llevaba un vestido azul ceñido a la figura, que destacaba sus curvas de manera llamativa. Aunque le parecía provocativa, decidió no decir nada por el momento.
-Buenos días, señor Martínez- saludó la muchacha con seriedad.
-Anúnciele a mi padre que vine a verlo- dijo él sin responder el saludo de la muchacha. Ella asintió con un movimiento de su cabeza y de inmediato le dio aviso a don Rafael de que su hijo estaba allí.
-Puede pasar señor- dijo ella y Alejandro caminó sin dedicarle ni siquiera unas gracias- Estúpido, engreído- susurró la muchacha mientras lo veía cerrar la puerta de la oficina.
Al entrar, tanto él como su padre se saludaron y de inmediato don Rafael tomó la palabra.
-Mira, Alejandro- comenzó él- Si vienés a hacer drama porque Isabella es mi asistente va a ser mejor que te ahorres las palabras.
-¡Pero, papá!- se quejó Alejandro dejándose caer en el sofá- ¿Por qué volviste a contratarla, cuando yo la había despedido?
-Porque le prometí ayudarla- respondió don Rafael- y yo siempre cumplo mis promesas.
-Lo entiendo, papá. Pero, te expliqué mis razones por las cuales la despedí- replicó Alejandro.
-Y yo las entendí- admitió el hombre- por esa razón te dejé a María y contrate nuevamente a Isabella pero para que sea mi asistente.
-¡Pero, papá!- se quejó.
-Hijo, no hagas un drama de esto- le dijo don Rafael acercándose a él y poniendo una mano sobre sus hombros- Isabella es una buena muchacha, y de verdad necesita él empleo. Así que déjala ser, que aquí no va a causarte problemas- agregó con gentileza.
-Está bien. Tú sabes lo que haces- terminó diciendo y tras levantarse del sofá salió de la oficina.
Al salir, no vio a la muchacha en su escritorio supuso que habría ido a cumplir con alguna orden por parte de su padre. Subió al ascensor, sacó su móvil, pero la imagen de Isabella no tardó en invadir su mente nuevamente. Se encontró reparando en cómo aquel vestido le quedaba, lo cual le molestó profundamente. Maldijo en voz baja y decidió que tenía que hablar con ella sobre su vestimenta, pero luego recordó que no podía hacerlo porque ella era problema de su padre, y mientras la muchacha no se apareciera en su piso, o en alguna reunión importante todo estaría bien.
Así que con ese pensamiento caminó rumbo a la sala del café, y mientras caminaba e iba llegando allí, escuchó dos voces que hablaban muy animadamente.
Se detuvo en la puerta y observó la escena. Isabella conversaba con Carlos, el joven analista financiero.
-Entonces, ¿te gustaría salir a cenar esta noche?- preguntó Carlos, sonriendo de manera encantadora.
Isabella rió suavemente, con una chispa de diversión en sus ojos.
-Eso suena bien, Carlos. Pero tendría que ver cómo están las cosas en casa primero. Necesito organizarme- respondió Isabella, con una sonrisa.
Alejandro sintió un torbellino de emociones en su interior, y una creciente irritación se formó mientras escuchaba la conversación. Se aclaró la garganta, interrumpiendo el momento.
-Señorita, López ¿puedo hablar con usted un momento?- dijo Alejandro, en tono seco y cortante.
Isabella se giró, sorprendida al verlo allí.
-Sí, claro, señor Martínez- respondió, un poco nerviosa. Entonces, Carlos se despidió rápidamente y Alejandro entró a la sala, al hacerlo cerró la puerta detrás de él.
-Señorita López- comenzó diciendo él- He notado que su vestimenta puede ser un poco... llamativa para el entorno laboral.
Isabella parpadeó, sin entender al principio.
-¿Mi vestimenta, señor?- preguntó, confundida.
-Sí, su vestimenta. El vestido que llevas hoy, por ejemplo, es demasiado ajustado y provocativo. Creo que sería mejor si optara por algo más discreto en el futuro- explicó Alejandro, tratando de sonar profesional.
Isabella sintió un nudo en el estómago, pero decidió defender su postura con respeto.
-Señor, con todo respeto, creo que mi vestimenta no debería influir en mi desempeño. Mi madre siempre me enseñó a sentirme orgullosa de cómo soy y vestirme de manera que me sienta bien. Además, he cumplido con todas mis tareas y responsabilidades hasta ahora sin problemas- respondió Isabella, con voz firme- Además don Rafael no ha tenido problemas con eso.
Alejandro la observó en silencio por un momento, notando su determinación. Aunque no estaba completamente convencido, reconoció que ella tenía razón, su padre era quien debería llamarle la atención. Pero como ellos no pensaban de la misma manera, eso no iba a ocurrir.
-Aprecio su punto de vista. Sin embargo, le pido que consideres un equilibrio. Queremos mantener un ambiente profesional en la oficina, y algunas veces las apariencias pueden influir en eso- dijo él, tratando de llegar a un compromiso por parte de la muchacha.
Isabella asintió, sintiéndose un poco enfadada por la actitud del hombre frente a ella. Sin decir más nada Alejandro salió de la sala dejándola un tanto confundida y sintiéndose un poco avergonzada pero decidida a no perder su esencia. Mientras caminaba de vuelta a su escritorio, se cruzó nuevamente con Carlos, quien notó su expresión preocupada.
-¿Todo bien, Isabella?- preguntó Carlos, con una preocupación genuina en su voz.
-Sí, solo algunas cosas del trabajo- respondió Isabella, forzando una sonrisa- Gracias por tu ayuda ayer, Carlos. Te lo agradezco mucho.
-No hay problema. Y sobre la cena, no hay prisa. Cuando puedas, avísame- dijo Carlos, guiñándole un ojo antes de regresar a su oficina.
La muchacha se sentó en su escritorio, tratando de concentrarse en sus tareas. No entendía por qué tendría que adaptarse a las expectativas de Alejandro, si ella era la asistente de don Rafael, así que nuevamente se prometió a sí misma que no perdería su esencia en el proceso.