En La Guerra, En Mi Cabeza

Habían terminado su recorrido en la playa tal y como Ludwig lo imagino, Ergo tenía múltiples emociones encontradas, pero lo más sorprendente es que llegó a recordar algo. Pensó que era sobre una mujer a la que Ergo le tomaba la mano, muy seguramente un recuerdo de su madre. Le parecía extraño. Aún así, Ludwig no pudo evitar que los sentimientos extraños para Ergo le hicieran sentirse contraído sobre sí mismo y alienado.

—Mis compañeros... Ellos también merecen ver ésto...

Ludwig se mantenía en silencio sentado en los escalones de las escaleras anteriores a la arena.

—Ellos también se sentirían como yo si ven esto, ¿no?

—Seguramente.

—Entonces... ¿Existe la posibilidad de ayudarlos?—preguntó Ergo con una mueca en la que su labio superior se contorsionaba sobre el inferior. Claramente se sentía fatal, pero no sabría definirlo.

—Lo lamento hijo, pero no es algo posible...—Ludwig mostró empatía por la expresión de Ergo y también se sintió melancólico.

El atardecer comenzaba a desaparecer y las sombras comenzaron a dominar los cielos. La ciudad se lleno de luces nocturnas y el mar se calmó. Ludwig se levantó y fue al lado de Ergo.

—Vamos hijo, tenemos que volver antes de que los que trabajan regresen a su hogar.

Ergo no dijo nada, pero simplemente atendió la orden de Ludwig y comenzó a caminar cabizbajo junto a él. Pasaron unas decenas de minutos y escucharon un sonido estridente en la lejanía, ligeramente.

—El transporte llegó. Ten cuidado de que el sombrero no caiga ante toda la gente que llegará ahora. Está zona parece relajada durante el día y tarde, pero en la noche es un caos—Ludwig miro en la lejanía como el transporte se iba dejando detrás suyo a toda la gente que venía del trabajo—. Deben ser las siete—miro el cielo oscurecido.

Caminaron por el mismo camino de regreso hasta que notaron cada vez a más gente por el lugar. Tenían sus rostros cansados, pero no faltaba algún grupo pequeño alegre hablando entre sí. Ergo tuvo que cuidar demasiado el gorro cuando volvieron a pasar por la zona de cámaras, no quería que nadie tirará la prenda y todo se fuera al caño. Agradeció que Ludwig tomara algunos callejones para evitar tanta gente aunque el camino se hiciera largo.

Llegaron a la plaza donde Ergo había tirado la botella en el contenedor, pensaban tomar asiento, pero el repentino aconteció les detuvo: un grupo de hombres uniformados y con las siglas "SSM" estaban rodeados por una multitud que les veía con rostros serios, decepcionados o impactados. Ergo intento acercarse, pero Ludwig le detuvo. Entre 4 hombres sostenían en el suelo a un hombre de traje color vino y camiseta amarilla. Había múltiples papeles esparcidos por el suelo brotando de un portafolio a sus pies.

—Dime, ¿por qué huiste de nosotros?—gritó un hombre diferente al grupo que llevaba un traje claro con parches de color crema—. ¿No dijiste que eras inocente?—el hombre de traje se acercó y dió una ligera bofetada al hombre.

—Lo soy... Tenía miedo porque sus hombres me miraron de forma amenazante y creí que me seguían a mí...

Un golpe seco y más duro que el anterior impacto la vista de todos. El hombre retenido expulsó sangre al toser.

—Suéltenlo—dijo el hombre con el rostro serio y limpiando sus manos con un pañuelo que saco del bolsillo de su traje—. Debemos seguir investigando. ¡Máquina!—gritó girando su cabeza.

Entre las personas, una figura humanoide danzó a pasos lentos y con un sonido mecánico y fuerte. Una cosa delgada, con una cabeza similar a un trapecio tridimensional y un sinfín de partes eléctricas y mecánicas emergió. Había un pequeño panel en la parte posterior de su cabeza.

—Analiza a éste tipo—dijo el hombre con traje.

—Sus datos están en lo esperado, no es un criminal. No hay delito alguno. Trabajador de la cuarta planta de la ciudad. Es inocente—dijo la máquina mientras pasaba su mirada arriba y abajo al hombre.

El grupo que retenía al hombre le soltó, y al mismo tiempo, Ludwig tomo el brazo de Ergo.

—Debemos irnos...—dijo Ludwig con una expresión de ansiedad.

Jalo a Ergo y comenzó a caminar a otra parte ignorando la presencia de las personas. En algún punto, cuando giraron, ya no veían aquel círculo de hombres con uniforme en la ola de personas, y comenzaron a hablar:

—¿Qué era eso? Nunca había visto nada así, parecían soldados, su uniforme era bastante similar al mío y al de mis compañeros. Y luego esa cosa metálica—dijo Ergo tocando bruscamente el hombro de Ludwig.

—Son oficiales de policía e investigación. No deberían estar aquí, no hay una razón. Únicamente... estarían aquí si una señal de identificación se activo, y eso solo ocurrió hace años cuando la máquina erradicó a una cédula de traficantes de armas—respondió Ludwig apretando su boca con fuerza—. Si nos quedábamos un poco más, la máquina habría escaneado a todas las personas de alrededor en masa y en segundos... Te habría descubierto al no tener una identidad en la ciudad.

Ergo quedó en silencio durante un par de segundos mientras sujetaba su gorro ante el repentino golpe del viento que pasaba entre las personas que iban y venían. Nadie parecía indagar en la conversación entre él y Ludwig.

—¿Una identificación?

—Todos los que viven en cualquiera de las demás ciudades deben tener una para poder ser identificado por los diferentes servicios que otorga la máquina, caso contrario, te arrestaran.

—¿Y cómo se te ocurrió sacarme de tu casa sin antes pensar en ello?—preguntó Ergo con frustración.

—Los sistemas de cámaras alrededor de las calles no tienen la posibilidad de identificar directamente a menos que alguien o un sistema distinto observé después las grabaciones. Al tener el gorro no corres el riesgo... Pero el equipo de oficiales salió de la nada y encima con esa máquina. Casi la cago, lo siento, hijo.

Ergo quedó en silencio y el resto del camino hacía el transporte fue empatizando mentalmente con Ludwig.