Todo el mundo reconoce que existen diez mandamientos. Sin embargo, para Connor Fitzgerald, héroe de la CIA, el undécimo mandamiento es el que cuenta:
" No te dejaras atrapar"
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CAPITULO 6
La combinación de un padre que se ponía de pie siempre que una mujer entraba en la habitación y una madre que estaba cerca de ser una Santa había hecho que Connor, pese a su destreza física, fuera tímido en presencia de las mujeres. eso cambió en los primeros días de su segundo año como alumno de Notre Dame.
Cuando Connor acudió a sucesión semanal en el Club Irlandés de baile, ella estaba poniéndose los zapatos. Él no logró verle el rostro, pero eso no le importó demasiado, porque no era capaz de quitar la vista de esas piernas largas y esbeltas. Debido a que era toda una celebridad en el fútbol, estaba acostumbrado a que las chicas lo miraran, pero esta vez la única muchacha a la que quería impresionar no parecía advertir que él existía. Para agravar las cosas iba acompañada de Declan O'Casey, que era un bailarín insuperable. Ambos mantenían la espalda muy rígida y derecha, y movían los pies con una ligereza que Connor no podía siquiera aspirar a igualar.
Cuando terminó el baile, Connor todavía no había descubierto cómo se llamaba la chica. Y, peor aún, ella y Declan se marcharon antes de que lograra encontrar la forma de que los presentaran. En su desesperación, lo siguió hasta los dormitorios de mujeres, ocultándose en las sombras a cincuenta metros de distancia de ellos. Cuando llegaron a Le Mans Hall, ella besó a Declan en la mejilla y entró en su habitación.
Después de que Declan partió, Connor empezó a pasearse con aire despreocupado debajo de las ventanas de los dormitorios. Por fin alcanzó a vislumbrarla, vestida con una bata, mientras cerraba las cortinas, y él continuó deambulando unos cuantos minutos antes de regresar a su cuarto.
En la semana, trató de averiguar todo acerca de ella, pero no consiguió saber mucho, aparte de que se llamaba Maggie Burke, que había ganado una beca para estudiar en Saint Mary y que estaba cursando el primer año en la historia del arte. Resultó que Declan no solo era el mejor bailarín del club, sino que también lo consideraban en matemático más brillante de la universidad.
Connor fue el primero en llegar al club de baile el siguiente jueves, y cuando Maggie salió del cuarto del vestuario con una blusa de algodón color crema y una falda corta negra, la única pregunta que él tuvo que considerar era si debía mirar esos ojos verdes o las piernas largas. Una vez más, Declan acompañó a Maggie toda la noche, mientras que Connor se quedó sentado en una banca sin hablar con nadie. Después del número final, Connor volvió a seguirlos hasta Le Mans Hall.
Luego de una conversación prolongada y de otro beso en la mejilla, Declan desapareció camino de los dormitorios de hombres. Connor Fitzgerald se dejó caer en una banca frente a la ventana de Maggie y miró sin despegar la vista. Decidió esperar hasta que la viera a cerrar las cortinas, sin embargo, cuando ella apareció en la ventana, él ya se había dormido.
Lo siguiente que recordaba era haber despertado de un sueño profundo y haber encontrado a Maggie de pie frente a él, vestida con su pijama y una bata.
Sobresaltado, terminó de despertar, la miró fijamente con incredulidad, se levantó de un brinco y le tendió la mano.
-- Hola, me llamo Connor Fitzgerald.
-- Lo sé -- respondió ella, al tiempo que le estrechaba la mano --. Soy Maggie Burke. ¿ Hay espacio para que me siente en esa banca ?
A partir de ese instante, Connor no volvió a mirar a ninguna otra mujer. Se casaron dos semanas después de que Maggie se graduara con honores de summa cum laude , pero no tuvieron tiempo más que para disfrutar de una luna de miel de cuatro días antes de que él subteniente Fitzgerald partiera rumbo a Vietnam en julio de 1972.
Los dos años que paso en Vietnam era ya un recuerdo distante para Connor. Su ascenso a teniente, su captura por el Vietcong y su escape al tiempo que salvaba la vida de otro hombre, todo eso parecía muy lejano. Cinco meses después de regresar a casa, el presidente le otorgó la medalla de honor, pero al cabo de 18 meses como prisionero de guerra en Vietnam, se sentía feliz de estar vivo y de haberse reunido nuevamente con Maggie y Tara, que nació cuando él se encontraba en Vietnam.
Antes de que transcurriera una semana de su regreso a Estados Unidos, Connor empezó a buscar empleo. Ya lo habían entrevistado para un puesto en la oficina regional de la CIA en Chicago cuando el capitán Chris Jackson, el excomandante del pelotón al que había pertenecido en Vietnam, lo invitó a formar parte de una unidad especial que estaba integrándose en Washington. Advirtieron a Connor que, en caso de que accediera a incorporarse al selecto equipo de Jackson, habría aspectos del trabajo de los que no podría hablar con nadie, ni siquiera con su esposa.
Cuando Maggie recibió de pronto una oferta de empleo en la oficina de ingresos de Georgetown University, Connor comprendió que Jackson se había propuesto reclutarlo a toda costa. Finalmente, aceptó incorporarse a " Maryland Insurance " como instructor de ejecutivos.
Fue entonces cuando empezó su vida de engaños.
-- ¿ Espera que crea que la CIA ni siquiera estaba enterada de que se planeaba un atentado contra la vida de Guzmán ?
-- Así es, señor -- repuso Helen Dexter, directora de la CIA.
El presidente empezó a dar vueltas en la Oficina Oval, lo que había descubierto le daba más tiempo para pensar y, por lo general, lograba que sus visitantes se sintieran inquietos. La mayoría de las personas que entraban en esa oficina estaban nerviosas. Sin embargo, si una bomba hubiera estallado en el jardín de las rosas, era probable que Helen Dexter no hiciera otra cosa más que marcar una ceja bien maquillada. Su carrera había durado más de tres periodos presidenciales hasta la fecha, y se rumoraba que todos los presidentes habían exigido su renuncia en algún momento.