En "En las profundidades de este mar oscuro," la protagonista, una exitosa pianista y escritora, se despierta desorientada en una cama con un hombre mirándola con desprecio. Al intentar recordar cómo llegó allí, se desvela una cadena de eventos espantosos: huía de su prometido, Ian, quien planeaba asesinarla. Tras descubrir una conspiración entre Ian y su amante para sacrificarla, es apuñalada y apenas logra escapar del edificio donde sucedió el ataque. Durante su huida, llama a su madre para alertarla sobre la traición de Ian y pedirle que investigue. Finalmente, gravemente herida, es rescatada por paramédicos y se enfrenta a una enigmática figura de otro mundo, aceptando una nueva vida para proteger a sus seres queridos.
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El Retorno al Caos
Desperté en una situación que parecía una comedia de errores. Ahí estaba yo, siendo analizado cuidadosamente con mi antiguo yo, con mi nuevo cuerpo y la confusión estampada en sus rostros.
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —pensé. Aunque nadie dijo nada al principio, sus expresiones lo decían todo.
—¿Bienvenido? ¿Cómo? Dios, no me digas que te han dado un golpe fatal —mi antiguo cuerpo tomó mi mano y me miró con preocupación.
No pude evitar reírme. Era extraño y divertido verme a mí mismo desde esa perspectiva.
—Tranquilízate, no es lo que piensas. Sí, me dieron un golpe fatal, pero no morí —expliqué, tratando de calmar la situación. Relaté lo que pasó en menos de un día después de recibir otro golpe que me dejó casi inconsciente.
—Lo siento —sus ojos se llenaron de tristeza—. No lo sabía. Ella hizo esto y más…
—Olvídalo —levanté la voz para evitar malos recuerdos—. Mejor dime, ¿cómo te sientes en mi cuerpo? Suena raro, lo sé, pero…
—Está bien, hablaremos cuando me despierte —respondió, sentándose en el piso.
Caminamos juntos sobre una capa de agua que parecía fresca pero no nos mojaba. Nos sentamos donde mejor nos pareció.
—Creo que no tomará mucho tiempo responder a tu pregunta. Ya no depende de mí, sino de la lesión física —dijo con calma—. Sobre el cuerpo, honestamente, nunca pensé en tener uno tan diferente. Eres una mujer muy hermosa, diferente a todas las que he visto jamás.
No sabía si se refería a que mi antigua figura era atrevida o diferente para su gusto. Quizás ambas.
—No te preocupes, te acostumbrarás —le sonreí—. Nunca pensé que sería tan simple, pero me gusta tu cara —dije dándole palmaditas en el hombro.
Me miró sorprendida, sabiendo que mis palabras podían ser hirientes, y se corrigió.
—Creo que dije algo inapropiado —dijo nerviosa—. Quiero decir, nunca te he visto en mi vida, pero eres muy hermosa.
Traté de no reírme.
—Pfft, jajaja, lo siento. Eres tan dulce cuando haces eso. No te preocupes, puedes decir lo que quieras.
—Mi antiguo cuerpo sería un escándalo en este mundo, así que tenías razón. Mi cuerpo era diferente —dije, dándole un abrazo tranquilizador.
—¿En serio? ¿No te ofendí? Es que tengo la costumbre de decir lo que quiero sin pensar en los demás —dijo jugando con las manos.
—No te preocupes, ahora eres un ser humano en un cuerpo. Tú decides qué hacer. Además, tengo que irme.
—Hablando de cambio, ¿crees que podría conseguir un trabajo si no sé mucho de tu mundo? No sé qué hacer —dijo preocupada.
—¿Te preocupa el dinero? —dije, sorprendido de que no tuviera ya un trabajo—. ¿Qué puedes hacer?
—Estoy un poco preocupada. Sé un poco de administración, lavar ropa y cocinar —dijo apresuradamente.
—No creo que tengas problemas adaptándote, pero si no quieres estudiar, puedes ir a la empresa de mis padres. Si no quieres, simplemente no lo hagas —dije con las manos arriba—. Además, no creo que mi familia te dejara trabajar por tu cuenta.
—Aunque lo digas, sería prudente hacer algo útil —dijo, mirándome seriamente. Quise bromear.
—¿Cuál es tu profesión? ¿Abogado? ¿Emprendedor? Sea lo que sea, lo haré igual que tú antes de morir —dijo con tanta pasión que me dolió el corazón.
—No quiero que vivas así. Tal vez puedas vivir como una chica rica y relajada, algo que yo nunca podré hacer —dije, pensando en mi vida siempre en búsqueda de la perfección.
Después de convencerla de hacer lo que quisiera con mi vida, pero respetar a mi familia, mis manos comenzaron a brillar. Supe que era hora de despedirme.
—¿Es tiempo? —dijo asustada—. Sé que sería injusto pedirte que te quedes... por favor, cuídate y no dejes que te hagan daño.
—Así estaré. Tu lugar soñado te está esperando —respondí.
Al sostener su mano, vi una pequeña luz y me encontré nuevamente en esa habitación fría, observando una escena de lo más peculiar.
Regreso a la Realidad
Desperté en la habitación del hospital, sintiendo cada hueso magullado. A mi lado estaba la señora Ross, con el rostro lleno de preocupación.
—¡Querido! ¡Por fin despiertas! —dijo, sosteniendo mi mano—. Voy a buscar al médico.
El médico llegó rápidamente y comenzó a examinarme. Su rostro mostraba alivio.
—La condición del feto es complicada. Tienes derecho a interrumpir el embarazo —dijo el médico.
La señora Ross cerró los ojos en protesta.
—El cuerpo de la madre y el feto están estables. No uses fuerza repentina —advirtió el médico.
Le expliqué lo mejor que pude sobre el “accidente”. El médico me pidió que me relajara. Mientras me sumergía en un sueño profundo, una voz me sacudió.
—¡Levántate! ¡Mi Leonora va a prisión y tú estás durmiendo tan tranquilamente! —dijo alguien, acercándose peligrosamente.
Intenté mantener la calma, pero sentí un dolor agudo en el estómago.
—¿Qué estás haciendo? ¡Déjalo ir, idiota!
—D-Duele... déjame ir —dije, tratando de escapar. Él intentó jalarme, pero al soltarme fui arrojado cerca de la puerta. La señora Ross estaba furiosa.
—¡Aléjate de él! —gritó, empujando al hombre lejos de mí.
El dolor era insoportable. Antes de que alguien pudiera intervenir, me desmayé una vez más.
### Un Nuevo Amanecer
Desperté nuevamente, esta vez con una claridad inesperada. La habitación estaba en penumbra, y el silencio era absoluto. Sentí el peso de la situación, pero también una renovada determinación. Había sobrevivido a una caída casi mortal y ahora estaba aquí, luchando por mi vida y la de mi hijo.
La señora Ross estaba sentada a mi lado, su rostro mostrando signos de agotamiento y preocupación. Cuando me vio abrir los ojos, una sonrisa de alivio se dibujó en su rostro.
—¡Gracias a Dios! —dijo, apretando mi mano—. Estás despierto.
—Lo estoy —respondí con una sonrisa débil—. Gracias por estar aquí.
—Siempre —respondió, acariciando mi mano—. Tienes mucha gente que te quiere y te apoya. No estás solo.
En ese momento, supe que no importaba cuán difíciles fueran los próximos días, tenía la fuerza y el apoyo para enfrentarlos. La vida había cambiado drásticamente, pero estaba listo para enfrentar lo que viniera, con la esperanza de un futuro mejor para mí y mi hijo.