De La Luz A La Oscuridad

...Nyx Frost ...

Entré en la cabaña, el olor a humedad y madera vieja mezclándose con la adrenalina que corría por mis venas. Luke estaba atado a una silla en el centro de la habitación, su respiración pesada y entrecortada llenando el silencio. Me acerqué a él con una calma meticulosa, cada paso calculado, disfrutando del poder que emanaba en ese momento.

Saqué el cuchillo de su funda, la hoja brillando bajo la tenue luz. Me tomé un momento para admirar su filo antes de inclinarme sobre Luke. Su mirada desesperada se encontró con la mía, pero no hubo piedad en mi expresión. Este era mi ritual, mi liberación.

Luke levantó la cabeza con esfuerzo, sus ojos llenos de miedo y confusión. Su labio inferior temblaba mientras trataba de encontrar palabras.

—Nyx, ¿por qué? ¿Por qué estás haciendo esto? —balbuceó.

Me incliné hacia él, mis ojos fijos en los suyos, disfrutando de cada matiz de su sufrimiento.

—¿Recuerdas aquel día en el pasillo de la universidad, Luke? —pregunté, mi voz suave y peligrosa —Cuando creíste que podías hablarme con esa condescendencia, como si fueras mejor que yo.

Luke parpadeó, tratando de recordar. Un destello de comprensión cruzó su rostro, seguido rápidamente por el miedo.

—¿El pasillo...? Pero, Nyx, eso fue... solo una conversación.

—Para ti, tal vez, —respondí, mi voz firme y fría —Para mí, fue un insulto. Tus palabras, tu tono, todo en ti irradiaba una arrogancia que no podía dejar pasar. Pensaste que podías intimidarme, humillarme, y salir impune.

Luke trató de hablar, pero solo logró emitir un gemido de dolor. Me acerqué más, mi rostro a escasos centímetros del suyo, sintiendo su aliento entrecortado.

—No tolero a los que intentan doblegarme, Luke. Cada acción tiene una consecuencia. Y tú, lamentablemente, subestimaste las tuyas.

—Por favor, Nyx... —susurró, sus ojos implorando piedad —No lo entendía... No quise...

Levanté una ceja, la sombra de una sonrisa curvando mis labios.

—Entender no es tu fuerte, Luke. Pero tranquilo, te prometo que esto no durará mucho más.

Comencé mi trabajo con precisión, cada corte una obra de arte. Sentí cómo la vida se desvanecía de sus ojos, su resistencia menguando con cada segundo que pasaba. Estaba absorta en mi tarea, en la danza macabra de la muerte, cuando un movimiento fuera de lugar llamó mi atención.

Me detuve abruptamente, mi mirada helada se dirigió hacia la puerta entreabierta de la cabaña. Una sombra se movía discretamente, apenas perceptible. Mis sentidos se agudizaron y un destello de reconocimiento cruzó mi mente. Jasper.

La furia y la sorpresa intentaron abrirse paso en mi rostro, pero las contuve, dejando que una fría calma se apoderara de mí. No podía permitirme perder el control. No ahora.

—Jasper —pronuncié su nombre con un susurro que cortaba el aire, cada palabra afilada como un cuchillo —¿Qué haces aquí?

Lo observé, atrapado en la intensidad de mi mirada. Podía ver la confusión y el miedo luchando por el control en su expresión. Fascinante. Ver cómo su mente intentaba procesar lo que había presenciado.

Avancé un paso hacia él, con movimientos lentos, asegurándome de que no pudiera escapar del peso de mi presencia. Mi expresión permanecía controlada, pero en mis ojos, una amenaza velada brillaba intensamente.

—¿Cuánto has visto? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. No había pánico en mi voz, solo una curiosidad peligrosa.

El silencio que siguió fue casi palpable. Jasper no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en mí, pero pude ver la confusión y el miedo luchando por el control en su expresión. Cada segundo que pasaba parecía eterno, un juicio silencioso.

—Nyx, yo... no sabía... —murmuró finalmente, su voz temblando ligeramente. Pude sentir su lucha interna, el choque de su realidad con la mía.

Me acerqué aún más, cerrando la distancia entre nosotros, hasta que pude sentir su respiración acelerada.

—No sabías, pero ahora sabes, —dije suavemente, casi como un susurro seductor —Ahora, dime, ¿qué vas a hacer con esta verdad?

El silencio que siguió fue casi palpable, una tensión eléctrica llenando el espacio entre nosotros. Podía ver las ruedas girando en su mente, considerando sus opciones, tratando de encontrar un camino que no lo llevara a la destrucción.

—Yo... no voy a decir nada —respondió finalmente, su voz más firme —Quiero entender. Quiero... ayudarte.

Una sonrisa se dibujó en mis labios, lenta y deliberada. Este era el momento decisivo, el punto en el que Jasper cruzaría el umbral hacia mi mundo oscuro y retorcido.

—Muy bien —susurré, acercándome aún más hasta que nuestras respiraciones se mezclaron —Entonces ven, Jasper. Hay mucho que aprender, y poco tiempo para dudas.

Me acerque a él. La visión de su miedo y desesperación era una mezcla familiar de triunfo y necesidad, finalmente, se atrevió a romper el silencio.

—Nyx... —comenzó, su voz temblorosa y vacilante —¿Por qué haces esto?

Su rostro reflejaba una mezcla de confusión y curiosidad. Aprecié su valentía al hacer la pregunta, pero no estaba dispuesta a facilitar respuestas sencillas.

—Porque es necesario, Jasper —respondí con frialdad —Algunos deben aprender sus lecciones de la manera más difícil.

No esperaba que su curiosidad se saciara tan fácilmente. Me miró, buscando respuestas más profundas, como si intentara comprender los entresijos de mi alma.

—¿Pero cómo llegaste a ser así? —insistió, su voz cargada de una mezcla de respeto y temor —No es algo que simplemente ocurre, ¿verdad?

Era una pregunta válida, pero también impertinente. Aun así, decidí ofrecerle un vistazo a mi pasado, un relato que pocos conocen.

—Mi infancia fue... diferente —empecé, dejando que las sombras de mi pasado se reflejaran en mis palabras —Mis padres eran estrictos, perfeccionistas. No había lugar para errores ni debilidades. Todo debía ser controlado, cada emoción, cada pensamiento. Aprendí a ocultar lo que sentía, a mostrar solo lo que ellos querían ver.

Vi cómo su rostro cambiaba, asimilando el peso de mi historia. El impacto de mis palabras parecía perforar sus muros de resistencia.

—¿Ellos saben lo que haces ahora? —preguntó, casi en un susurro.

Solté una risa amarga, la ironía no me era ajena.

—No. Ellos creen que me convertí en la persona perfecta que siempre quisieron. Una estudiante modelo, una hija ejemplar. No tienen idea de lo que realmente soy.

Le observé, tratando de leer sus pensamientos, su lucha interna. No esperaba que entendiera la complejidad de mi vida, pero su siguiente pregunta reveló una profundidad inesperada.

—¿Y no te importa? —preguntó, su voz cargada de una mezcla de preocupación y curiosidad —¿No te duele vivir así, escondiéndote?

Me acerqué un paso, lo suficiente para sentir la tensión palpable entre nosotros. Mis ojos se encontraron con los suyos, y pude ver cómo se tambaleaba entre el miedo y la fascinación.

—No. Aprendí que la verdadera libertad viene de aceptar quién eres, sin importar lo que otros piensen. Y yo soy esto, Jasper. Soy la suma de mis experiencias, de mis dolores, de mis elecciones.

El silencio se instaló, y Jasper parecía luchar por encontrar su próximo pensamiento. La pregunta que hizo a continuación me sorprendió.

—¿Alguna vez has amado a alguien? —preguntó —¿Has sentido algo... más allá de esto?

Una chispa de algo que no era exactamente tristeza cruzó mi rostro. Era un recuerdo, uno que preferiría mantener enterrado.

—El amor es una debilidad, una distracción —respondí, aunque un suspiro escapó antes de que pudiera controlar mi voz —Pero... hubo alguien, hace mucho tiempo. Alguien que creí que podría entenderme, pero al final, también fue una decepción.

La pregunta siguió en el aire, y no pude evitar sentir una punzada de nostalgia al recordar. Sin embargo, mantuve mi rostro impasible.

—¿Qué le pasó? —insistió Jasper, su curiosidad y su deseo de entender casi palpables.

—Desapareció —dije, la dureza de mis palabras ocultando la melancolía que realmente sentía —Como todos los demás que no pueden seguir el ritmo de mi oscuridad.

Observé el impacto de mis palabras en su rostro. El silencio se hizo denso, cargado con las emociones no dichas que flotaban entre nosotros. Entonces, Jasper se volvió hacia mí, su mirada decidida.

—Y tú, Jasper, ¿qué te trae aquí? ¿Por qué decidiste seguirme?

La pregunta fue un giro inesperado, una invitación a desentrañar sus propias motivaciones. Miré su rostro, tratando de ver a través de sus palabras y su curiosidad.

—No lo sé —admitió finalmente —Hay algo en ti que... no puedo entender, pero necesito saber más. Quiero entender.

Una sonrisa, apareció en mis labios. Esto era lo que había esperado. Su deseo de comprensión lo había llevado a este punto, y ahora estaba listo para dar el siguiente paso en su transformación.

—Entonces prepárate, Jasper. Porque una vez que entres en mi mundo, no hay vuelta atrás.

El silencio lleno la cabaña, roto solo por el goteo constante de la sangre que aún fluía del cuerpo de Luke. Observe a Jasper, su respiración era agitada, sus ojos fijos en el cadáver, como si aún tratara de entender lo que estaba sucediendo. Sonreí levemente, no por compasión, si no por la satisfacción de ver cómo el miedo y la fascinación se mezclaban en su expresión.

Sabía que lo tenía justo donde quería.

—Si realmente quieres seguir siendo parte de esto —dije con calma, mi voz fría cortando el aire —el primer paso es sencillo: ayuda a deshacerte del cuerpo.

Pude ver el de inmediato el impacto de mis palabras en sus ojos,. La idea de tocar el cadáver lo hizo vasilar, pero también note esa chispa: esa necesidad de aprobación, de demostrarme que era capaz de hacerlo. Esa necesidad era lo que lo mantenía de mi lado.

—¿Qué... Qué tengo que hacer? —pregunto, intentando sobar firme, aunque si tono tembló ligeramente.

Lo observe por un momento, dejando que la tención creciera en el aire. Jasper era como arcilla en mis manos, y estaba disfrutando cada momento de su lenta transformación.

—Primero, —dije mientras señalaba una caja en la esquina —ponte unos guantes, no querrás dejar tus huellas en el cuerpo, ¿Verdad?

Su mirada siguio la dirección de mi dedo, y asintió lentamente. Se dirigió hacia la caja y saco un par de guantes de látex y los deslizó en sus manos, sus dedos temblorosos traicionaban su aparente resolución. Cuando volvió a acercarse al cuerpo, lo observe con atención, evaluando cada uno de sus movimientos.

—Quitale las cuerdas —le ordené —Despues vamos a envolverlo en una lona que está detrás de la cabaña. Lo cargarás hasta el coche y lo llevarás frente a la casa de sus padreS, ellos lo encontrarán allí al amanecer.

Mis palabras eran claras y directas, coherentes de emoción. Para mí, esto era una rutina. Pero para él, era un punto de no retorno, cada paso lo llevaba más lejos de lo que había sido y lo hundía más profundamente en mi mundo.

Mientras yo comenzaba a limpiar el suelo, escuché cómo se arrodillaba junto al cadáver, desatando las cuerdas que mantenían a Luke en su posición. El sonido de las cuerdas deslizándose por la piel inerte llenó el aire, seguido por un golpe sordo cuando el cuerpo cayó pesadamente al suelo. No necesitaba mirarlo. Sabía lo que estaba sintiendo. La repulsión. El miedo. Y, lo más importante, la entrega.

—Ve por la lona —le dije mientras pasaba un trapo por el suelo para eliminar cualquier rastro de sangre. —Está detrás de la cabaña. Asegúrate de hacerlo rápido.

Jasper se levantó torpemente y salió al exterior. Aproveché esos momentos de soledad para limpiar el área a mi alrededor. Cada mancha de sangre desaparecía bajo mis manos con la misma facilidad con la que yo borraba cualquier rastro de debilidad en las personas que me rodeaban. Todo debía quedar limpio, no solo el espacio físico, sino también el caos que podía desbordarse en sus mentes.

Cuando Jasper regresó con la lona, su rostro estaba pálido y cubierto de sudor. Comenzó a envolver el cuerpo, sus movimientos torpes y tensos. Lo observé en silencio, dejando que se enfrentara solo a esa tarea. Sabía que, por dentro, su mente estaba hecha un caos, pero era justo lo que necesitaba. Romperlo. Moldearlo.

Cuando terminó, lo miré fijamente, buscando en sus ojos señales de arrepentimiento o duda, pero todo lo que vi fue esa mezcla de terror y devoción. Esa chispa de lealtad, de entrega. Ya no tenía escapatoria.

—Llévalo al coche —dije, mi tono suave, casi susurrante, pero con una firmeza que le dejaba claro que no había lugar para errores. Sabía que necesitaba sentirse útil, parte de este proceso.

Lo vi cargar el cuerpo y desaparecer en la oscuridad. Ese era el primer paso, pero no sería el último. Jasper ya estaba dentro de mi mundo, y con cada paso que diera, se hundiría más en él, hasta que no quede nada de él sin mí.

Cuando volvió, se detuvo frente a mí, su mirada llena de preguntas que nunca se atrevería a formular.

—Bien —dije, limpiándome las manos. —Ahora entiendes lo que significa estar a mi lado. No es un juego, Jasper. Las acciones tienen consecuencias, y tú eres parte de ellas ahora.

Me acerqué a él, sintiendo su respiración entrecortada y su lucha interna por mantener la compostura. Sabía que en ese momento, más que nunca, necesitaba sentir que pertenecía a algo, o a alguien.

—Ahora ve —dije suavemente, con una dulzura en mi voz que no era real. —Termina el trabajo.

Salió de la cabaña, directo a la casa de los padres de Luke, porque ahora, no tenía otra opción.