Precuela de la saga colores
Emiliana Roster quedará atrapada en un matrimonio impuesto que sus hermanos arreglaron para salvarla del despiadado Duque Dorian Fodewor. Creyendo que todo fue una conspiración para separarla del que creía ser el hombre de su vida, intentará luchar en contra de lo que siente por Lord Sebastian, el desconocido que ahora es su esposo.
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14. Invitados indeseados
...SEBASTIAN:...
Lo sentía por Emiliana, pero necesitaba asegurarme de que sus palabras eran ciertas y que podía dejar el conflicto con su hermana, si ella demostraba que ya no sentía nada por el duque, yo dejaría todo ese asunto atrás.
No podía confiar en mi esposa, no con tanta facilidad, todavía me dolía que hubiese pronunciado el nombre de Dorian dormida, que conservara sus cartas, también que hubiese rechazado divorciarse solo porque su duque se casó y esa era una espina que todavía tenía clavaba.
En la celebración vería si podía confiar en mi esposa.
El jardín ya estaba acomodado y yo ya tenía mi traje, de un color negro, con una abrigo del mismo tono, con mi cabello peinado hacia atrás y un incómodo lazo en el cuello.
Otra de las razones por las que decidí hacer la celebración afuera, era por la presencia del duque, cualquier imprevisto y ningún objeto de mi casa terminaría dañado, tampoco quería tener un asesino bajo mi techo. No sabía como iba a reaccionar el duque, también comprobaría si todavía tenía algún interés en mi esposa.
Sería capaz de retarlo a un duelo para defender mi honor, con el riesgo enorme de terminar muerto, pero el duque no iba a humillar mi presencia.
Puede que no asistieran, ya que no hubo ninguna respuesta de su parte, confirmando la asistencia, pero estaba seguro de que la duquesa no desaprovecharía la oportunidad para acercarse a su hermana.
Recibí algunos de los invitados.
La música de los violines empezó.
La condesa y el conde bajaron de sus carruajes y me aproximé a saludarlos, haciendo una reverencia.
— Lord Sebastian, feliz cumpleaños, trajimos obsequios para usted — Dijo la Condesa Elena, con un abrigo color vino y el cabello recogido — ¿Dónde los ponemos?
— Oh, muchas gracias, no se hubiesen molestado. Los sirvientes se encargarán de ellos.
— No es ninguna molestia — Dijo el conde, con un traje de gamuza color café, a juego con su abrigo del mismo tono, tenía el cabello peinado de lado — Y dígame ¿A qué debemos este peculiar estilo? — Señaló con la mirada hacia el espacio del jardín y la fogata enorme del centro.
— Ah, quise darle un toque personalizado.
— A mí me parece encantador — Me elogió la condesa y sonreí en gratitud.
Sabía que tenía que soportar más preguntas de ese tipo.
— Gracias.
— ¿Y lady Emiliana? — Preguntó el conde.
— Está alistándose, iré a buscarla en un momento.
— Espero que todo vaya bien entre ambos — Dijo, en un tono bajo para que nadie más escuchara — Con esa loca idea de separación que tenía mi hermanita en la cabeza.
— Todo va bien, no se preocupen, no nos vamos a separar.
— Estoy segura de que Emiliana ya le tomó cariño, ella es dulce y tierna — Dijo la condesa.
Muy dulce, mi mente pervertida me llevó al momento en el estudio, donde me dió a probar un poco de su piel y de tocarla. Estaba muy empapada y suave, muy suave, aún recuerdo los primeros gestos de placer en su rostro inocente.
Quería hundirme pronto en ese lugar estrecho y empapado, tomarla con fuerza y profundidad.
Aclaré mi garganta — Es una buena mujer.
— Claro, pero sin duda, a logrado sacarme canas — Se quejó Lean, entendía, debido a la muerte de su padre, él terminó asumiendo el papel de tutor de sus hermanas.
La condesa se rió — Lean, ya estás como Morgan, él también se estresaba con facilidad. Relájate, aprovecha la celebración para bailar con las damas que están disponibles.
El conde le lanzó una mirada a su madre.
Mi padre se aproximó a saludar y aproveché para retirarme a la casa.
Noté desde lejos que mi primo Alber venía llegando y puse los ojos en blanco, tendría que lidiar con ese fastidio, pero si no lo invitaba iba a estar quejándose lo que queda de año.
Al menos su hermana Tiffany no estaba con él.
Los sirvientes todavía estaban trasladando vino y aperitivos, ultimando los detalles.
Leandro venía saliendo con un par de buñuelos en las manos.
— ¿Todavía no están listas?
— ¿Las tortas?
Solté un resoplido — No, hablo de mi madre y mi esposa.
Mi hermano solo pensaba en comer, su abrigo era enorme y aún así le quedaba ajustado.
— No lo sé, yo estaba en la cocina.
— Leandro, por favor, piensa en otra cosa que no sea comer — Lo reprendí y frunció el ceño.
— Déjame en paz, hermano, me gusta comer tanto como a ti te gustan tus plantas, es mi vida.
— Deberías hacer ejercicio.
Yo solía practicar esgrima en mis tiempos libres y pesas.
— La presencia y la atención es solo para el primogénito, a nadie le importa si termino estallando — Bajó las escaleras de la entrada para dirigirse al jardín.
No entendía a mi hermano, solía ser alegre y muy educado en el pasado, era el consentido de la familia, debe ser por eso que estaba tan malcriado.
Me quedé en el vestíbulo, Emiliana y mi madre aparecieron por las escaleras.
Encajé mi mirada en mi esposa, tenía un vestido verde claro, con bordados dorados en la falda y un abrigo del mismo color, llevaba aretes de perlas y su cabello caí suelto sobre sus hombros, con peinetas doradas adornando su cabeza, tenía los labios rosa y rubor en las mejillas, sus pestañas estaban rizadas.
Llegó al vestíbulo y me observó de vuelta.
— Hijo, le ayudé a tu esposa con el maquillaje y la ropa — Dijo mi madre y parpadeé varias veces para volver en si.
— Gracias, madre.
— Voy a adelantarme — Mi madre se marchó y volví mi vista a Emiliana.
— Está muy hermosa.
— Gracias — Dijo, sin dejar de lado la seriedad, ajustando sus guantes.
— Emiliana, no este molesta.
— ¿Cómo quiere que no lo este? — Frunció el ceño — Nunca creará en mí.
— No diga eso.
— No debí dejarme manosear por usted.
Me aproximé y tomé su mano.
— Eso no lo diga ni de broma, no debe arrepentirse de darme ese derecho.
Se zafó de mi agarre — Solo quiero que confíe en mí.
— La confianza se gana.
Sus ojos se cristalizaron — ¿Quiere decir que no me he ganado la suya?
Tal vez era muy duro con ella, pero la vida me enseñó a creer solo en los hechos. Los juramentos y promesas no tenían validez para mí.
— No del todo.
— ¿Sigue arrepentido de casarse conmigo? ¿No es así? — Su expresión se apagó.
— No, Emiliana, no estoy arrepentido, eso lo dije en su momento porque estaba dolido.
— Entiendo que nunca mereceré su cariño — Caminó hacia la salida, la tomé del brazo.
— Debemos hacer nuestra entrada a la celebración, juntos.
Ella suspiró y tomó mi brazo.
...EMILIANA:...
Ellos estaban en la celebración, lo sabía porque observé por la ventana antes de bajar al vestíbulo.
Me sorprendió ver cómo se besaban en plena celebración, ante todas las miradas.
Eran unos descarados y esa era prueba suficiente de que el duque solo me trató como marioneta de juego, pero era lo que menos me importaba.
Sebastian no confiaba en mi palabra, me dolía que hubiese invitado a los duques solo para ver si yo todavía sentía algo, por supuesto que sentía, tenía mucho dolor y enojo.
Se me revolvió todo al verlos por la ventana y más al notar que mi hermana no estaba sufriendo por terminar casada supuestamente a la fuerza.
La gente se nos acercó al entrar en el jardín, tantos saludos y presentaciones que me abrumó un poco, pero seguí colgada al brazo de mi esposo.
Mi madre y mi hermano llegaron a mí.
Sentía la mirada de Eleana y Dorian a unos pocos metros.
— Hija mía, estás muy hermosa.
— Gracias madre.
— Emiliana, es un gusto verte — Dijo Lean, besando mis mejillas — Muy hermosa.
Sebastian observó hacia la pareja.
— Vamos a saludar.
— No — Corté, borrando mi sonrisa al encontrarme con la mirada de mi hermana y con la de Dorian.
Él parecía todo un duque, vestido con una chaqueta azul, larga y revelando un chaleco con botones dorados debajo de la prenda y una camisa blanca abotonada hasta el cuello, donde adornaba un pañuelo de seda.
No parecía sufrir de frío.
Su cabello largo estaba atado de forma decente a una coleta baja.
Mi hermana estaba muy bien arreglada, con un vestido violeta claro y un abrigo blanco, con guantes de encaje cubriendo sus manos y el cabello recogido en la parte superior con dos trenzas, flores artificiales adornaban en forma de corona.
— Emiliana, habla con tu hermana — Insistió y negué con la cabeza.
— Mierda, sabía que la presencia del duque sería todo un problema — Susurró Lean, bebiendo de su copa — La gente está tensa.
— Si no nos acercamos las personas empezará a comentar — Dijo Sebastian, eso era lo que menos le importaba.
— No le importó invitarlos, menos debe importarle lo que opinen los demás — Le gruñí y me evaluó detenidamente.
— Vamos, tenemos que acercarnos.
Estaba muy enojada con él, solo quería ver como yo me portaba.
No podría ni serenarme.
No con ellos disfrutando de su felicidad y haciéndome ver que todo fue una farsa.
El duque era el mayor culpable.
Accedí a acercarme a regañadientes junto a Sebastian.
Nos detuvimos frente a ellos y mi hermana parecía muy nerviosa.
— Su Gracia — Sebastian se dirigió al duque, quien tenía expresión seria, la expresión de mi esposo se aligeró al ver a mi hermana, sentía una punzada de disgusto cuando él le sonrió — Señorita Emiliana, encantado de verla nuevamente.
— Su Gracia, recuerde que ella es la duquesa y debe ser nombrada como tal — Le corrigió el duque, con tono filoso y mirada intimidante, aquel hombre no parecía ser el mismo que llegó a cortejarme, ni siquiera tenía reparo en disimular los celos por mi hermana.
— Claro, por supuesto, disculpe mi despiste, Su Gracia — Sebastian corrigió su trato e hizo una reverencia hacia mi hermana.
— Lord Sebastian, no importa, somos familia así que puede llamarme como guste, felíz cumpleaños, gracias por invitarnos — Dijo Eleana, sin apartar sus ojos de mí y el duque se tensó con disgusto.
— Muchas gracias, espero que se estén divirtiendo.
Mi esposo lucía muy cortes, fingía muy bien que su motivo al invitarlos fue pura cortesía.
— Claro, con los traseros congelados... — Empezó a decir el duque.
— Emiliana, me alegra mucho verte — Interrumpió mi hermana, tratando de no lucir apenada y aligerar la situación.
— ¿Qué hacen aquí? — No pude controlar mi tono despectivo.
Sabía la razón, pero me sorprendía que hubiesen tenido las agallas para presentarse y mostrarse tan abiertamente como les estaba yendo casados.
— Yo los invité, son parte de la familia.
Fulminé a Sebastian con la mirada, solo estaba fingiendo, tratando de que no hubiera ningún escándalo con esa afirmación, pero ya era demasiado tarde, la presencia en si del duque ya era un problema.
Él no debió jugar de aquella forma con mis emociones.
Quería un escándalo, quería verme enojada, entonces lo tendría.
— Eleana no es parte de mi familia, sino se retira ella, lo haré yo.
Sebastian me dió una mirada de advertencia.
Me solté de su brazo.
— No me parece justo que la trates así.
Justo, él no estaba siendo justo.
De ella no dudaba, de mí sí.
— Claro, era ella con quién ibas a casarte y por eso la defiendes.
Sebastian enrojeció del enojo.
No le estaba gustando mi comportamiento.
— Emiliana, por favor, hablemos — Dijo mi hermana, con un tono bajo, ya estábamos llamando la atención de los invitados.
— ¿De qué hablarás? ¿De tu maravilloso plan para quedarte con el que era mi pretendiente?
El duque tensó sus hombros y Sebastian apretó su mandíbula.
— Eso no es cierto — Murmuró mi hermana.
No pude controlar mi lengua
— Creen que soy estúpida, todos te defienden como si fueses la víctima, pero la realidad es otra Eleana...
— Señorita Emiliana, si le queda algo de consideración con su hermana, le sugiero que no siga denigrando en presencia de todos los invitados — Dijo Dorian, con calma y apreté mi boca en una línea, ahora sí, era el momento de que hablara — Abra los ojos, su hermana se sacrificó por su bien, ella hizo algo que no cualquier hermana haría para protegerla y sus actos no fueron agoistas o para beneficiarse... Debería darse cuenta de ello, su hermana la alejó de mí porque soy la peor escoria y yo no la quería señorita Emiliana — Confesó y me estremecí, no porque no lo supiera antes, sino porque me daba náuseas haber caído en sus patrañas — Solo quería una esposa para ocuparme de asuntos que a mí me dan pereza, usé muchas artimañas para envolverla y asegurarme de que no me rechazara, incluído la mentira de que iba a fugarme con usted... Jamás haría algo como eso y debería haberse percatado de que era una auténtica locura — Era un maldito, como podía hablar así, se aprovechó de mi ingenuidad y mi rabia aumentó — Así que su ensañamiento con Eleana debería ser contra mí.
No, era contra los dos, solo quería gritarle a ambos todo lo que opinaba.
— Tiene una razón, es una basura.