En un mundo devastado por el apocalipsis zombi, la supervivencia es una guerra constante. Ayanokouji Kiyotaka, un joven calculador y frío, escapa de la opresiva Sala Blanca solo para encontrar un mundo aún más brutal. Ahora, atrapado en el instituto Fujimi, debe usar su inteligencia y habilidades estratégicas para liderar a un grupo de estudiantes en medio del caos.
A medida que las hordas de muertos vivientes se acercan, Ayanokouji se enfrenta a una amenaza aún mayor: la traición y la desconfianza dentro de su propio grupo.
Mientras los aliados se vuelven enemigos y la violencia alcanza su punto álgido, Ayanokouji debe tomar decisiones drásticas para proteger a a los suyos. Entre la lucha por los suministros y la constante amenaza de los zombis, cada día se convierte en una prueba de ingenio y fuerza.
¿Podrá Ayanokouji mantener la unidad y liderar a su grupo hacia un futuro incierto, o caerá ante las fuerzas que buscan destruirlo?
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Capítulo 5: Refugio momentáneo
El sol abrasador se ocultaba detrás de nubes grises y ominosas, teñiendo el cielo de un tono siniestro sobre la ciudad abandonada. Ayanokouji Kiyotaka decidió abandonar la escuela y buscar nuevas opciones, su mente calculaba cada movimiento con precisión meticulosa. Detrás de él, un grupo variopinto lo seguía: Takashi Komuro, un estudiante decidido con un instinto protector; Rei Miyamoto, valiente y decidida; Saeko Busujima, con su calma letal; Saya Takagi, una mente brillante en medio del caos; y Kohta Hirano, un experto en armas y estrategia improvisada.
La alianza entre Ayanokouji y los estudiantes de la Escuela Fujimi había sido fortuita pero necesaria. Desde que el apocalipsis zombie había sumido al mundo en el caos, la supervivencia se había convertido en su única meta compartida.
—¿Tienes algún plan, Ayanokouji-senpai? —preguntó Takashi, ajustando el agarre en su bate de béisbol mientras vigilaba los callejones oscuros.
Ayanokouji asintió brevemente, sin apartar la mirada de las sombras que acechaban más allá. —Primero, aseguraremos un refugio seguro. Después, estableceremos una rutina de patrullaje y recolección de suministros esenciales. La prioridad es mantenernos vivos y adaptarnos a esta nueva realidad.
Rei miró hacia atrás nerviosamente, recordando los horrores que habían enfrentado desde que todo comenzó. La pérdida de amigos, el miedo constante y la incertidumbre del mañana se habían convertido en compañeros diarios.
—¿Crees que haya más sobrevivientes por aquí? —preguntó, su voz apenas un susurro tembloroso.
—Es posible —respondió Ayanokouji con calma—. Pero nuestra principal preocupación ahora es asegurar nuestro entorno inmediato. Cada minuto perdido aumenta nuestro riesgo.
Con determinación renovada, el grupo continuó su avance por las calles vacías. Cada esquina, cada edificio abandonado era una amenaza potencial o una oportunidad desaprovechada. El sonido de los zombies arrastrándose se mezclaba con el silbido del viento, creando una sinfonía de peligro en cada esquina.
De repente, un grito desgarrador resonó desde un callejón cercano. Todos se tensaron, preparados para el enfrentamiento inminente. Ayanokouji levantó una mano en señal de detención, instando a la cautela.
—Vamos —ordenó en voz baja, y el grupo se movió con precisión militar hacia el origen del sonido.
En el callejón, encontraron a una joven acorralada por un grupo de zombies hambrientos. Su espalda estaba contra la pared, una katana en una mano y el miedo reflejado en sus ojos.
—¡Ayuda! —gritó la chica, su voz temblorosa al borde del colapso.
Saeko se adelantó con gracia mortal, su katana cortando el aire con precisión quirúrgica mientras despejaba el camino hacia la joven. Saya y Kohta respaldaban con disparos precisos, neutralizando cualquier amenaza que se acercara demasiado.
Con movimientos coordinados, el grupo logró rescatar a la chica y retirarse hacia un edificio cercano, asegurando la entrada con escombros y barricadas improvisadas. En el refugio momentáneo, Ayanokouji evaluó rápidamente a la nueva integrante del grupo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, su voz tranquila pero firme.
—Takagi Alice —respondió la joven, su alivio palpable mientras se aferraba a su katana con manos temblorosas.
—Bienvenida, Takagi Alice. Estás a salvo por ahora —declaró Ayanokouji, su mirada fría pero reconfortante.
Mientras el grupo se preparaba para la siguiente fase de su lucha por la supervivencia, en sus mentes resonaba una certeza: en este nuevo mundo devastado, solo la fuerza, la estrategia y la determinación los mantendrían con vida.
