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La Princesa Y Andrómeda

La Princesa Y Andrómeda

Status: En proceso
Genre:Yuri / Venganza / Intrigante / Enemistad nacional y odio familiar / Mundo de fantasía
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Escritora.Fantasma

Una habitante de la galaxia lejana se enamorará irremediablemente de una princesa heredera de Ares.

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Sentimiento intergaláctico

Ya dentro del vehículo, los cuatro prodigios se desplazaban en la furgoneta que les pertenecía. Nicky conducía, mientras Melancolía y Ari compartían el espacio con la princesa Ira, quien, sentada en uno de los asientos traseros, contemplaba con melancólica fijeza la silueta menguante de su adorado jardín de girasoles. Su mirada, nostálgica pero serena, se posaba en aquel mar dorado que quedaba atrás, mientras un nuevo paisaje se deslizaba a través de la ventanilla. Verdes eran los árboles que bordeaban el camino, y la espesura de la floresta parecía susurrar antiguas historias con el roce de sus hojas.

Pero pronto, su atención se desvió hacia un horizonte aún más enigmático: la presencia de Ari. Con presteza giró el rostro, y sus ojos, agudos como los de un halcón que escruta la inmensidad de los cielos, se fijaron en la visitante de Andrómeda. En aquella criatura de naturaleza innovadora, nacida en un mundo distante, en una constelación ignota hasta entonces. Fue en ese instante, en el parpadeo de un segundo, que la soberana de Atenea, aquella que desde la más temprana brizna de consciencia se había forjado a sí misma en la roca del hermetismo, sintió quebrarse sus cimientos.

Ante la visión de Ari, el baluarte de su corazón—que por siglos se había creído impenetrable—cedió sin estruendo ni batalla. No se desmoronó como un castillo abatido por la tormenta, sino que se deshizo en la ternura de un ocaso bañado en oro. Allí, ante el objeto de su anhelo, el escudo de su alma cayó, no como signo de debilidad, sino como el amanecer de una fortaleza nueva, nacida de la vulnerabilidad.

Mientras la furgoneta recorría el sendero, la mente de la princesa divagaba en un soliloquio de revelación:

"El indestructible, destruido. Aquel bastión inquebrantable, erigido en la dureza de su grosor y blindado contra la más diminuta gota de luz, yace ahora derretido bajo el fulgor de un aluvión de sentimientos. Brilla la armadura que antaño fuera de hielo, ahora transfigurada en un resplandor chispeante de tonos purpúreos y destellos escarlatas. Aquello que fuera un gélido monolito se ha convertido en un faro titilante, de luz intermitente e irregular. Ah, mas no es ruina lo que siento, sino gloria; no es caída, sino ascensión. Me rindo, sí, pero no ante la derrota, sino ante la magnitud de este sentimiento. Me doblego ante el polizón de mi alma. Le empiezo a querer."

¿Querer? ¿Acaso lo he dicho? Nunca pensé, ni en mis más oníricas visiones, que mi boca habría de emular tales vocablos. Mas la realidad se impone, y no hay sino tributarle honestidad a este sentimiento que florece en mi pecho. Me es inútil fingir, vano cualquier intento de disuasión: existes, Ari, y de qué forma te prolongas en mí. He orbitado en torno a muchos mundos, regentes o no, y siempre termino por retornar a tu atmósfera, pues es allí donde respiro, donde realmente vivo."

Ira, cuyo corazón creía forjado en el más duro metal, experimentaba ahora la dulzura inesperada de un sentimiento largamente desconocido. En las noches interminables de su juventud, lo había hallado en los textos de los antiguos poetas, aquellos que narraban locuras incipientes de amores imposibles, destinados a tornarse inevitables con el tiempo y la constancia. Pero jamás, jamás en su vasta existencia, la princesa oscura pensó que esa fiebre literaria de pasiones pudiera encarnarse en su propia historia.

Perdida en estas cavilaciones, no advirtió que Ari, con la sutilidad de la brisa matutina, había girado su rostro hacia ella. Y en ese cruce de miradas, la visitante de Andrómeda descubrió la profundidad del escrutinio al que era sometida. Palideció primero, y luego, como pétalo rosado besado por la aurora, sus mejillas se encendieron en un súbito sonrojo. Sus pupilas se dilataron y, sin saber qué hacer, dibujó una débil sonrisa, frágil y nerviosa.

Ira, sorprendida en su contemplación, sintió el mismo rubor trepar a su propio semblante. Como dos manzanas maduras, ambas se miraban, tentándose sin palabras, atrapadas en un magnetismo que ninguna comprendía del todo.

—Parece que los prodigios nos han tomado ventaja —soltó de pronto Nicky, rompiendo el encanto del momento con una mirada astuta por el espejo retrovisor.

—¿Tú crees? —preguntó Melancolía, aún ajena al trasfondo de aquella observación. —Todavía alcanzo a ver sus placas.

—¿Y tú, princesa? —insistió Nicky, con un matiz de suspicacia en su tono. —¿Has notado algo? Porque yo te he notado distraída.

Ira, sin perder la compostura, devolvió una mirada serena al espejo retrovisor.

—No. Creo que Melancolía tiene razón. Vamos casi a la par, no se han distanciado tanto como deliberas.

—Ya veo —murmuró Nicky, sin apartar la mirada de la princesa. —Quizá la distraída sea yo.

—Sería prudente que fijaras tu atención en el camino. No quisiéramos toparnos de frente con la furgoneta de los prodigios. —La voz de Ira era un filo de acero envainado en terciopelo.

—Como usted ordene, su majestad —masculló Nicky, con un deje de sorna.

En un intento por distender la conversación, Melancolía se dirigió a la visitante de Andrómeda:

—¿Te ha gustado el paisaje, Ari?

—Sí —respondió la joven con dulzura—. Es hermoso, la frescura de estos paisajes es muy grata.

Notó, sin embargo, la tensa mirada de Nicky explorándola a través del espejo.

—¿Cómo son los paisajes de tu mundo? Helios, ¿es así como se llama tu planeta? —preguntó Mel con curiosidad.

—Helos —corrigió con rapidez Ira, antes de que Ari pudiera responder. —Se llama Helos, en honor a Heleo, hijo de Perseo y Andrómeda.

Ari la miró con asombro.

—¡Vaya! —bufó Nicky con desdén. —Ahora resulta que la princesa también es la intérprete de la nueva.

Ira ladeó la cabeza, su mirada se afiló.

—¿Y qué insinuas con esas palabras, Nicolasa? Han sonado audaces en mis oídos. Sé clara y concisa.

—Nada, su majestad —Nicky sostuvo el desafío visual. —Solo me causa extrañeza ver cómo una monarca de ciudad imperial parece inclinarse ante la recién llegada.

—¿Insinúas que me someto?

—No lo he dicho yo.

—Pero lo sugieres. Intentas mancillar con ironía lo que no es sino un acto de empatía. Jamás pensé que tú, de entre todos, fueras afín a la apatía.

—Distorsionas las cosas a tu favor.

—Y tú alargas disputas innecesarias.

—¿Insinúas que ella es irrelevante?

—¡Jamás! —La voz de Ira se elevó con fervor. Su mirada se encendió como un astro en plena combustión. —Ella es todo lo contrario.

Ari se sonrojó de nuevo.

—Y ahora lo comprendo. No soy yo quien tergiversa. Eres tú quien provoca pleitos sin razón. Ari nunca será irrelevante. ¿Cómo podría serlo una constelación colosal contenida en un ser tan precioso?

Ari, tímida, bajó la mirada.

—Y muy linda —murmuró, antes de inclinarse al oído de la princesa y susurrar—. Pienso lo mismo de ti.

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𝑪𝒉𝒆𝒓𝒓𝒚🍒✨_
Tu escritura es tan fácil de seguir, realmente disfruté leyendo y espero más.
Fantasma Escritor: Muchas gracias
total 1 replies
°·`.Elliot.'·°
😍 ¡Estoy enamorada de tus personajes y su historia de amor! ¡Gracias por escribirlo!
Fantasma Escritor: Muchas gracias por leerlo.
total 1 replies
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