En la majestuosa mansión de los Alvarado, conocida por sus impresionantes jardines llenos de flores exóticas y senderos serpenteantes, crece un amor tan hermoso como las plantas que la rodean. Marina, la hija del jardinero, ha pasado toda su vida entre las flores, aprendiendo los secretos de la jardinería junto a su padre. Sin embargo, su corazón late por algo más que el aroma de las rosas: Martín Alvarado, el joven y apuesto dueño de la mansión.A pesar de la diferencia de edades y de clases sociales, Marina no puede evitar soñar con Martín. Cada encuentro fugaz, cada sonrisa compartida, alimenta sus esperanzas y su amor secreto. Martín, por su parte, está inmerso en los negocios familiares, pero poco a poco comienza a notar la presencia de Marina y a valorar la frescura y alegría que ella trae a su vida.
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Capítulo 6 : Adiós a la mansión
El sol comenzaba a ponerse, bañando la mansión en un cálido resplandor dorado. En su pequeña cabaña, Marina terminaba de empacar sus pertenencias, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio. No había sido fácil aceptar su despedida, pero la presencia constante de Alessandro a su lado la había ayudado a mantener la calma.
De repente, escuchó un golpeteo en la puerta. Abrió para encontrarse con su padre, Don Fernando, con el rostro lleno de preocupación. Él había trabajado en la mansión durante años, y al ver a su hija en esa situación, su corazón se llenó de angustia.
"Marina, hija mía, ¿qué ha sucedido? ¿Por qué estás empacando?" preguntó Don Fernando, su voz temblando ligeramente.
"Padre, Isabel me ha despedido. No quiere que esté cerca de Alessandro. No sé qué hacer," respondió Marina, con lágrimas en los ojos.
Don Fernando la abrazó con fuerza. "No te preocupes, hija. Vamos a resolver esto. Voy a hablar con Martín ahora mismo."
Marina asintió, confiando en su padre. Don Fernando salió rápidamente de la cabaña y se dirigió a la mansión. Conocía bien a Martín, y esperaba que hubiera alguna forma de solucionar esta injusticia.
Encontró a Martín en su estudio, revisando unos documentos. Don Fernando entró sin previo aviso, su rostro mostrando una mezcla de ira y decepción.
"Martín, tenemos que hablar," dijo Don Fernando, su voz firme.
Martín levantó la vista, sorprendido por la irrupción. "Fernando, ¿qué sucede?"
"¿Qué sucede? ¡Mi hija ha sido despedida injustamente! No puedo creer que tú, de todas las personas, hayas permitido que esto suceda," exclamó Don Fernando, acercándose al escritorio.
Martín suspiró, dejando los documentos a un lado. "Fernando, no fue mi decisión. Isabel..."
"¡Isabel! Siempre Isabel. Pero tú eres el jefe de esta casa, Martín. Tú deberías tener la última palabra. ¿Cómo pudiste permitir que ella echara a Marina así, sin más?" la voz de Don Fernando estaba llena de amargura y decepción.
Martín evitó la mirada de su viejo amigo. "Sé que es injusto, Fernando. Pero Isabel... ella puede ser muy persuasiva."
"Eso no es excusa, Martín. Marina no ha hecho nada malo. Solo quería ser feliz, como cualquier otra persona. Y tú, en lugar de defenderla, te has quedado callado," Don Fernando golpeó el escritorio con el puño, sus ojos brillando con furia.
Martín sintió una punzada de culpa. Sabía que Don Fernando tenía razón, pero la dinámica en la mansión había cambiado tanto que a veces se sentía impotente. "Lo siento, Fernando. De verdad lo siento. No quise que esto sucediera."
"Las disculpas no van a devolverle su trabajo ni su dignidad a mi hija," replicó Don Fernando con amargura. "Me voy de esta mansión, Martín. No puedo seguir trabajando aquí sabiendo que mi hija fue tratada tan injustamente y tú no hiciste nada para detenerlo."
Martín se levantó de su silla, alarmado. "Fernando, por favor, no tomes una decisión precipitada. Intentaré hablar con Isabel de nuevo. Intentaré arreglar esto."
Don negó con la cabeza. "No, Martín. Ya es demasiado tarde. Me voy con mi hija. Ambos merecemos algo mejor que esto."
Martín vio cómo su amigo de tantos años se daba la vuelta y salía del estudio, su figura encorvada por la tristeza y la decepción. Sintió una profunda sensación de pérdida, pero también una determinación renovada. No podía permitir que su hogar se desmoronara de esa manera.
Mientras Don Ramón regresaba a la cabaña, Marina lo esperaba con la maleta lista. "¿Qué pasó, papá?" preguntó, temiendo la respuesta.
"Nos vamos, hija. No podemos quedarnos en un lugar donde no se nos respeta. Encontraremos un lugar mejor, juntos," dijo Don Fernando, abrazando a Marina con fuerza.
Con una mezcla de dolor y esperanza, padre e hija se alejaron de la mansión, dejando atrás un capítulo lleno de injusticias, pero también con la promesa de un nuevo comienzo.
Buon lavoro e complimenti ancora 👏👏👏👏
Por una parte mejor, se ve que ese Martin es un pelele manipulable de su novia tarada