La Otra Cara Del Placer [Duele Amar - II]

...DAPHNE...

En este ambiente asfixiante de la mansión, me encuentro al borde de un abismo de desesperación, luchando por mantener la calma mientras el peso del silencio se convierte en una carga insoportable para mi inquietud. No he visto a Dusan hace unos días, se ausentó por un viaje de negocios, me prometió que regresaría ayer u hoy, pero no tengo noticias de él. Dar vueltas en la cama no me ayuda para nada. ¿Dónde carajos está Dusan? Estoy consciente de que él es un adulto, pero ¿por qué no contesta mis llamadas y me avisa si está bien? Esme tampoco se ha comunicado conmigo y mi angustia crece cada minuto que pasa.

—¿Qué pasa contigo, Daphne? —paseo por sexta vez en los rincones de la habitación—. ¿Dónde quedó lo de no encariñarte con Dusan?

Mi madre siempre me decía que las personas son malas y crueles, que confiar en ellas es el peor error que la gente comete. Pero nunca me advirtió cómo dominar mis sentimientos, cómo cerrar mi corazón para que no lo hieran. Es terrible el aceptar que quiero como mi propio hermano a un hombre que puede en cualquier momento cansarse de mí, avergonzarse y echarme de su casa. Dusan fue un reverendo idiota para abrirle las puertas de su hogar a una prostituta.

Salgo de mis pensamientos cuando escucho el timbre de la puerta principal ser tocado. ¿Dusan regresó?

Adelantándomele a las sirvientas, paso de mi cuarto a la sala para abrirle la puerta a quien ha llegado. Como era de esperarse, claramente no es Dusan a quien tengo enfrente, y en su lugar es un tipo alto al que no reconozco porque tiene los ojos fijos en su celular.

—Buenas noches —deja su saco en mis manos y pasa sin ser invitado—. Dile a tu jefe que necesito hablar con él.

¿Disculpa? ¿Me ha confundido con una sirvienta? Lo insultaría por insolente, pero lo dejaré pasar esta vez porque sigue concentrado en su estúpido celular. Todos cometemos errores.

—Dusan no está en casa —explico, tirando el saco el sofá.

Con un suspiro, aparta la mirada de su celular y alza lentamente la cabeza, clavando sus ojos en los míos.

—Entonces lo esperaré.

—Salió en la mañana y no tiene hora de llegada —miento—. Puede irse y venir mañana, o dejarme su recado y yo se lo hago saber en cuanto lo vea.

—Es un asunto de negocios que no me corresponde compartir con la servidumbre.

—No, yo no soy una…

—No tengo prisa y puedo esperarlo. Por mientras tráeme una taza de café que tan bien me vendría por el clima frio.

Toma asiento en el sillón.

Sea quien sea este tipejo, está colmándome la paciencia. Busca que lo saque a patadas.

—Está confundiéndome, no soy una sirvienta. Soy Daphne, la hermana de Dusan.

De su parte no recibo una expresión de asombro, solo una mirada apática y cortante.

—Sé quién eres y no tengo interés en oír ridículas presentaciones que están de más. Te vi el otro día en casa de mi hermano y te reconocí al instante.

¿De qué hermano me habla?

—Con esta va siendo la cuarta vez que veo tu cara.

—Pues yo en mi vida lo he visto —me cruzo de brazos—. No quiero ser descortés, pero es muy noche. Si le mencionan a Dusan que en su ausencia estuve conversando con un hombre a solas se pondrá loco de los celos. Haga el favor de retirarse y regresar mañana. No quiero problemas con Dusan.

—Tienes razón —hasta que al fin se da cuenta—. No es prudente que un hombre se quede a solas con una jovencita, está mal visto y no es correcto. Dusan es un hombre de carácter posesivo y protege a quienes quiere, ¿has pensado en eso?

—¿Por qué me está repitiendo algo que ya sé? Hable de una vez. ¿A dónde quiere llegar?

—Aléjate de Travis, niña. Por tu bien y el de él, deja de perseguirlo. No dañes una relación como la de Dusan y Travis por una calentura momentánea.

—Cuida bien tus palabras, imbécil.

No sé quién es y tampoco estoy en plan de averiguarlo. El cómo se enteró de lo que tenía con Travis es preocupante, ¿él se lo habrá contado?

—¿Negarás que estás detrás de Travis?

—¿Quién te lo conversó? ¿Fue él?

—Como dije anteriormente, es la cuarta vez que te veo; en la segunda ocasión vi cómo llevabas a Travis al baño en la noche de tu cumpleaños, la tercera fue en su estudio, mientras que la cuarta es ahora. Conozco a la clase de mujeres como tú.

—¿En serio? —solo un par de pasos me faltaba avanzar para tenerlo cerca—. ¿Y cómo son las mujeres como yo?

—Van detrás de un hombre para su conveniencia, sin importar si eso significa abrirse de patas —responde sin pelos en la lengua y con una cara inexpresiva—. No te hagas ilusiones con mi hermano por pasar de la prostitución a la riqueza. Muchachitas como tú no tienen valor alguno y él lo sabe más que nadie, no se fijaría en ti, así que desiste de la idea de llamar su atención. Déjalo en paz.

Una sensación de ahorco siento en mi garganta. Se me dificulta el pase de aire a mis pulmones, y es que lo único que quiero hacer es correr a mi habitación y tumbarme a la cama a llorar. En el fondo… él tiene razón. Vivir en una mansión no quita que venga de un club en el que me prostituía.

—Dile de mi parte a Dusan que lo estuve buscando —pasa por mi lado rozándome el brazo, y se va… como si nada ha pasado.

Continúo repitiendo sus palabras en mi cabeza, una tras otra. ¿Por qué me duele si es algo que sabía?

—Miserable —musito, apretando los bordes de mi vestido.

Él no es quien para restregarme en la cara mi valor como exprostituta. Ese desgraciado no es nadie para humillarme de ese modo.

Recojo del sillón el saco que el tipejo dejó olvidado y con una rabia que me carcome viva avanzo a la salida.

—¡Maldito…! —cuando abro la puerta no veo rastros del hombre, pero sí de Travis que estaba a poco de tocar el timbre.

—Conque ahora así nos tratamos, eh.

—Otro más —murmuro—. Dusan no está aquí y no sé cuándo regresará. ¡Ahora largo!

Estanca la puerta con su pie.

—¿De mal genio? —pasa el sinvergüenza y no me queda de otra que cerrar la puerta y volver el estúpido saco al sillón—. Sé que Dusan no está, de hecho, vengo a darte noticias de él.

—Entonces dilas y luego vete.

—Dusan se encuentra hospitalizado.

—¿Hospitalizado? —los ojos se me humedecen y siento una extraña sensación de tensión en el cuerpo, suele sucederme cuando sufro emociones fuertes—. Tengo que ir a verlo…

—Mi primo está fuera de peligro.

—¡Aun así quiero verlo y tú no me lo vas a negar! Soy su hermana y mi deber es acompañarlo.

—Si estoy aquí es porque Esme me pidió de favor que te lo comunicara ya que ella no tenía el valor. La pobre está lo suficientemente mal y no es recomendable que vayas a ponerla peor, piensa un poco en ella y quédate hasta que Dusan regrese. Seguro le darán de alta pronto.

—¿Qué le sucedió a Dusan? ¿Cómo terminó en el hospital? ¿Otra vez se metió una dosis de droga? ¡Dímelo!

—Su adicción no tiene nada que ver en este asunto, pero el tema de la droga sí.

—No entiendo.

Su corta paciencia lo hace respirar y suspirar varias veces seguidas.

—Dusan tiene enemigos, esos mismos trataron de realizar un experimento con una nueva droga con él aprovechándose de su adicción. Él se negó y lo chantajearon con lastimar a Esme, por eso cedió a ser el conejillo de indias de esos malditos. Al final ese experimento casi le cuesta la vida y fue internado a tiempo en el hospital.

Un mareo repentino nubla mi clara visión, mis piernas tiemblan descontroladamente y la estabilidad desaparece bajo mis pies.

—¡Hey! ¿Estás bien, niña? —Travis me sujeta del brazo sin ninguna delicadeza, pero me fue útil para volver en sí.

—Ya suéltame —aparté su mano—. ¿Viste la hora que es?

—¿Me estás echando? Es la casa de mi primo, no seas grosera.

—Y yo soy su hermana, ¿ya olvidaste todas las veces que me lo repetiste?

¡Soy estúpida! Quedé en que olvidaría el tema, pero yo misma metí la pata.

—¿Sabes qué se me vino a la mente?

—No, y tampoco te lo voy a preguntar.

—Ese día que tuviste la valentía de ir a mi casa tú me dijiste algo que aún me tiene impactado.

—Pues yo ya lo olvidé y te recomiendo que también lo hagas. Entre nosotros no ha pasado nada de nada, ¿fui clara?

—¿A qué se debe ese cambio de actitud, si puedo saber?

—No estoy interesada en ti, solo estaba probando tu lealtad a Dusan. Eres un hombre con experiencia en utilizar mujeres, soberbio, sin sentimientos… Además, eres muy mayor para mí. No eres mi tipo. Pero quién soy yo para opinar, seguramente estoy aburriéndote ahora mismo…

—Continúa hablando. Quiero oír más.

Se sirve un vaso de whisky de la botella que estaba en el centro de la mesita.

—¿Qué? —volteo a verlo, anonadada.

Creí que darle en el ego era una buena técnica para ahuyentarlo.

—No todos los días oigo a personas dándome su punto de vista acerca de cómo les parezco, la mayoría me teme y a veces resulta incómodo convivir con personas así.

 —A mí no me provocas miedo, pero sí mucho aburrimiento —lo tomo del brazo y lo llevo conmigo hasta la salida—. Ahora sal, por favor. No quiero tener problemas con Dusan si la servidumbre le comunica que estuve a solas contigo.

—En ese caso seré yo el que esté en graves problemas y no tú. Dusan te adora como su hermana y yo solo soy su primo, ¿a quién crees que elegiría si descubre lo de la noche en Venecia?

Le cubro la boca con una mano. Ahora resulta que también debo soportar sus comentarios imprudentes.

—Baja la voz o te escucharán —susurro.

—¿Y qué si lo hacen? “Lo que no fue en tu año no te hace daño”, y Dusan no tenía nada que ver contigo cuando nos conocimos, ¿qué podría reclamarme?

—¿Volvimos al tema de la noche en Venecia?

—No conozco nada de ti y es lo único de lo que puedo hablarte para que me prestes atención.

 —¿Atención? ¿Para qué querrías mi atención?

Su sonrisa malditamente enloquecedora toma forma en sus labios. Sin el temor de que alguien nos vea se me acerca con pasos lentos que me ponen más nerviosa de lo normal. Retroceder para escapar no me funcionó porque choqué con la pared. Me estremecí de pies a cabeza al instante que tuve contacto directo con su cuerpo. Su brazo arriba de mi cabeza, sus ojos puestos en los míos, su respiración chocando en mi nuca, y sobre todo su boca a escasos centímetros de la mía es todo lo que está mal… pero se siente bien. Por instinto mis ojos se cerraron esperando un beso que el maldito reemplazó con una risita cargada de burla.

—Hasta pronto, Daphne —sonriente se alejó para cruzar la puerta, desapareciendo de mi presencia.

Incluso la respiración se me alteró.

¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué tuve que cerrar los ojos? ¿En verdad estaba esperando que me besara? Me vi como una estúpida. Esta noche no ha sido la mejor que digamos. De alguna u otra forma siempre termino en una situación humillante.

...TRAVIS...

Lo que habla Jessa de mí al final sí parece tener cierta verdad. Soy un imbécil bipolar.

¿Por qué fui a verla con la excusa de contarle lo de Dusan? ¿Por qué le mentí a Daphne diciéndole que Esme me había enviado si lo cierto es que tenía la necesidad de verla? Son cosas pasajeras, lo sé. Daphne es solo una chica que acaba de cumplir la mayoría de edad, es incluso menor que Jessa, sería juzgado como un depravado si intento algo con ella. No existen las posibilidades de nosotros. Ella es la hermana de Dusan.

—Me siento igual que un jovencito estúpido —murmuro, recordando mi idiotez en la casa de mi primo.

Golpeo el volante y salgo del carro una vez llego a la mansión. El silencio de la noche es perfecto, me comparte tanta paz, aun cuando en mi cabeza hay todo un lío. Me encaminé a la habitación, y ahí estaba ella, dormida en mi cama. El remordimiento nuevamente fue originándome un dolor extraño en el pecho.

¿En serio esto es lo correcto?

A paso lento me dirigí a la orilla de la cama, a su lado. Y por más que me contuve a acariciar su cabello, lo hice.

—Mis esfuerzos por odiarte seguirán siendo en vano si te sigo teniendo cerca —musité.

Tenerla en esta situación, esposada, prisionera, en realidad hace que me cuestione si soy el mismo de hace tres años.

¿Por qué entre todas las personas justo tuvo que ser ella la que lleva la sangre del asesino de mi padre en sus venas?

Una parte de mí dice que debo vengar a mi padre de alguna manera, pero por otra… está ella. No tengo el valor de lastimar a la mujer que una vez me devolvió las ganas de vivir.

Rahab…