Siempre nos hemos preguntado qué sucede después de la muerte. No sé qué le ocurre a los demás, pero para mí fue una oportunidad única: regresar y hacer justicia. Mi muerte no fue un accidente; alguien acabó con mi vida, y ahora he vuelto para descubrir la verdad detrás de ese secreto. He regresado para reclamar lo que es mío y para enfrentar a aquellos que me hicieron daño.
¿Lograré cumplir con mi misión? Acompáñame en esta emocionante historia y descubramos juntos lo que el más allá tiene reservado
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Capitulo IX Empezar a vivir su nueva vida
Dos semanas habían pasado y Elena al fin había sido dada de alta. Al fin iba a poder salir y buscar a su familia. Pero tenía un inconveniente y era que no sabía a dónde ir, pues según lo que recordaba de este cuerpo no tenía un lugar fijo para vivir y parecía más una vagabunda que otra cosa.
Inés entró en la habitación y encontró a Elena mirando por la ventana de la habitación. “¿Qué haces?, ya debes buscar tus cosas para al fin ir a tu hogar”.
“Mi hogar, ¿realmente tengo uno?”. La voz cansada de Elena mostró su estado de ánimo.
“Perdón, olvide que no tenías a nadie, pero no estés triste. Estuve pensando y se me ocurrió algo”. Inés se escuchaba muy animada.
“Dime que se te ha ocurrido ahora”. Ellas dos se habían hecho amigas el tiempo que Elena estuvo en el hospital.
“Vivo en un apartamento rentado y a veces me cuesta pagarlo yo sola. ¿Qué te parece si lo compartimos?”. Inés estaba animada, y eso se notaba en su tono de voz.
“Estás segura. Mira que no tengo trabajo y apenas voy saliendo de recuperación”. Elena estaba preocupada por su situación actual.
“Tranquila, ya también pensé en eso. Eres una periodista. Podemos empezar a meter tu currículum en varias revistas y periódicos, pienso que alguien se podría interesar en ti”. Inés era muy optimista, pero la realidad era otra.
“Gracias por intentarlo, pero sabes que nadie me querrá contratar como periodista. Después de lo que hice, estoy rayada en ese medio. Pienso que es mejor buscar trabajo en otro lado”. Las palabras de Elena eran verdad. Ella había arruinado su carrera por testaruda.
“Pienso que no fue para tanto, un error lo comete cualquiera”. Indico, Inés, encogiéndose de hombros.
Cuando Elena despertó en este nuevo cuerpo se sintió al principio, desubicada, luchando por adaptarse a su nueva realidad mientras intentaba recordar detalles de su vida anterior. Sin embargo, los recuerdos que llegaban eran los de la dueña de su actual cuerpo. Siendo una periodista tan joven, la otra Elena se metía en muchos problemas hasta el punto de casi perder la vida tratando de desenmascarar a una red de criminales muy peligrosos. Ella sabía que no podía quedarse mucho tiempo en esa ciudad, sino su vida también peligraría. Por eso había decidido encontrar pistas de su antigua vida y salir de esa ciudad. Solo esperaba que mientras eso pasaba no pusiera en peligro la vida de Inés, ella era una buena chica, solo que muy soñadora.
Las dos salieron del hospital, Inés llevo a Elena a su departamento, era un lugar bastante pequeño, contaba con dos habitaciones, era suficiente para esconderse un tiempo.
Los días siguieron pasando y Elena seguía buscando a su familia, si al menos recordara en qué ciudad o país vivía sería mucho más fácil. Para poder justificar que no había salido a buscar trabajo, Elena le había dicho a Inés es que estaba trabajando en un artículo muy importante y que necesitaba estar en casa para poder redactarlo. Inés le creyó, pues así eran los periodistas, siempre escribiendo e investigando artículos. además, Elena cumplía con sus responsabilidades económicas y eso era suficiente.
Un día frustrada y sin ánimos de seguir investigando, lanzó su cuaderno al piso, cayendo este sobre los zapatos perfectamente blancos de enfermera de Inés.
“Amiga parece que estás enojada”. Dijo Inés levantando las manos en son de paz.
“Lo siento Inés, es solo que estoy cansada de buscar información sobre esta mujer y no encuentro nada, es como si nunca hubiera existido”. Respondió Elena llevando sus manos a la cabeza.
“Déjame ver, a lo mejor sé dé quién se trata”. Comento Inés leyendo el nombre del cuaderno.
“¿En serio quieres saber de Elena Del Castillo?, el mundo es tan pequeño”.1 Respondió Inés con una sonrisa.
“¿La conoces?”. Pregunto, Elena sorprendida.
“Si, la conocí, era una joven muy hermosa, buena y amable. Fue una lástima lo que le paso”. Manifestó Inés con tristeza.
“¿Sabes dónde vivía?, ¿lo que le pasó?”. Volvió a preguntar, Elena intrigada.
“No recuerdo mucho de su vida, mi mamá trabajaba en la mansión de los Del Castillo. Yo tenía apenas diez años y vivía con mis papás, solo la llegué a ver una vez en la vida, pero ese día me trató como si fuéramos iguales”. Contó Inés viéndose notablemente afectada por la situación.
“¿Qué pasó con la familia de Elena Del Castillo?”. Pregunto, la actual Elena curiosa.
“Ellos son españoles, después de la muerte de su hija vinieron y se establecieron en este país, ahora están en Miami siguen siendo igual de poderosos que antes. Es todo lo que te puedo decir”.
“¿Por qué no hay registros de ella en la Internet?”. Pregunto Elena curiosa.
“Son gente con mucho dinero, ellos simplemente no quisieron que los curiosos intervinieran más en sus vidas y bueno es todo lo que sé. Ahora levántate de ahí y salgamos de fiesta”. Inés se levantó y empezó a bailar por la pequeña sala, estaba animada y sus amigos del hospital saldrían a divertirse esa noche.
Al principio Elena no quería ir, temía que las personas que casi la matan la reconocieran, pero Inés le dijo que era una fiesta de máscaras en una discoteca y que no pasaba nada si salía pues era imposible que la reconocieran. Elena pensó que si tenía una segunda oportunidad de vivir debía aprovecharla al máximo, la vida era muy corta y debía ser vivida.
Animadas las dos jóvenes fueron por sus atuendos. Inés vestiría un ajustado vestido rojo que le llevaba un poco más arriba de las rodillas, mientras que Elena escogió algo menos llamativo, ella iría con unos jeans rotos, un top y una chaqueta encima, parecía la propia chica mala de la preparatoria. Con sus máscaras en manos salieron al lugar. El ruido era ensordecedor y las luces hacían que dejaras se pensar. Las chicas se integraron al grupo del hospital y empezaron a divertirse sin prestar atención a su alrededor.
