Valeria y Alejandro, unidos por su amor al arte, la música, y las historias, vivieron un intenso romance en el bachillerato. Sin embargo, un malentendido los separó, dejando heridas sin sanar. Ahora, en la universidad, sus caminos se cruzan de nuevo. Aunque intentan ignorarse, Alejandro sigue luchando por reavivar lo que tuvieron, mientras Valeria se resiste a revivir el dolor del pasado. ¿Podrá el amor superar el tiempo y el rencor?
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La propuesta inesperada
Al día siguiente, mi rutina no cambia mucho. Despertar, una ducha rápida, un desayuno ligero y directo a la universidad. Las clases se vuelven cada vez más demandantes, y aunque trato de concentrarme en las materias, Valeria sigue rondando en mi cabeza. Es como si cada rincón de la facultad me recordara a ella, como si los pasillos mismos se hubieran impregnado con su presencia.
Hoy toca Histología, una materia que siempre he encontrado fascinante, pero que requiere mi completa atención. La docente, la doctora Vargas, es meticulosa en sus explicaciones. A pesar de mi distracción mental, trato de seguir el ritmo de la clase. Hoy estamos analizando muestras de tejido epitelial bajo el microscopio, y me esfuerzo en concentrarme. Sin embargo, mi mente sigue volviendo una y otra vez a la misma pregunta: ¿debería intentar hablar con Valeria?
Cuando la clase termina, me encuentro caminando hacia la cafetería. Estoy pensando en lo que Fer y Cristian me dijeron ayer. Aún no he tomado ninguna decisión, pero lo cierto es que sigo con esa sensación de vacío, de que algo me falta. Tal vez tengan razón. Tal vez sea momento de arriesgarme y dar ese primer paso.
Al llegar a la cafetería, veo a Fer y Cristian ya sentados en una de las mesas, esperándome. Los saludo con un gesto y me siento con ellos.
—¿Cómo va todo? —pregunta Cristian, bebiendo de su vaso de café.
—Igual —respondo encogiéndome de hombros—. No ha cambiado nada.
—¿Y qué esperas que cambie? —Fer me mira fijamente, como siempre, directo al punto—. ¿Has hablado con ella?
—No... aún no —admito, sintiendo el peso de mi propia indecisión.
Cristian da una pequeña carcajada y sacude la cabeza. —Hermano, en algún momento tendrás que hacerlo. No puedes seguir así para siempre.
—Lo sé —respondo con un suspiro, mirando mi propio café como si tuviera las respuestas que necesito.
Fer deja su vaso en la mesa y me mira con una mezcla de paciencia y urgencia. —Mira, Alex, está claro que todavía sientes algo por Valeria. Y si no haces algo pronto, vas a perder esa oportunidad para siempre.
Antes de que pueda responder, Cristian interviene con una idea que me toma completamente por sorpresa. —Tengo una propuesta para ti. ¿Por qué no vienes con nosotros este fin de semana a la discoteca?
—¿A la discoteca? —repito, desconcertado—. ¿Qué tiene eso que ver con Valeria?
—Escucha, escucha —Cristian levanta una mano, como si estuviera a punto de presentar el plan del siglo—. Laura me dijo que Valeria ha ido algunas veces con su amiga Daniela. Tal vez sea la oportunidad perfecta para que la veas fuera de la universidad, sin tanta presión.
Mi corazón se acelera al escuchar el nombre de Valeria. La idea de encontrarme con ella en un lugar más relajado, lejos del ambiente académico, suena tentadora. Pero al mismo tiempo, me aterra. ¿Y si las cosas no salen como espero? ¿Y si la veo, pero no tengo el valor para hablarle?
—No sé... —empiezo a decir, pero Cristian me interrumpe.
—Vamos, Alex. No pierdes nada intentándolo. Y aunque no hables con ella, al menos te despejas un poco. Hace tiempo que no salimos todos juntos.
Fer asiente. —Es verdad. Podría ser una buena oportunidad para relajarte y, quién sabe, tal vez las cosas fluyan de manera más natural.
Me quedo en silencio por un momento, considerando la propuesta. Por un lado, tengo miedo de enfrentarme a Valeria en un contexto tan diferente, pero por otro, sé que no puedo seguir evitando este encuentro para siempre. Si no hago algo pronto, las cosas solo empeorarán.
—Está bien —respondo finalmente, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación—. Voy con ustedes.
Cristian sonríe satisfecho y da un golpe en la mesa con entusiasmo. —¡Eso es, hermano! No te arrepentirás.
El fin de semana llega más rápido de lo que esperaba. Me encuentro de pie frente al espejo, ajustando mi camisa y tratando de calmar los nervios que me recorren. No es solo la idea de ir a la discoteca lo que me pone tenso, sino la posibilidad real de ver a Valeria. Por un lado, quiero que ocurra. Por otro, tengo miedo de que ese encuentro no sea lo que espero.
Salgo de casa y me encuentro con Fer y Cristian en la entrada del edificio. Ambos están listos para la noche, con un aire despreocupado que contrasta con mi propia ansiedad.
—Relájate, Alex —me dice Fer, dándome una palmada en la espalda—. Es solo una noche para pasarla bien. No pienses demasiado en lo que pueda pasar.
Cristian asiente mientras nos subimos al auto. —Además, siempre podemos improvisar sobre la marcha. No tienes que tener todo planeado.
El viaje hacia la discoteca es corto, pero mi mente sigue dando vueltas a todas las posibles situaciones que podrían ocurrir. ¿Y si Valeria está allí? ¿Y si no? ¿Qué le diré si la veo? ¿Y si ni siquiera me reconoce? Las preguntas siguen acumulándose hasta que finalmente llegamos al lugar.
La discoteca está llena, como siempre. Cristian y Fer, siendo socios del lugar, se mueven con facilidad entre la multitud, saludando a conocidos y asegurándose de que todo esté en orden. Yo, por otro lado, me quedo en un rincón, observando el ambiente, tratando de relajarme.
Después de unos minutos, Laura se acerca a nuestra mesa, trayendo unas bebidas. —Me alegra que hayas venido, Alex. —Me sonríe amablemente—. Sé que esto no es lo tuyo, pero tal vez te venga bien.
Le agradezco la bebida y tomo un sorbo, tratando de aliviar la tensión. El ambiente está lleno de música y luces, un contraste absoluto con el silencio de la universidad. A medida que pasa el tiempo, empiezo a sentirme un poco más cómodo, aunque sigo alerta, esperando cualquier señal de que Valeria esté allí.
Y entonces la veo.
Está en la otra esquina de la discoteca, hablando con Daniela. Mi corazón se detiene por un segundo. Valeria no ha cambiado mucho desde la última vez que la vi, pero hay algo diferente en su expresión, algo que no puedo descifrar. Mi primer instinto es acercarme, pero me detengo. ¿Qué le diré? ¿Cómo actuará ella al verme?
Fer, que ha notado mi tensión, se inclina hacia mí y me susurra. —Es tu oportunidad, Alex. No la dejes pasar.
Pero por ahora, no me muevo. Prefiero observar desde lejos, tratando de encontrar el valor para dar ese primer paso.