Arderá Mi Alma

La ciudad estaba en una paz rotunda. Aburrida para muchos. Al fin la gente podía caminar por las calles sin tanto temor. Los grupos rebeldes habían sido prácticamente extintos en la zona gracias al nuevo grupo de Protección Civil. Cada que aparecían, se pavoneaban demostrando sus grandes torsos musculosos o sus habilidades perfectamente seleccionadas para la situación. Aquel grupo de cuatro o cinco no dejaban pasar desapercibido ningún tipo de conflicto o delito. Verdaderamente, o entiendo cómo hacían para estar en cada lugar.

Por más que nuestras pulseras eran difíciles de ocultar en verano, ya no nos trataban tan mal. Lili logró conseguir un trabajo repartiendo periódicos por la ciudad. Pero Irene no podía cambiar de rubro. Su rostro seguía siendo muy conocido.

Intentamos huir de la ciudad pero cada que lo hacíamos, aquel grupo de protección civil aparecía. Sabíamos quienes éramos. Fueron muchas las ocasiones que nos lo impidieron. Moneda corriente decían. Aunque les llamaba un poco la atención como un brazalete naranja y uno amarillo estaban juntos. Creo que en el fondo lo les agradaba que nos relacionemos.

Detestaba el regreso a casa después del trabajo. Siempre que llegaba la casa estaba vacía. Irene venía a altas horas de la madrugada y solo deseaba bañarse. Dejaba el dinero que recaudaba sobre la mesa y se acurrucaba a mi lado.

Cuando acabará esto. Pensaba.

No quería que nadie más la tocara. Ella era lo más valioso que tenía en mi vida. Pero los demás solo la veían como un objeto.

Nuestra confianza había llegado a tal punto que ambas sabíamos todo de nuestro pasado. Incluso hasta lo que pensábamos. No era necesario decir una sola palabra, con una mirada ya sabíamos todo.

Los días libres salíamos de la mano a recorrer los extensos campos verdes que quedaban a pocas horas de casa. Lejos de todo y todos. Nos recostábamos en el y reíamos de cualquier tontería. Era tan bello ver el cielo juntas.

Me era muy injusto el trato que Irene recibía por los demás. Ellos no saben lo que en verdad sucedió. Suena un poco loco, no lo negaré, pero creo en ella. En este mundo, hasta un superdotado pudo haber manipulado el lugar para que ella sea la víctima allí.

Ella siempre que recuerda mi historia dice que soy la villana de una historia mal contada. Que jamás debo arrepentirme de lo que soy.

¿Qué soy?... una simple humana... temerosa de lo que te pueda suceder con aquellos pervertidos en la noche. De no tener la suficiente fuerza para protegerte.

Pero al fin entendiste. Oíste mi desesperación y terror. Alejarnos de aquello era lo mejor.

Buscamos por doquier ayuda de algún dotado que pudiese quitarnos las malditas pulseras. Fue tan difícil... Irene lo encontró... siempre me preguntaré cuan caro habrá salido su trabajo. Nunca me lo dijiste...

Nuestras muñecas libres al fin. Que placer tan regocijante era eso. Poder al fin ir al dónde se nos plazca sin que nadie nos persiga.

El temor de que alguien note el delito que habíamos cometido era inmenso. Tan solo uno que vea nuestra pálida muñeca nos enviaría directo a un centro nuevamente.

Era tan feliz mi vida ahora. Mucho más porque sabía que Irene ya no trabajaría de aquello.

Mi trabajo de repartidora había terminado al igual que nuestra miseria. Mis días se basaban en clasificar a que direcciones irían esos periódicos. No salí más a la calle. Podría decir que era un ascenso, al igual que mi sueldo. Con esto podríamos vivir cómodamente en un mejor lugar. Con un patio pequeño y un colchón nuevo y más grande. No era que me molestase dormir apretadas. Pero quería lo mejor para Irene. Ella había hecho tanto por mí. Recuerdo las noches que fingía no tener apetito para que yo comiera. La amo tanto.

Por un momento tuve una idea cuando note en uno de los anuncios esa pequeña casa que ofrecían a un precio accesible. De inmediato pensé en darle una gran sorpresa a ella mostrándole nuestro nuevo hogar. No quedaba tan alejado del trabajo. Aunque desde donde vivíamos era un tanto difícil llegar. Que más da. Mañana es mi día libre y quiero sorprenderla.

Aquella noche, mi cuerpo explotaba de la emoción. Quería contártelo todo. Claro que lo notaste. Me conocías demasiado.

_ Te veo muy feliz. _ me dijo

La miré y tomé su mano. Le dije cuanto la amaba y lo agradecida que estaba por todo lo que había hecho por mi. Llore de tristeza recordando todo lo que tuvo que pasar. Su pasado y las circunstancias que la llevaron a encontrarme. Si tan solo tuviera la oportunidad de cambiar tu pasado a algo mejor daría mi vida...

Aquella noche te beso. Sentí tu corazón latir junto al mío. Tu piel desnuda y cálida. Aquel placer de saciedad plena. Oír tu voz estremecía mi piel.

Después de tomar el tren, dos olorosos subterráneos y una extensa caminata llegamos al fin. Nuestros ojos se iluminaban. Ya imaginábamos donde iría la cama, y alguno de nuestros muebles. Lo más emocionante era la ducha perfectamente funcional. Sin dudarlo pagué el alquiler. Esa sensación de libertad era maravillosa.

Vivir allí era como un sueño.

La mudanza resultó simple. No teníamos tantas cosas como pensábamos. Ahora que veíamos nuestro nuevo hogar nos percatamos que debíamos comprar más cosas. Así que salimos a tomar algo de aire por la zona y ver que nos encontraríamos.

Una casa de electrodomésticos gigante estaba a pocas cuadras. En las pantallas que daban a la calle pasaban las noticias del país y los delitos que se iban incrementando rápidamente y se esparcían a los poblados más pequeños. Las personas observaban con desinterés. Algunos ancianos que pasaban reían de la situación. Sabían que la Guardia Civil estaba atenta a todo.

Aquello me tranquilizo. Pero Irene estaba algo preocupada.

La miré y le pregunté que le sucedía.

En voz baja me dijo que cualquier rebelde podría estar entre nosotros. Sin aquellas pulseras eran prácticamente invisibles a la Guardia Civil.

Fue en ese preciso momento en el que el mundo se detuvo y caí en la realidad. Así como nosotras habíamos logrado escapar y borrar ese sello de nuestros brazos, ellos también podrían haberlo hecho. Sus palabras me paralizaron.

Cada que salía, caminaba precavida. Nunca andaba sola en la calle. De algún modo lograba a ver a los superdotados de la Guardia por los techos o las tiendas. Y la larga conversación que habíamos tenido con ella, para que se resguarde en casa o trabaje desde allí, había servido.

Mi rutina no era más que levantarme para ir al trabajo y volver a casa. Las compras puedo decir que bastaba con ir al mercado una sola vez al mes. La provista era bastante abundante, uno nunca sabe.

Ese día algo diferente ocurrió. Los viejos relajados de antes ya no estaban por las calles. Y la Guardia Civil era mayor que lo normal. Escuche rumores en el trabajo que uno de los grupos rebeldes había aparecido en el pueblo lindero y había hecho estragos. Varias personas habían resultado heridas, aunque nada grave.

Eran ya las siete de la tarde y hacía algo de frío. Si tan solo le hubiese hecho caso a Irene en traer la bufanda...

Llegue a casa y la encontré a oscuras. Estaba a solas. Busque en el baño a Irene, pero no la encontré. En la mesa encontré una pequeña nota que decía que iría al mercado por algo especial para la cena. Lo había olvidado, era mi cumpleaños.

Deje mi bolso sobre la mesa y volví a salir. No quería que a esta hora esté sola por las calles. Aún temía que alguien la reconociera.

Supuse que iría al mercado más grande, el que está a unas cuadras, así que fui directamente hacia él.

En la puerta la vi, luchando con grandes bolsas cargadas de vaya a saber que. Me resultaba tan tierna. Llegué corriendo a ayudar y reía como tonta.

_ No puede ser... ¿Saliste antes hoy?

Me reí nuevamente y tomamos el mismo camino a casa. De la mano nos encontramos con todo el regreso a solas. Era tan calmo y privado. De un tirón me llevó a una pequeña calle callecita que cruzaba la vía. ¿Todo esto para desearme feliz cumpleaños? Pensé

Mi corazón se derretía con esas dulces palabras de felicidad y prosperidad que me deseabas, y las disculpas por la ausencia de mi regalo.

Si supieras que nunca quise uno... Solo pedía estar a tu lado. No necesitaba nada más. Me abrazaste y besaste. Me palmeaste el trasero cuando me hinque a tomas las bolsas y sonreíste picara. Sabía lo que me esperaba de regreso, y lo deseaba demasiado.

Pero tu bolsa se rasgó. Los duraznos rodaron por la calle y corrí por ellos. Cuando voltee te vi. Pálida y aterrada. Tu mirada en lo alto me inundó de pánico. Jamás creí quedarme así de inmóvil.

Corriste hacia mi desesperada olvidando todo lo que tenías en tus manos. Imagine que algo caería sobre mi cabeza. De verdad deseaba que sea eso.

Detrás mío estaban ellos, con sus risas burlosas. Uno a uno fueron apareciendo como manada de lobos hambrientos. Temía lo peor.

Irene se puso delante mío. Sabía perfectamente quiénes eran. La miré y me señaló sus muñecas. Pulseras rojas...

Espere angustiada la llegada de la Guardia Civil. Con su entrada triunfal como lo mostraban aquellas pantallas del centro comercial. Pero jamás llegaron.

Sin notarlo, mi cabeza había comenzado a sangrar. Aquel golpe me desestabilizo totalmente. Creí haber perdido la noción por unos segundos, pero habían sido más, muchos más.

Lo que vi al habría los ojos... Irene... mi hermosa Irene... no la toquen!!!

Mi fuerza era tan débil, mi naturaleza tan inútil e inferior. Fue en ese momento que desespere y comencé a gritar. Sentía como se desgarraba mi garganta y como mis pulmones consumían hasta la última gota de aliento.

Ya no tenías fuerzas, te habías rendido, tu vista perdida hacia mí me pedía perdón. Sus sádicos sentidos de odio y placer al ver su sufrimiento, me habían obligado a ver aquella aberración. Como uno a uno se turnaban y te embestían brutalmente. Te golpeaban y despertaban cada que perdías la conciencia.

Deseaba nunca haber nacido, para evitar que fueras a aquel mercado para mi cumpleaños, supliqué y supliqué por ayuda. Pedí que te dejaran ir y me usarán a mí. Pero solo empeoró todo.

De mi cabello me habían tomado y como bestias se habían montado sobre mí. Por un momento pensé que habían accedido a mis súplicas y te dejarían. Pero malditos herejes como ellos jamar harían eso. Te rompieron toros los dientes para que quedes totalmente indefensa ante ellos. Vi como su vida se iba poco a poco. Hasta que dejaste de luchar...

Los mataré... Juro que acabaré con todos... haré lo que sea para hacerlos sufrir!!! Desearan nunca haber nacido, seré su peor pesadilla, me comeré sus entrañas mientras sigan vivos, sufrirán bajo mi mano y pedirán a gritos que los mate!!!

Solo reían sin detenerse... Irene lo siento tanto... siento ser una simple humana...

Cerré mis ojos y esperé mi muerte...

_¿QUIERES MATARLOS?... SI ACEPTAS MI PACTO LO HARÁS.

Dijo una voz en mi cabeza.

_ Sí, quiero. Aceptaré lo que sea si me dejas acabar con ellos.

_TE DARE LO QUE DESEAS, A CAMBIO DE TU ALMA.

_ Toma lo que quieras de mí.

_ TU NOMBRE AHORA SERÁ LILIT, HIJA MIA