Un soldado de un antiguo reino fue sometido a un experimento para transformarlo en un arma de destrucción masiva mediante alteración genética. Algo salió mal y despertó mil años después, en un mundo mágico lleno de bestias de fantasía. Desorientado, encuentra las ruinas de su reino y un nuevo campo de batalla entre civilizaciones desconocidas. Con habilidades sobrehumanas, debe descubrir su propósito en este nuevo y peligroso mundo.
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Capítulo 9: Un Nuevo Amanecer
El sol comenzaba a despuntar sobre el horizonte, bañando la aldea desierta en una luz dorada que filtraba a través de las hojas de los árboles circundantes. Zen se despertó en la casa del difunto líder orco, disfrutando de la comodidad relativa que había logrado crear en su nuevo refugio. A pesar de la crudeza de los días anteriores, esta mañana se sentía extrañamente tranquilo y optimista.
Zen se estiró, sus músculos se relajaban mientras se preparaba para la nueva jornada. Había pasado la noche en un lugar más cómodo que cualquiera de los refugios improvisados que había encontrado en su exploración. La casa de Grugor no solo era lo suficientemente grande para acomodar su enorme tamaño, sino que también ofrecía una estructura sólida que podía modificar y reforzar según sus necesidades.
Decidió que era hora de hacer algo más que simplemente cazar y recolectar alimentos crudos. Como humano, Zen había sido un cocinero talentoso, y aunque su nueva forma le imponía algunas limitaciones, su habilidad para manipular ingredientes y crear comidas deliciosas no había desaparecido. En la cocina improvisada, comenzó a preparar una comida con los ingredientes que había recolectado en la aldea. Utilizó las hierbas y las carnes disponibles para preparar un guiso sencillo, pero sabroso, que le recordó a los días más tranquilos de su vida pasada.
Mientras cocinaba, su mente vagaba hacia los tiempos en que solía disfrutar de la cocina como una forma de relajarse y crear algo especial para los demás. A pesar de su nueva forma y sus responsabilidades, esa chispa de creatividad culinaria seguía viva en él. El olor del guiso llenó la habitación, recordándole que incluso en medio de la desolación y el cambio, había pequeños placeres que podían traer un rayo de luz a su vida.
Después de desayunar, Zen se dirigió al arsenal improvisado que había montado con las armas que había encontrado. Entre ellas, el hacha de Grugor destacaba por su tamaño y diseño robusto. Era un arma formidable, diseñada para causar un daño devastador en combate. Aunque Zen sabía que sus propios golpes eran más duros y poderosos que los del arma, y que sus garras eran más afiladas y peligrosas, había algo en el hacha que le llamó la atención.
Examinó el arma con detenimiento y descubrió que estaba grabada con un hechizo de mejora física. Era un encantamiento simple, diseñado para aumentar la fuerza y la resistencia de quien la blandiera. Aunque el hechizo era básico, Zen sabía que podría ser útil en situaciones donde se encontrara en peligro o enfrentara un combate particularmente difícil. Decidió conservar el hacha, consciente de que cada ventaja, por pequeña que fuera, podría marcar la diferencia en su búsqueda de respuestas y en su lucha por sobrevivir.
Con su equipo preparado y su estómago lleno, Zen se dispuso a partir hacia la aldea humana que había identificado en el mapa. Se cargó con provisiones y ajustó el hacha a su espalda, listo para cualquier encuentro que pudiera surgir en el camino. Mientras avanzaba por el bosque, sus pensamientos giraban en torno a los seres que podrían representar una amenaza para él. Había derrotado a los orcos con relativa facilidad, y eso lo llevó a preguntarse cuántas criaturas en este nuevo mundo serían realmente capaces de herirlo.
*He enfrentado a los orcos y he salido victorioso*, reflexionaba Zen mientras sus garras crujían las hojas caídas bajo sus pies. *Pero hay seres más poderosos que podrían representar un desafío real. Cíclopes, dragones, demonios de alto rango… esos serían oponentes dignos. Pero en estos mil años, ¿qué nuevas especies habrán surgido?*
La posibilidad de enfrentar criaturas desconocidas lo intrigaba tanto como lo preocupaba. Su nueva fuerza y habilidades le daban una ventaja considerable, pero la falta de información sobre el mundo actual era una desventaja significativa. Zen sabía que debía mantenerse alerta y preparado para cualquier cosa, especialmente en un entorno que había cambiado tanto desde su último contacto con la civilización.
Tras varias horas de viaje, Zen comenzó a divisar la aldea humana en la distancia. Sus nuevos sentidos le permitían ver con claridad incluso a grandes distancias, y pudo observar la actividad en el pequeño asentamiento desde una colina cercana. La aldea estaba rodeada por campos de cultivo y delimitada por una rudimentaria empalizada de madera. Las casas, aunque modestas, parecían bien construidas y mantenidas.
Zen se detuvo a observar la aldea con detenimiento. Sabía que acercarse sería difícil debido a su tamaño y apariencia imponente, que seguramente asustaría a los habitantes. Desde su posición elevada, pudo ver a la gente ocupada en sus quehaceres diarios: agricultores trabajando en los campos, niños corriendo y jugando, y mujeres y hombres llevando a cabo tareas cotidianas. La vida en la aldea parecía tranquila, casi ajena a los peligros del mundo exterior.
Mientras observaba, Zen notó varios puntos estratégicos que podrían ser útiles si decidía acercarse más. Había una torre de vigilancia en el centro de la aldea, y desde allí, los guardias parecían patrullar regularmente las murallas. También vio varios edificios que podrían ser almacenes o lugares de reunión, donde podría obtener información valiosa sobre el estado actual del mundo y los posibles peligros en su camino.
*Es un lugar bien organizado*, pensó Zen, admirando la eficiencia con la que los aldeanos llevaban a cabo sus tareas. *Pero también es vulnerable. Si los orcos hubieran atacado, no habrían tenido ninguna oportunidad. Debo ser cauteloso.*
Mientras Zen continuaba observando, notó algo sorprendente. Reconoció el estandarte ondeando en la entrada de la aldea: pertenecía al reino de Marly. En su tiempo como humano, Marly había sido un pequeño reino apenas en desarrollo, luchando por establecerse en el mapa. Pero ahora, parecía haber expandido su influencia significativamente, ocupando territorios que alguna vez pertenecieron a Mecaget. Esta revelación lo dejó perplejo. *¿Cómo pudo Marly expandirse tanto?* pensó, *Este territorio solía pertenecer a Mecaget. Algo muy importante debió ocurrir en estos mil años.*
Mientras reflexionaba sobre el crecimiento inesperado de Marly, su atención fue captada por la llegada de varios carruajes. Eran carruajes de provisiones escoltados por un grupo de guerreros y, para su sorpresa, una maga. La caravana se dirigía hacia la aldea con una urgencia inusual, lo que indicaba que llevaban algo más que simples suministros.
Zen observó detenidamente a la maga. Su presencia era inusual en una aldea tan pequeña, lo que indicaba que debía ser una figura de cierta importancia. La maga parecía tener el control de la situación, dando instrucciones a los guerreros y asegurándose de que la caravana llegara sin contratiempos. Zen intuyó que provenían de la torre destruida que había visto en el mapa, y que debía haber más en juego de lo que parecía a simple vista.
La llegada de la caravana y la presencia de la maga confirmaron que había más por descubrir en la aldea de Marly. Zen decidió mantener su distancia por el momento, observando desde las sombras y recolectando la mayor cantidad de información posible antes de decidir su próximo movimiento. Sabía que su apariencia y tamaño lo harían destacar demasiado, y cualquier interacción con los aldeanos debía ser cuidadosamente planeada para evitar el pánico y la confrontación.
Con el sol ya alto en el cielo, Zen decidió que era hora de moverse. Se deslizó suavemente entre los árboles, buscando una posición más cercana desde la cual pudiera continuar su vigilancia sin ser visto. Sabía que cada paso que daba lo acercaba más a desvelar los secretos de su pasado y a entender mejor el nuevo mundo en el que había despertado. Y aunque el camino sería largo y lleno de desafíos, estaba decidido a enfrentarlo con la fuerza y la astucia que su nueva forma le había otorgado.
Mientras se preparaba para el viaje a la aldea humana, reflexionaba sobre la importancia de entender la dinámica actual del mundo. El ascenso de Marly y la caída de Mecaget eran solo la punta del iceberg de un mundo que había cambiado radicalmente en su ausencia. Cada nueva pieza de información que recolectaba era un paso más hacia la comprensión de su nuevo entorno y hacia la búsqueda de un lugar donde pudiera encontrar respuestas.