Cuando El Amor Te Aplasta

Jason ayudó a Franco a meter a Cristian al auto.

_ Gracias, una vez más. ¿Eres amigo de Rose? - tenía curiosidad, quería saber que tipo de relación tenían.

_ Sí, se puede decir que sí - respondió. La respuesta no le pareció lo suficientemente precisa, ¿Qué quiso decir con que se puede decir que sí? ¿Acaso tenían una relación ambigua, que a veces podría interpretarse como otra cosa? ¿Eran amigos con derechos? Todas estas interrogantes pasaban por la cabeza de Franco, pero él no era nadie en la vida de Rose. No tenía derecho a preguntar.

La expresión en la cara del chico era tan evidente, que Jason pareció adivinar lo que pensaba. Así que decidió ampliar la información.

_ Nos conocimos hoy. Por eso dijo que tú me dirías a que colegio va - le recordó - para contactarla.

El joven solo asintió, con la mirada agachas. Al Dragón le pareció divertido, que las expresiones de su cara, delataran tanto sus pensamientos. Así que pensó que jugaría un poco con su mente.

_ Entonces, ¿A qué colegio van? Para ir a verla.

Franco no contestó en seguida evidentemente, estuvo pensando que decir. Fingió reír de forma avergonzada.

_ Amigo, esto te parecerá increíble. Pero ¿Podrías creer que no recuerdo el nombre del instituto? Es que soy nuevo sabes, y la verdad no le he prestado atención. Yo solo voy.

Jason quería reír, esa era la respuesta más estúpida que se le pudo ocurrir a alguien. Evidentemente, le gustaba la chica y no quería decirle.

_ ¿Cómo es el uniforme? ¿O la insignia? Sí me dices eso podré ubicarlo.

_ Lo siento, amigo. Pero no voy a decirte. Porque sí no te lo dijo ella, tal vez lo que dijo, solo lo hizo por cordialidad y realmente no quiere que la ubiques. Como ella y yo somos amigos, le preguntaré que es lo que quiere y te lo haré saber. Dame un número y yo te llamaré.

El hombre sabía que le estaba mintiendo. Ellos no eran amigos y lo más probable es que ni siquiera se hablaran. Pero por lo visto el joven iba hacer cualquier cosa con tal de evitar que él la busque. «Tonterías de niñatos», pensó. Él solo tenía Veinticuatro años, pero ya había pasado esa etapa en la que se comportaba ridículamente.

_ Mejor, no. Le preguntaré que quiere en persona. Seguro me la encontraré.

Esas palabras fueron como dagas. Él no podía hacer nada contra eso. El efímero momento en que tuvo cierto control sobre la vida de Rose, había acabado.

_ ¿Quieres que te lleve? - le preguntó, a Jason. Con una expresión casi amargada en la cara.

_ No hace falta. Vivo cerca. Adiós amigo - le dio la espalda y se alejó.

Era un tipo grande de músculos bien definidos. Por lo que vio, peleaba muy bien. Y para colmo era muy agradable. Sintió envidia. Subió al auto y se marchó sin a avisarle al resto de sus amigos.

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El lunes por la mañana Rose y Laura se preparaban para ir al colegio.

_ Amiga, ayúdame a cubrir el moretón. Se sigue viendo - se quejó, mientras se colocaba base en exceso.

_ Ya te dije que primero va el corrector amarillo, a ver déjame ayudarte - se acercó y comenzó a sacarle todo el maquillaje - Rose, no sé si quiero volver a hacer lo de la otra noche. Un día podrían golpearte muy feo. Sabes que esa gente, muchas veces no juega limpio.

_ Lo sé, es solo que me gusta y se me da bien pelear.

_ También se te da bien bailar

_ Por favor, Laurita. Dime ¿Conoces alguna bailarina gorda? - su amiga la miró feo.

_ Ya te he dicho miles de veces, que odio que te llames así a ti misma. Tú no eres gorda.

_ Sí lo soy. Y no es que me moleste o esté mal serlo. Me gusta como soy, me gustan mis enormes pechos, que esas flacuchas envidian y tienen que pagar para tenerlas así. Amo mis caderas redondas y mi trasero. Amo todo mi cuerpo y todo lo que soy. Pero la sociedad no. Y eso lo sé, desde hace mucho tiempo y tú también.

_ O sea que te estás dando vencida.

_ No, obvio que no. Voy a seguir bailando e intentándolo. Pero soy realista y también soy muy buena peleando y me encanta. Y no les voy a dar el gusto de destruir mi sueño, no tengo un solo sueño tengo varios. Y si me los rompen todos, me inventaré otros. Soy una luchadora, lo sabes.

Laura la miró con lágrimas en los ojos, ella mejor que nadie sabía todos los insultos que su amiga tuvo que aguantar a lo largo de la vida. La admiraba tanto, no entendía de dónde sacaba toda esa fortaleza.

_ Eres la mejor - la abrazó - te adoro amiga.