Julia jamás se imaginó lo caprichosa de la vida aquella noche. Un grupo de borrachos la persiguen, se esconde en el auto de un extraño provocando su ira. Como cereza del pastel, presa del miedo se lanza a los brazos de aquel hombre que sin saberlo convertirá su vida en un carrusel de descontrol. ¿Quieres saber en que termina? Entonces sumérgete en este intrigante relato, en donde los caprichos del destino están a la orden del día.
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Capitulo 6
El hombre desalmado
Cuando abrí mis ojos, el sol me dio en toda la cara, intenté moverme y me salió un quejido de mi boca por lo adolorido de mi cuerpo, miré a mi alrededor y todos los recuerdos saltaron a mi mente, había… Había tenido relaciones con aquel hombre, mi primera vez… de repente entro alguien, me tapé con lo primero que tenía a la mano asustada, al alzar mi mirada me encontré con aquel elegante portento de hombre, que la noche atrás había echo de mi un papel arrugado. Con un caminar elegante y seguro se posó a unos metros de mi en compañía de una mujer de mediana edad que vestía muy formal, y llevaba en sus manos una bandeja de plata, en donde se posaba perfectamente en el centro una simple pastillas, se quedó mirándome con intensidad para luego decir.
—Señorita, Higgins entréguele la píldora a esa mujer —ordeno y rápidamente le mire, mientras observaba su reloj sin mucha importancia, como si lo que hubiera dicho no fuera nada. La mujer me ofreció la pastilla, confundida vi como aquel hombre despiadado se acercaba hasta mí, me abracé con fuerza sin poder mirarlo a la cara.
—¿Que más quieres de mí…? —murmure con dolor y con firmeza volvió a ordenar esta vez a mí.
—Tomate la píldora —al oír esas frías palabras me cuerpo se paralizo, como podía ser tan desalmado y cruel. Me tomo del rostro con fuerza para que lo mirara y el miedo me atrapo.
—¿Acaso no quieres tomártela? ¡No dejare que una cualquiera sea la madre de mi hijo! —le mire con odio y resentimiento sin apartar mi mirada de sus ojos, estire mi mano con brusquedad hacia la bandejilla de plata y metí la pastilla a mi boca, el me soltó mirándome atento, y sin dejarlo de mirar para que tuviera constancia de que me la había tomado, bebi del agua que la mujer me ofreció inclinando mi cabeza hacia atrás para pasármela. Había sido el trago más amargo y vergonzoso que había tenido que hacer enfrente de alguien.
—Muy bien. Ya sabes lo que tienes que hacer. ¡Toma el dinero, vístete y lárgate de aquí! —increpo con ese tono de indiferencia y prepotencia siempre utilizaba.
Mire sobre la mesa el gran fajo de dinero, y sentí como una ira recorrió todo mi sistema, quería matara a ese maldito. Me había humillado, me había tratado de mujerzuela, y luego quería darme su sucio dinero como si pagara mis servicios. Mi dignidad no me la robaría, no le permitiría darle ese placer jamás. ¿Cómo podía ajustar cuentas por haber arruinado mi inocencia? Ese hombre me había tomado por la fuerza.
—Antes de largarse, deje sus datos de contacto para poder acordar cómo vas a pagarme por haber roto mi antigüedad. —Me levante del sillón furibunda lanzándole una mirada de rabia, había sido la gota que rebasaba el vaso.
—¡¿Quién quiere tu sucio dinero?!, ¡Fuiste tú el que me tomo a la fuerza, como el hombre vil y desalmado que es! ¡Yo no soy una prostituta, y no quiero tu miserable dinero de compensación! —zanje tomando el fajo de billetes, para tirárselo al rostro. Empecé a vestirme frente a él sin aparta mi intensa mirada de aquel monstruo con casa de marfil. Se había quedado mirándome en silencio, como si planeara mi asesinato… O como si mis palabras le hubieran calado, lo que fuera ya no me importaba en lo absoluto. Solté una seca sonrisa lista para largarme de aquí, me puse mi último botín, y en una última mirada dirigí hacia ese ser sin vida, le di la espalda y me encaminé a buscar un teléfono sin esperar ordenes ni palabras de ofensa. Mi celular estaba totalmente muerto, y quería salir de este infierno, entre de casualidad en la cocina perdida por esta inmensa casa, las empleadas inmersas en sus quehaceres de cocina, me echaron una extraña mirada, pase saliva sintiéndome como un mosquito en leche. De casualidad vi el telefonillo, y emocionada corrí hacia él, lo descolgué para marcar con rapidez a Sabrina, mi mejor amiga. Sé que ella podría ayudarme.
—¿Oli, habla Sabrina la más divina, ¿con quién tengo el gusto de hablar?
—Sabi… sabi… —al oír su voz alegre, sentí que mi voz se cortó, todo lo que había estado aguatando me estaba cayendo ahora como un balde de agua fría.
—¿Juls? ¿Qué pasa? Donde habías estado, te perdiste toda la noche, tía. —sorbí mis mocos secando con rapidez las lágrimas que se escapaban.
—N-necesito que me hagas un favor… es que… es que… necesito que me pidas un Uber, yo te lo pago luego ¿sí?
—¿Qué? pero en donde andas, pillina ¿te quedaste sin cash de tanto divertirte esta noche? —dijo soltando una carcajada.
—¡No se trata de eso! —grite desesperada.
—Oye, cálmate…
—Por favor… Luego te cuento, pero necesito que me hagas este favor urgente.
—Okey, Juls, dame la dirección —pegue la bocina en mi pecho y mire a una de las empleadas que cocinaba.
—¿Qué lugar es este? —la chica se quedó mirándome como si hablara en otro idioma, y con fuerza volví a soltar.
—¡La dirección! ¿Dónde estamos, o es que acaso no entiende mi idioma? —la chica pego un brinco, y dijo dudosa.
—L-la propiedad Pacific Palisades, en la zona cerrada más privada y de alta gama dentro de (Beverly Hills) —me quede de piedra al saber la ubicación donde me encontraba, el dueño no solo era un millonario, este hombre era un multimillonario que estaba podrido en dinero, y vaya que era literal esa afirmación.
—¿Juls, estas ahí? —volví a mi mundo y le di la dirección a mi amiga que también se quedó de piedra hostigándome a preguntas que zanjé rápido para que se centrara en sacarme de este suburbio.
¶
Desde la inmensa ventana de la cocina vi como un Uber pasaba por la calle del conglomerado, salte de la silla aun adolorida, pero corrí… corrí tan rápido, para dejar atrás esa maldita noche, quería olvidarlo todo. Llegando a la entrada, me fije bien para no encontrarme con ese monstruo despiadado, pero por suerte no fue así. Abrí la puerta de la entrada, y como alma que lleva el diablo, agité mi mano para que el Uber entendiera que yo era la pasajera que había perdido sus servicios. De repente vi como Sabrina sacaba su cabezota de la ventana saludándome mientras se le salían los ojos de sus cuencas observando la casa. Abrí la puerta del auto y entre apurada como si sintiera que alguien me alcanzaba, al estar sentada en la tranquilidad del auto, solté todo el aire que había contenido, alce mi mirada para ver por última vez esa mansión mientras de fondo escuchaba la voz de Sabrina preguntándome, no quería volver a este lugar nunca más… Y sin más el auto arranco.
¶
Desde la ventana de mi habitación vi como aquella mujer salía corriendo directo al auto que estaba aparcado a un lado de la calle, aparte mi mirada con molestia mientras me colocaba mi reloj de mano. Sebastián entro haciendo una reverencia para decir.
—Acaba de irse la seño… aquella mujer. ¿Pidió buscarme, señor Mendoza? —tomé mis gemelos y los puse en mis muñecas mientras me observaba en el espejo de cuerpo entero.
—Sebastián, averigua quien me drogo anoche —sin decir nada más, sale en una leve reverencia acatando mis órdenes. Miro hacia el sofá rojo de mi habitación, y recuerdos de anoche viene a mi mente, aquella mujer… chasqueo mi lengua negando con molestia, que estupidez, céntrate...