Recuperando La Felicidad

Voy caminando por el césped, viendo las hermosas flores que hay en la entrada, y justo al lado de las flores hay un hermoso lago que, con solo mirarlo, te deja hipnotizado y, con su belleza, te enamora.

Sigo caminando, cuando estoy a punto de pisar la entrada, poso mi mirada en la casa. En vez de llamarla casa, debería llamarla castillo, de lo hermosa que es. No hay duda de que este lugar parece un cuento de hadas, me digo a mí misma.

Entro a la casa y llego al salón. Miro a mi alrededor y veo chicas y chicos bailando, unos besándose, tocándose, y algunos bebiendo. En verdad, este ambiente me intimida un poco, tanto que me quedo paralizada mirando a mi alrededor. "Ada, tranquilízate y encuentra a Amelia", me repito a mí misma.

Decido seguir caminando hasta llegar donde está mi amiga. Cuando ya la tengo en la mira, voy caminando hacia ella, pero a solo unos pasos de llegar, me choco con un chico, al que se le cae el refresco encima. Lo miro para intentar disculparme, pero me quedo atónita de lo lindo que es. Tiene ojos verdes, cabello castaño, piel blanca, es alto, va vestido con una chaqueta negra de cuero, una camisa blanca con cuello en v y unos pantalones que le quedaban perfectos. Esa camisa le resalta su perfecto abdomen. Está tan lindo que me hipnotizó, pero él empieza a gritar como loco, lo que me saca del trance.

—¿Pero qué te pasa, estúpida? ¿Acaso no tienes ojos o es que estás ciega? —me grita sin mirarme, intentando limpiar la camisa.

—Lo siento, no quise... —intento disculparme, pero me interrumpe.

—¿Qué? ¿No quisiste chocarme o tirarme el refresco encima? Mira cómo quedó mi camisa. ¿Acaso me la vas a pagar, estúpida? —sigue gritándome, tanto que llama la atención de las personas que estaban alrededor en la fiesta. Todos nos miraban y se escuchaban murmullos. Eso ya no me gustó. Fruncí el ceño y me llené de valor.

—Mira, idiota, en primer lugar, tú fuiste el que me chocaste solo porque ibas corriendo detrás de unas nalgas, y por eso no me viste. También por eso es que tu refresco se cayó encima. Yo no tengo la culpa. Intenté ser educada y disculparme porque iba un poquito distraída, pero no vas a venir a gritarme, y menos por algo en lo que tú eres el culpable, idiota. —Él levanta la mirada para responder, pero se queda sin palabras. No me importó que me mirara, pasé por su lado y con eso salí del salón directo a la cocina, con una cara de cero amigos. Mientras caminaba, escuchaba a la gente murmurando sobre la discusión con aquel chico.

Llegué donde estaba mi amiga, ella me regaló una cerveza y empezamos a hablar.

—Oye, ¿dónde está tu novio? —le pregunté a Amelia mientras bailábamos.

—A él, está con unos amigos hablando, en un rato viene —me respondió. Seguimos bailando y riendo, hasta que se me fue la noción del tiempo.

Un rato después, se acerca Mateo con unos amigos y empezó a saludarnos.

—Mor, Ada, les presento a Nicolás —lo miro y le regalo una linda sonrisa. Es un chico atractivo, se puede decir que perfecto.

—Bueno, y él es Alex, es el dueño de la casa y mi mejor amigo —dirijo mi mirada hacia él. Cuando nuestras miradas se cruzan, los dos hablamos al mismo tiempo.

—¿Por qué tienes que ser tú...?