Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capitulo 15
Margaret llegó al edificio de la empresa acompañada de su nieta Gabriela. Cruzaron la elegante recepción bajo la mirada curiosa de los empleados. Aunque acostumbrados a la presencia de Margaret, siempre sentían su porte autoritario como algo imponente.
Al acercarse al ascensor, Margaret presionó el botón y se dirigió a Gabriela con una leve sonrisa.
—Prepárate, pequeña. Vamos a ver a tu padre.
Gabriela asintió emocionada, abrazando su mochila mientras el ascensor ascendía. Al llegar al piso de la oficina de Eric, la secretaria, Lucy, se levantó rápidamente al verla.
—Señora Johnson, qué gusto verla. ¿Cómo está?
—Bien, gracias, Lucy. ¿Está mi hijo?
Lucy asintió, algo nerviosa, mirando hacia la puerta cerrada de la oficina.
—Sí, está en su despacho. Pero creo que está en una llamada importante.
Margaret alzó una ceja, poco interesada en los detalles.
—Perfecto, porque lo que traigo es más importante que cualquier llamada.
Gabriela soltó una risita, divertida por la actitud de su abuela, y Margaret le dio una palmadita cariñosa en el hombro antes de caminar con determinación hacia la puerta.
Lucy intentó advertirle, pero ya era demasiado tarde. Margaret abrió la puerta sin previo aviso y entró con Gabriela detrás de ella.
Eric, quien estaba en una videollamada, alzó la mirada y, aunque ya esperaba la llegada de su hija, fingió sorpresa para emocionarla más.
—Papá —dijo Gabriela emocionada, corriendo hacia él mientras Eric terminaba rápidamente la llamada.
—Gabriela, mi pequeña —dijo Eric, levantándose para abrazarla con fuerza—. Te extrañé muchísimo.
Gabriela rió, disfrutando del momento.
—Yo también, papá.
Margaret observó la escena con una leve sonrisa, aunque sabía que su hijo había tenido tiempo de prepararse para este momento.
—Bueno, hijo, no digas que no te di un aviso. Espero que por lo menos te hayas asegurado de que este día sea especial para ella.
Eric le sonrió con cierto orgullo, tomando a su hija de la mano.
—Claro que sí, mamá. Todo está listo. Gabriela y yo tenemos muchos planes para hoy, ¿verdad?
Gabriela asintió entusiasmada.
—Sí, abuela. Papá me prometió que después de esto iríamos al parque y luego a comer helado.
Margaret alzó una ceja, satisfecha.
—Muy bien. Entonces, los dejo disfrutar. Eric, después hablaremos de otros temas.
Margaret salió de la oficina con paso firme, dejando a Eric y Gabriela en su reencuentro. Cuando la puerta se cerró, Eric se inclinó hacia su hija y le habló con ternura.
—¿Estás lista para el mejor día, mi pequeña?
—¡Sí, papá!
Eric sonrió, decidido a hacer que ese día fuera inolvidable, aunque una sombra de pensamientos sobre su relación con la madre de Gabriela le cruzaba la mente.
Eric estaba revisando unos documentos y sin pensarlo dos veces, marcó el número de su secretaria.
—Señor Johnson, ¿necesita algo? —respondió la mujer con profesionalismo.
—Sí, Clara. Cancela todas mis reuniones y compromisos del día.
Hubo un breve silencio antes de que ella hablara nuevamente.
—¿Está seguro, señor? Tiene una reunión importante con los inversionistas a las tres.
—Estoy seguro. Reprograma todo. Hoy pasaré la tarde con mi hija.
Clara, aunque sorprendida, confirmó su solicitud.
—Muy bien, señor. Se lo comunicaré a todos.
Eric se levantó de su silla, tomó su saco y salió de la oficina con su hija.
Tomó la mano de Gabriela y juntos salieron hacia el parque, dejando atrás las preocupaciones laborales.
Una vez en el parque, Gabriela no paraba de reír mientras jugaban en los columpios y correteaban entre los árboles. Eric se sentía libre, como si el estrés de la oficina desapareciera con cada risa de su hija.
—Papá, ¿podemos ir a comer helado después? —preguntó Gabriela mientras descansaban en una banca.
—Claro que sí, princesa. Hoy haremos todo lo que quieras.
Eric sabía que este tiempo con ella era valioso, y no pensaba desperdiciarlo por nada ni por nadie una hora después.
Eric estaba sentado frente a Gabriela en la heladería, observándola disfrutar de su helado de chocolate. El día soleado y la risa de su hija lo hacían sentir en paz, aunque sabía que esas conversaciones siempre llegaban de manera inesperada.
—Papá, ¿ya no quieres a mi mamá?
La pregunta lo tomó por sorpresa. Eric dejó su helado sobre la mesa y suspiró, tratando de buscar las palabras adecuadas.
—Gabriela, no quiero hablar de eso ahora.
La niña lo miró con esos ojos curiosos que siempre lo desarmaban.
—Pero, papá, mamá dice que antes tú la querías mucho. ¿Qué pasó?
Eric sonrió con melancolía y tomó la pequeña mano de Gabriela.
—A veces, las cosas cambian entre los adultos, pero hay algo que nunca cambiará.
Gabriela inclinó la cabeza, confundida.
—¿Qué cosa, papá?
—Que siempre te amaré a ti más que a nadie en este mundo —dijo Eric, dándole un beso en la frente—. Eres lo más importante para mí.
Gabriela asintió lentamente, aunque parecía querer seguir preguntando. Eric decidió desviar el tema con un tono más alegre.
—¿Y si pedimos otro helado? Tal vez esta vez de vainilla con caramelo, ¿qué dices?
Gabriela sonrió, emocionada por la idea.
—¡Sí, papá!
Eric llamó al mesero, agradeciendo internamente la oportunidad de posponer esa conversación, aunque sabía que eventualmente tendría que enfrentarla. Pero no hoy. Hoy solo quería que Gabriela se sintiera feliz y amada.