Alexandra nuestra protagonista tenía una vida tranquila al lado de su hermana y su mamá, pero el dia de la graduación de su hermana aparece después de tanto tiempo el ex novio de su ex mejor amiga, con una noticia inesperada, diciendole que su ex mejor amiga estaba desaparecida, esté le pide que le ayude a buscarla, pero lo que ella no sabe es que él guarda un secreto detrás.
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CAPÍTULO 5: ERA UNA TRAMPA
La voz de Joseph hizo que regresara la mirada hacia la cancha de basket. Vi que saltó desde lo alto de un árbol. ¿Por qué estaba trepado en un árbol, como un halcón esperando su presa? Me pregunté mientras lo veía acercarse a mí, aunque aún estaba a una gran distancia. No sé por qué, pero sentí un escalofrío en la espalda que me advertía que no estaba haciendo lo correcto. ¿Será porque le mentí a mi madre al salir? ¿Desde cuándo actúo como una chica rebelde?. Sí, ya lo sé, desde qué decidí desobedecer.
Joseph venía cada vez más cerca. Otra cosa que me sorprendió fue su atuendo casual: una chaqueta negra de cuero, una camisa blanca y pantalones ajustados. Llevaba también una capucha en la mano. Sus pasos eran cada vez más ligeros, hasta que se detuvo frente a mí.
—Pensé que no vendrías —dijo al mismo instante de hacer contacto visual.
—Y yo creí que me habías dejado plantada, después de casi haberme escapado —respondí con seguridad, ocultando mis nervios.
—Tu madre... —dijo colocando sus manos en su cintura—, es muy sobreprotectora.
—Así son la mayoría —dije.
—Sí, tienes razón, pero ¿no crees que no debería ser así contigo?
—¿A qué te refieres? —respondí, al mismo tiempo que mi celular comenzó a vibrar—. Espera voy a responder —le dije a Joseph.
Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y observé que era un número desconocido. La verdad, no suelo responder este tipo de llamadas, pero una corazonada me decía que lo hiciera.
—Sí, hola —dije.
—Alexandra, dime que Joseph no está contigo —dijo una voz urgente.
—¿Qué? —respondí sorprendida—. ¿Eres...? —comencé a preguntar.
—No digas mi nombre —la voz me interrumpió—. Sí, soy Rosa. Ahora escúchame bien: si estás con Joseph, di que sí, y si no estás con él, di lo contrario.
—Sí —dije con un poco de duda.
—No le creas nada de lo que te diga y solo aléjate de él. Es una trampa, no caigas en su juego. No estoy desaparecida —respondió Rosa con una voz llena de preocupación.
—¿Qué? —dije.
—Después te explico. Ahora solo huye y no te enfrentes a él. Hazme caso —dijo Rosa con afán.
Colgué el teléfono, sintiendo una mezcla de confusión y miedo. Mi mirada se dirigió hacia Joseph, que me observaba con una sonrisa inocente.
—¿Quién era? —preguntó, acercándose a mí.
—Nadie —respondí, intentando mantener la calma—. Solo una llamada equivocada.
Pero mi mente estaba en alerta. Las palabras de Rosa resonaban en mi cabeza: "No le creas nada de lo que te diga... Es una trampa". Me sentí estúpida por no haber visto los signos antes.
—Joseph, necesito saber la verdad —dije, mirándolo fijamente—. ¿Qué quieres de mí?
Joseph se detuvo, su sonrisa se desvaneció y por un momento vi una sombra de duda en sus ojos.
—¿De qué hablas, Alexandra? —preguntó, intentando sonar inocente.
—No juegues conmigo —repliqué, mi voz firme—. Sé que estás ocultando algo.
Joseph suspiró y se pasó la mano por el cabello.
—Alexandra, por favor... —comenzó a decir.
—No —lo interrumpí—. No más mentiras. ¿Qué verdad escondes?
La tensión entre nosotros era palpable. Joseph sabía que había sido descubierto y yo estaba decidida a huir. Me di la vuelta y comencé a correr, pero Joseph fue más rápido. Me agarró del brazo y me detuvo.
—No puedes irte, Alexandra —dijo, su voz firme—. Todavía no.
Me zafé de su agarre y seguí corriendo, pero pronto me di cuenta de que estábamos en un lugar aislado. No había nadie a mi alrededor, solo la oscuridad de la noche.
De repente, unos hombres salieron de las sombras y me rodearon. Eran altos y fuertes, con rostros duros y sin expresión.
—No te resistas —dijo uno de ellos, agarrándome del brazo—. Vamos a llevarte con alguien que quiere verte.
Intenté forcejear, pero eran cuatro y demasiado fuertes. Me arrastraron hacia un coche negro que esperaba en la distancia.
—¡Suéltame! —grité, pero nadie me escuchó.
Joseph se acercó al coche y me miró con una sonrisa.
—Lo siento, Alexandra —dijo—. Pero es demasiado tarde para volver atrás.
El coche arrancó y me alejé de allí, sintiendo una mezcla de miedo y desesperación.
Mientras el coche avanzaba por la carretera oscura, intenté encontrar una oportunidad para escapar. Mis manos estaban atadas con cinta adhesiva y mis piernas estaban sujetas por uno de los hombres.
—¿Dónde me llevan? —pregunté, intentando mantener la calma.
Nadie respondió. Solo me miraron con expresiones inexpresivas.
Busqué algo que pudiera usar para liberarme. Mi mirada se posó en un objeto afilado en el suelo del coche. Era un destornillador. Si podía alcanzarlo...
Simulé un ataque de pánico, retorciéndome y gritando. Los hombres se sorprendieron y se acercaron para calmarme. En ese momento logré agarrar el destornillador con mi mano atada.
Con un movimiento rápido, corté la cinta adhesiva que sujetaba mis manos. Luego use el destornillador para liberar mis piernas.
—¡Alto! —grité, amenazando a los hombres con el destornillador.
El coche se detuvo bruscamente. Los hombres se miraron entre sí, sorprendidos.
—No te muevas —dije, apuntando al conductor—. Quiero salir.
El conductor negó con la cabeza.
—No puedes salir —dijo—. Estás bajo nuestra custodia.
Vi pasar un movimiento fugaz por en frente de mi rostro, que se detuvo justo en mi nariz y boca. Me sentí sofocada en segundos. Uno de los hombres me quito el destornillador. Me sentía mareada. Por más que deseaba no desmayarme, mi cuerpo y mente no me respondían y sentí que caí.
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"Un hombre sujetaba mi mano. Él era de una estatura más alta a la mía. Parecía una niña a su lado. Este me llevaba a algún lugar, pero lo que más me estremeció fue el lugar en el que estábamos. En frente de nosotros había una casa tan grande como una mansión, rodeada de flores blancas. Su alrededor estaba lleno de pinos y árboles de cerezo. Era un lugar hermoso, pero otra cosa era que me sentía bien, estaba feliz en aquel lugar".
Desperté con un golpe de realidad, rodeada de una oscuridad tan densa que parecía tener vida propia. No podía ver nada, ni siquiera la forma de mi mano frente a mi rostro. El silencio era opresivo, solo interrumpido por el sonido de mi propia respiración. De pronto, un frío intenso se apresuró sobre todo mi cuerpo, este hizo que sintiera un dolor agudo en mi espalda.
—No puede ser —dije—. ¿dónde me trajeron?.
Toqué la superficie donde estaba. Se sentía cómoda. Pronto empecé a tocar los alrededores hasta que mis manos sintieron una barandilla, luego otra y luego otra más. No deje de recorrer hasta que no hubo más, hasta que volví a las barandillas que había dejado atrás y llevé mis manos abajo otra vez. Toque la superficie de nuevo, pero esta vez fui recorriendo aquello que se sentía cómodo y llegué a la conclusión de que estaba sobre una cama.
De repente, la luz explotó a mi alrededor, como una bomba de claridad que me dejó ciega. Mi vista se nubló, mis ojos se cerraron instintivamente, protegiéndose del doloroso resplandor. Me cubrí con mis manos, ya que la intensidad era agobiante, como si el sol hubiera estallado dentro de mí. Poco a poco, empecé a distinguir formas y colores.
—Entonces ¿así que tú eres mi hija?
Continuará...
Por cierto, escribe muy bien.