Por Culpa De Aquella Noche

Matteo tienes que ir a New York- escuchó a su padre hablarle mientras él seguía acostado en su habitación- Hemos tenido un problema con la parte de la Yakuza de allí y alguien debe ir a poner las cosas en su lugar.

Matteo solamente escuchó la parte de ir a New York, no veía a su pelirroja desde la muerte de Enzo y en aquel entonces no pudo hablar con ella, además de que no era el momento la chica había desaparecido misteriosamente y ni siquiera Nara pudo decirle a donde se había ido.

Por teléfono nunca más se pudo comunicar, su número estaba bloqueado en la línea de la pelirroja y cada vez que intentaba que Nara intencediera por él y lo pusiera en contacto su amiga hacía como si no lo hubiera escuchado y cambiaba de tema.

Y ahora era su padre quien lo enviaba, nadie podía reprocharle nada por aparecer sin ser invitado y lo que iba a hacer estaba relacionado con los Parisi, así que era casi seguro que se encontrarían.

- Esperemos que todo llegue a resolverse sin que Santino o yo tengamos que intervenir.- lo escuchó hablar nuevamente y él simplemente asintió como si de verdad hubiera oído algo de lo que dijo su padre.

- ¿Cuando me voy?- fue lo único que se le ocurrió preguntar, estaba desesperado por ver nuevamente a su pelirroja.

- Mañana a primera hora, todavía falta que Takeshi me envíe desde Japón un informe que debes llevar para Nara.

- Está bien, voy a preparar la maleta, si surge algo nuevo me dices.

Esa noche Matteo prácticamente no durmió, la intranquilidad por volver a New York y de encontrarse con Liz no lo dejaba cerrar los ojos.

Pensaba en cuantas formas había de saludarla, cuantas formas de decirle todo lo que la extrañó y de lo arrepentido que estaba por haber fallado otra vez y si ella no lo perdonaba solo con sus súplicas quizás se arriesgaría a contarle lo que le sucedió aquella noche, seguramente ella lo iba a comprender y lo iba a ayudar, pero no podía perder su amor, ella era su cable a tierra.

Desde pequeño vio a sus padres amarse y ser uno el complemento del otro y eso era lo que quería para él y estaba seguro de que Liz era la indicada, la amaba desde que eran unos niños y de no ser por culpa de aquella maldita que lo drogó ahora ellos estarían viviendo su momento más feliz y ambas familias ya sabrían de su relación pues ambos ya tenían dieciocho años.

Maldijo mil veces a aquella descarada que lo obligó a tener sexo en contra de su voluntad y le deseó la muerte retorciendo con sus dedos las sábanas de su cama, ansiando que fuera el cuello de ella el que estuviera entre sus manos para cobrarle todo el dolor que provocó, pero lamentablemente para él y por suerte para ella tomó el consejo que le envío con su amiga y desapareció para siempre de su radio de acción.

¿Que podía buscarla? Claro que podía hacerlo, pero no quería verla ni siquiera para encargarse de que muriera, así que no iría tras ella, ni en este momento ni nunca, ahora lo que tenía que hacer era recuperar a Liz y olvidarse de aquella fiesta.

El viaje fue igual a la noche anterior, el asiento del avión le parecía pequeño para albergar su desespero por tantas horas, pero aunque en ocasiones creyó que el avión iba muy despacio no le quedó de otra que aguantar.

Bajó de su vuelo privado y fue directamente a casa de Nara antes de ir a su departamento.

- No preguntes nada y escucha, concentrate en lo que viniste a hacer.- fue lo primero que le dijo su amiga después de abrazarlo, sabía que iba a pedir hablar con Liz y ella no iba a permitirlo, de la cabeza de Nara no salía que todavía tenía que hablar con Dom y explicarle que tendría que trabajar con su rival.

Después de varias horas en el chalet de Danara llegó al departamento que tenía para sus viajes a New York y se lanzó sobre la cama sin deshacer la maleta, de todas las cosas que la futura jefa le había dicho recordaba pocas, la principal que iría acompañado de Dom.

Desde que eran casi unos niños  y él visita a las primas Parisi en sus entrenamientos Dom nunca lo había mirado bien, no sabía porqué pero el joven siempre ponía mala cara al verlo llegar y ahora que era la sombra de su amiga, a pesar de que su rostro dejaba ver pocas emociones, se notaba que su presencia no era bien recibida por el guardia.

Pero daba igual, aquello iba a ser sencillo, era poner a un imbecil en su lugar y salir de allí para él ir a buscar a su pelirroja, nada podía salir mal.

O eso pensaba él.

Dom fue todo el camino hablando pero Matteo no puso atención, él lo único que quería era terminar rápido para ir en busca de su amor.

De repente todo allí se descontroló, las balas comenzaron a llover de un lado y del otro y en un momento sintió un empujón y como algo quemaba su brazo.

Al reaccionar y darse cuenta de la situación Matteo vio la espalda de Dom frente a él, el guardia se había puesto delante de una bala para evitar que el resultara herido, aún sabiendo que podría costarle la vida, pero por suerte para ambos solamente tuvieron un rasguño, él en un brazo y Dom en el pecho.

Y ahora estaba sentado en el sofá de la casa de Danara mientras escuchaba regaño tras regaño por no hacer las cosas como las habían pactado, aunque él no podría decir que fue lo que pactaron, tener la cabeza en otra cosa que no era el trabajo casi les había costado la vida.

El médico ya los había atendido y curado las heridas que por suerte eran de poca importancia, pero eso era lo menos que iba a sufrir en aquel día.

Escuchó los sollozos y los gritos de Liz por el teléfono preocupada y eso lo hizo tener una sonrisa, le quedaba una oportunidad, ella no lo había olvidado.

Un momento después la vio entrar y a pesar de tener todo el rostro lleno de lágrimas le pareció que estaba más hermosa que la última vez que la viera.

Se puso de pie esperando que ella cayera en sus brazos y consolarla, pero ni siquiera lo miró, corrió a cobijarse en el pecho del guardia de su amiga.

Lo próximo de su realidad que supo fue cuando la pelirroja que amaba intentó caer sobre él para golpearlo gritándole que por su culpa su esposo había estado en peligro.

Esposo, esposo, aquella palabra Matteo la repitió quinientas veces en su cabeza en milésimas de segundos.

Siento que te enteraras de esta forma Matteo. - intentó Danara salir de la situación al ver su cara cuando se quedaron solos en la sala.

- Ella... me olvidó. - fue lo único que pudo decir intentando no desplomarse.

- Yo te lo advertí Matteo.- le reprochó.

- ¿Desde cuando están juntos?- él no podía creerlo todavía.

- Desde el día después de verte en Caldo, ella no se merecía todo lo que estabas haciéndola sufrir y encontró a alguien que solamente piensa en hacerla feliz.

-  Hace más de tres meses.- dijo con un susurro- ¿Están casados de verdad?¿Es su esposa?

- Sí, el abuelo la llevó del brazo unos días antes de morir, todavía no le dicen al resto de la familia.

- ¿Y yo?¿Qué voy a hacer ahora sin ella? Ahora la perdí para siempre. - Matteo cayó en el sofá derrotado- Yo la amo Nara, de verdad la amo.

- No la amas Matteo o no habrías hecho nada de lo que hiciste.

- Ustedes no entienden.- un odio atroz se apoderó de las entrañas del asiático al recordar aquella noche, debió de matarla en vez de decirle que desapareciera de su vida, quizás así habría logrado olvidar aquel maldito momento- A mi me pasaron cosas y ...- el chico restregó las manos por su negro pelo y después escondió el rostro en ellas, no estaba dispuesto a contarle a nadie lo que le había sucedido- Ya no importa, ella merece a alguien bueno en su vida, alguien que no rompa sus promesas, yo ya no soy ese alguien.

Se puso de pie y caminó hacia la puerta.

- Llama a mi padre para que venga, mientras más rápido me vaya de aquí es mejor.