Reon Y El Mundo Fantástico

El viento rugía con una intensidad que Reon nunca había experimentado. El suelo bajo sus pies vibraba como si el mismo corazón de la montaña estuviera latiendo con fuerza. El Templo de Aetheris, con sus columnas imponentes y sus antiguas inscripciones, parecía cobrar vida. Los relámpagos iluminaban el cielo mientras el Guardián Zephyr permanecía inmóvil, observando el inicio de la prueba final.

Reon sabía que estaba a punto de enfrentarse a algo más allá de lo que había experimentado hasta ahora. Tomó una profunda bocanada de aire, sintiendo el viento azotar su rostro, y dio un paso adelante hacia el altar brillante.

"Este es el punto sin retorno," dijo Zephyr, su voz resonando a través de la tormenta. "Enfrentarás el verdadero poder del viento. Pero recuerda, no se trata solo de enfrentarlo con fuerza, sino de comprenderlo, de encontrar la armonía en medio del caos. Si fallas en esto, el templo te rechazará, y todo estará perdido."

Reon asintió, su mirada fija en el altar que ahora emitía una luz cegadora. Era un momento decisivo, y todo lo que había aprendido en su corta estancia en Elaria se pondría a prueba.

De repente, el viento cambió. En lugar de golpearlo desde todas direcciones, ahora parecía concentrarse en un único punto, formando una espiral que giraba en torno al altar. Reon observó, con asombro, cómo la energía del viento comenzaba a tomar forma, hasta que frente a él apareció una figura etérea, hecha de pura corriente de aire.

La figura era majestuosa, con alas extendidas que parecían hechas de niebla y relámpagos que chisporroteaban a lo largo de su cuerpo. Sus ojos, dos puntos brillantes en la neblina, se fijaron en Reon, y su voz, un susurro en medio de la tormenta, se escuchó clara en su mente.

"Yo soy Aetheris, el espíritu del viento," dijo la figura. "Soy la fuerza que mueve los cielos, la brisa que acaricia la tierra, y la tormenta que arrasa todo a su paso. Has llegado hasta aquí buscando poder, joven aventurero. Pero para recibirlo, debes demostrar que entiendes el equilibrio que sostiene este mundo. ¿Estás listo para enfrentarme?"

Reon tragó saliva, pero su determinación no flaqueó. Este era el momento que había estado esperando desde que comenzó su viaje. Sin embargo, sabía que la fuerza bruta no sería suficiente para superar esta prueba. Necesitaba recordar las lecciones de los cuatro vientos, encontrar el equilibrio entre la fuerza, la pasión, el cambio y la calma.

"Estoy listo," respondió, su voz firme a pesar del viento que intentaba arrancarle las palabras de los labios.

Aetheris no respondió, pero el viento a su alrededor se intensificó, convirtiéndose en un torbellino que lo rodeó por completo. Reon se encontró en el ojo de la tormenta, con la figura de Aetheris observándolo desde el centro. No había escapatoria, no había dónde esconderse. Solo él y el viento, cara a cara.

El primer golpe llegó sin advertencia. Un rayo de viento puro se lanzó hacia él, cortando el aire como una espada. Reon apenas tuvo tiempo de esquivarlo, sintiendo la ráfaga rasgar su capa. Sabía que no podía simplemente evadir los ataques; necesitaba encontrar la manera de canalizar la energía del viento, de hacerse uno con él.

Cerró los ojos y recordó las palabras de Zephyr: "El viento es un reflejo del espíritu... no puedes controlarlo, pero puedes armonizar con él."

Concentrándose, comenzó a sincronizar su respiración con el ritmo del viento, dejando que su cuerpo se moviera al compás de las corrientes a su alrededor. Pronto, los ataques de Aetheris se hicieron más predecibles, y Reon fue capaz de anticipar cada movimiento. En lugar de resistir el viento, lo usó para impulsarse, moviéndose con una velocidad y agilidad que nunca había sentido antes.

Aetheris parecía haber notado el cambio, y la intensidad de la tormenta aumentó. Las ráfagas de viento se tornaron más violentas, y Reon luchó por mantener el equilibrio. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por la fuerza bruta, se centró en el flujo del viento, buscando el equilibrio perfecto en medio del caos.

Finalmente, Reon comprendió lo que debía hacer. Recordó las lecciones de Boreas, Notus, Eurus y Zephyrus, y las combinó en su mente, creando una danza en la que cada paso, cada movimiento, era un reflejo del viento en su forma más pura. Con un grito de determinación, canalizó toda su energía en un único movimiento, girando sobre sí mismo y extendiendo sus brazos hacia el cielo.

El torbellino que lo rodeaba se dividió en ese momento, creando un sendero despejado hacia Aetheris. Reon se lanzó hacia adelante, atravesando la tormenta, y cuando alcanzó al espíritu del viento, extendió la mano hacia él, no en un gesto de ataque, sino de comunión.

Aetheris, sorprendido por el gesto, se quedó inmóvil mientras Reon lo tocaba. En ese momento, el viento se calmó, y la tormenta que había rugido en la cima de la montaña se desvaneció, dejando un silencio que resonaba en los oídos de Reon.

La figura de Aetheris se desvaneció lentamente, pero no antes de susurrar una última advertencia. "Has pasado la prueba, Reon, pero recuerda que el poder del viento es voluble. Úsalo con sabiduría, o te volverá en tu contra."

Con esas palabras, el espíritu desapareció, dejando a Reon solo en la cima de la montaña. El altar dejó de brillar, y la energía en el aire se disipó. Reon sintió una nueva fuerza dentro de él, una conexión con el viento que no había tenido antes. Sabía que había superado la prueba, pero también entendía que este era solo el comienzo de su viaje.

Zephyr se acercó a él, su rostro solemne pero con una chispa de aprobación en sus ojos. "Lo has logrado," dijo, su voz tranquila. "Has demostrado que puedes armonizar con el viento y que eres digno de portar su poder. A partir de ahora, serás capaz de invocar la fuerza del viento en tus combates, pero recuerda, la verdadera fuerza proviene del equilibrio, no del dominio."

Reon asintió, sintiendo la verdad en esas palabras. Agradeció al Guardián por su guía y, después de un último vistazo al altar, comenzó a descender la montaña, consciente de que cada paso lo acercaba más a su destino final.