BAJOS LAS SOMBRAS DEL ENCANTAMIENTO

Elara, Adrian, y Caelum habían logrado recuperar el Espejo de la Noche y regresaron a la cabaña de Alaric, buscando un lugar seguro donde planificar sus siguientes pasos. La tensión entre los tres seguía latente, pero el éxito de la misión les daba un respiro momentáneo.

La noche se extendía, y mientras Alaric trabajaba en sellar el espejo con encantamientos protectores, Elara decidió salir a tomar un poco de aire fresco. Necesitaba claridad en medio del torbellino de emociones que la rodeaban. Caminó hasta un claro cercano, el mismo lugar donde había encontrado a Caelum la primera vez.

La bruja miró al cielo estrellado, dejando que la calma de la noche la envolviera. De repente, sintió una presencia detrás de ella. Sin girarse, supo que era Caelum.

—Sabía que vendrías —dijo Elara en voz baja, su tono suave y lleno de una emoción contenida.

Caelum se acercó, su presencia poderosa y protectora a su lado.

—No podía dejarte sola —respondió—. No después de todo lo que hemos pasado. Y menos con lo que aún queda por enfrentar.

Elara giró para mirarlo. Los ojos dorados de Caelum brillaban con una intensidad que la hacía sentir vulnerable y protegida al mismo tiempo.

—Caelum, hay algo en ti que no puedo ignorar —dijo Elara, acercándose más a él—. Algo que me atrae de una manera que no había sentido antes.

Caelum levantó una mano para acariciar el rostro de Elara, su toque suave y reverente.

—Elara, desde que te vi por primera vez, supe que estabas destinada a ser parte de mi vida. Mi corazón, mi alma... todo te pertenece.

Elara sintió que las barreras que había construido alrededor de su corazón comenzaban a desmoronarse. La cercanía de Caelum, su intensidad y sinceridad, la envolvieron. Se dejó llevar por el momento, por la conexión que sentía con él.

Sus labios se encontraron en un beso cargado de pasión y necesidad, un momento en el que el mundo a su alrededor dejó de existir. Elara se aferró a Caelum, sintiendo su calor, su fuerza, y su devoción.

Bajo el cielo estrellado, Caelum la tomó en sus brazos, llevándola hacia un lecho improvisado de hojas y hierba. Sus cuerpos se entrelazaron, moviéndose en un ritmo antiguo y natural. Cada caricia, cada susurro, hablaba de una pasión profunda y una conexión inquebrantable.

Elara se perdió en el momento, dejando que las emociones la dominaran. Sentía cada latido del corazón de Caelum como si fuera el suyo, cada respiración como un suspiro compartido. En esos instantes, no había preocupaciones, no había misiones. Solo ellos dos, unidos bajo la noche.

Después de un tiempo que pareció eterno y efímero a la vez, se recostaron juntos, sus cuerpos aún entrelazados. Elara apoyó la cabeza en el pecho de Caelum, escuchando el ritmo constante de su corazón.

—Caelum —murmuró—, no sé qué nos depara el futuro, pero sé que quiero enfrentar lo que venga contigo.

Caelum la abrazó con más fuerza, sus ojos dorados llenos de determinación.

—Te protegeré siempre, Elara. Pase lo que pase, estaremos juntos.

Elara cerró los ojos, sintiendo una paz que no había experimentado en mucho tiempo. La noche seguía su curso, y aunque el amanecer traería nuevos desafíos, en ese momento, bajo las estrellas, estaban juntos, preparados para enfrentar lo que fuera.

La unión de la bruja y el alfa no solo era física, sino también espiritual, sellando una alianza que prometía ser inquebrantable. Y aunque el camino por delante sería difícil, sabían que, con su amor y fuerza combinados, podrían superar cualquier obstáculo.