Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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Capítulo 5
Eliza se levantó temprano como siempre, decidida a enfrentar otro día en el ducado. Al
llegar a la sala de juegos, notó que los niños no estaban allí. En su lugar, encontró a su
tutor, el señor Hopkins, un hombre mayor de rostro severo y porte rígido, dictando
lecciones a Thomas y Anne en la biblioteca.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Eliza, sorprendida al ver la tensión en los rostros de
los niños.
—Estoy cumpliendo con mi deber, Lady Eliza —respondió el señor Hopkins sin levantar la
vista de su libro—. Los niños deben aprender disciplina y conocimiento. No hay tiempo
para juegos inútiles.
Eliza se acercó, notando la rigidez en la postura de Thomas y la mirada triste de Anne. —
Pero también necesitan tiempo para ser niños. Necesitan jugar y relajarse. No pueden estar
bajo presión todo el tiempo.
El señor Hopkins la miró con desdén. —No es su lugar cuestionar mis métodos. He sido el
tutor de esta familia durante años. Sé lo que es mejor para ellos.
—Quizás lo haya sido, pero también he visto cómo afecta a los niños —respondió Eliza, su
tono firme—. Están sufriendo. Esto no es bueno para ellos.
—No es su decisión —respondió Hopkins con frialdad—. Ahora, si me disculpa, tenemos
lecciones que continuar.
Eliza sintió una oleada de frustración. Sabía que no podía permitir que esto continuara, pero
tampoco podía confrontar al tutor abiertamente. Decidió hablar con los niños en privado
más tarde. Mientras tanto, se quedó para observar la lección, asegurándose de que los niños
no estuvieran demasiado estresados.
Más tarde ese día, mientras los niños jugaban en el jardín, Eliza se acercó a ellos.
—¿Cómo están, pequeños? —preguntó con suavidad.
—Cansados —respondió Thomas con una expresión agotada—. El señor Hopkins siempre
nos hace estudiar tanto. Nunca podemos descansar.
—Es demasiado estricto —susurró Anne, abrazando a su muñeca—. A veces quiero llorar,
pero no me deja, y si lo hago me quedo sin cena.
Eliza sintió una punzada de dolor en el corazón. Sabía que tenía que hacer algo para aliviar
su sufrimiento. —Prometo que encontraré una manera de ayudarlos, ¿de acuerdo?
Los niños asintieron, confiando en sus palabras. Esa tarde, la tensión con el señor Hopkins
llegó a un punto crítico. Eliza lo confrontó nuevamente en la biblioteca, exigiendo un
cambio en sus métodos.
—No puede seguir así —dijo Eliza con determinación—. Los niños están sufriendo, y eso
no es aceptable.
—No me diga cómo hacer mi trabajo, Lady Eliza —respondió Hopkins con voz cortante—.
Usted lleva aquí apenas una semana, mientras que yo llevo años cuidando de esta familia.
La discusión se intensificó hasta que ambos fueron llamados a la oficina del duque. El
duque Richard los miró con ojos fríos y severos.
—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó, su voz resonando en la sala.
Eliza explicó la situación, tratando de mantener la calma. —Su excelencia, los métodos del
señor Hopkins están afectando negativamente a los niños. Están bajo demasiada presión y
eso no es saludable para ellos.
El señor Hopkins intervino rápidamente. —Su excelencia, he seguido los mismos métodos
durante años. Los niños necesitan disciplina y estructura para prosperar.
El duque los miró a ambos durante un largo momento antes de hablar. —Lady Eliza, usted
lleva aquí muy poco tiempo para cuestionar a alguien con la experiencia del señor Hopkins.
Le doy una última advertencia: no interfiera con sus métodos.
Eliza sintió la frustración y la ira arremolinarse en su interior, pero asintió con respeto. —
Entiendo, su excelencia.
Al salir de la oficina del duque, Eliza decidió confrontar al señor Hopkins de una manera
diferente. Sabía que no podía ganar directamente, así que ideó un plan.
Esa noche, después de que los niños se durmieron, Eliza reunió a algunos de los sirvientes y
a la señora Blackwood para una reunión discreta.
—Necesito su ayuda para demostrar al duque que los métodos del señor Hopkins no son
adecuados para los niños —dijo Eliza—. Necesitamos pruebas y testigos de cómo sus
métodos están afectando a Thomas y Anne.
Los sirvientes asintieron, dispuestos a ayudar. Durante los días siguientes, Eliza recopiló
información, observando y anotando cada momento de estrés y tristeza que los niños
experimentaban.
Una semana después, Eliza presentó sus hallazgos al duque en una reunión privada. Explicó
cómo los métodos del señor Hopkins estaban perjudicando a los niños, mostrando las
pruebas recopiladas.
—Su excelencia, no digo esto para causar problemas, sino para proteger a los niños. Ellos
necesitan más que disciplina; necesitan amor y cuidado.
El duque observó las pruebas en silencio antes de hablar. —Voy a considerar sus palabras,
Lady Eliza. Pero recuerde, está bajo vigilancia. No quiero más conflictos en mi casa.
Eliza salió de la reunión sintiendo una mezcla de alivio y temor. Sabía que había hecho lo
correcto, pero también sabía que su posición era precaria.
Esa noche, mientras pasaba por los pasillos oscuros, escuchó una conversación entre dos
criadas cerca de la puerta del estudio del duque.
—La sangre en los pañuelos del duque cada vez es más frecuente —dijo una criada en voz
baja—. Me preocupa que su salud esté empeorando más rápido de lo que pensamos.
—Sí, lo he notado también —respondió la otra criada—. Pero no se puede hablar de ello
abiertamente. Solo esperemos que encuentre un remedio pronto.
Eliza se detuvo en seco, el corazón latiendo con fuerza. La condición del duque era más
grave de lo que había imaginado. Esto complicaba aún más su situación, pero también le
daba una nueva perspectiva sobre las tensiones en el ducado.
Con esta nueva información, Eliza se dirigió a su habitación, sabiendo que tenía que estar
más atenta que nunca. Los días siguientes serían cruciales, y debía encontrar la manera de
proteger a los niños y cumplir con su misión sin perderse a sí misma en el proceso.