La Felicidad NO Esta Hecha Para Mi

Capítulo 5: Nuevos Horizontes

Han pasado algunos meses desde la última vez que recuerdo con claridad. Hoy es un día especial, uno que jamás olvidaré: mi graduación de la universidad.

Después de tantos años de esfuerzo y dedicación, finalmente he logrado alcanzar esta meta. Y no solo eso, sino que también he podido compartir este momento tan significativo con mi mejor amigo, Alejandro.

Recuerdo vívidamente el día en que nos conocimos, hace ya casi cuatro años, en los pasillos de la universidad. Él fue la primera persona que se acercó a mí, ofreciéndome su amistad y apoyo en esta nueva etapa de mi vida. Poco a poco, Alejandro se convirtió en mi gran soporte, alguien en quien podía confiar cuando todo a mi alrededor parecía derrumbarse.

Ha sido un camino lleno de altibajos, pero con su compañía y la de mi querida hermana Lucía, he logrado superar cada obstáculo que se me ha presentado. Ellos han sido mi ancla en medio de la tormenta, brindándome la fortaleza necesaria para seguir adelante.

Recuerdo con una mezcla de tristeza y orgullo cómo Lucía, a pesar de su corta edad, se ha convertido en una joven madura y responsable. Verla crecer y convertirse en una señorita me llena de una alegría indescriptible, pues sé que nuestros padres estarían sumamente orgullosos de ella.

Juntos, Lucía y yo hemos recorrido este camino, apoyándonos mutuamente en los momentos más difíciles. Ella ha sido mi motivación para seguir luchando, mi razón de vivir. Y hoy, en este día tan especial, sé que ella está a mi lado, compartiendo conmigo este logro.

Mientras me arreglo frente al espejo, alisando los pliegues de mi toga y ajustando el birrete sobre mi cabeza, no puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mi rostro. Siento una mezcla de emoción y nostalgia, pues sé que mis padres y hermanos estarían rebosantes de orgullo al verme aquí.

Salgo de mi habitación y me dirijo a la sala, donde Lucía y mi tía Mariana me esperan, ambas radiantes de felicidad. Lucía corre a abrazarme, sus ojos brillantes de lágrimas.

"¡Lo lograste, hermano! Estoy tan orgullosa de ti", exclama con una sonrisa que ilumina todo su rostro. Yo la envuelvo en un cálido abrazo, sintiendo cómo mi corazón se llena de gratitud y amor.

Mi tía Mariana se acerca y me besa en la mejilla, sus ojos también brillantes de emoción. "Sabía que lo lograrías, mi niño. Tus padres estarían tan felices de verte hoy."

Asiento en silencio, sintiendo cómo la tristeza y la alegría se entremezclan en mi interior. Oh, cómo desearía que ellos pudieran estar aquí, compartiendo conmigo este momento tan especial.

Finalmente, nos dirigimos al campus, donde la ceremonia de graduación está a punto de comenzar. Lucía y mi tía toman asiento en la primera fila, listas para presenciar mi momento de gloria. Yo me uno a mis compañeros, entre ellos Alejandro, quien me recibe con un efusivo abrazo.

"¡Lo logramos, amigo! ¿Puedes creerlo?", exclama, sus ojos brillantes de emoción. Yo asiento, incapaz de contener la enorme sonrisa que se dibuja en mi rostro.

La ceremonia da comienzo y uno a uno, nuestros nombres son llamados para recibir nuestros diplomas. Cuando escucho que pronuncian el mío, siento como si una descarga eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Con paso firme, me acerco al estrado, estrechando la mano del rector y recibiendo ese ansiado pergamino que representa tantos años de esfuerzo.

Al mirar hacia la multitud, veo a Lucía y a mi tía Mariana aplaudiendo y vitoreando con entusiasmo. Siento que mi corazón podría estallar de orgullo y felicidad. Sé que, desde el cielo, mis padres y hermanos también están celebrando conmigo.

Cuando finalmente la ceremonia termina, me reúno con mi familia y amigos. Alejandro me abraza efusivamente, palmeando mi espalda con una enorme sonrisa.

"¡Lo logramos, Martín! Estoy tan orgulloso de ti, amigo", exclama, y yo siento que las lágrimas de emoción amenazan con brotar de mis ojos.

"Gracias, Ale. Gracias por estar a mi lado durante todo este tiempo", le respondo con sinceridad. Sé que sin su apoyo y compañía, todo habría sido mucho más difícil.

Lucía se acerca y me abraza con fuerza, sus ojos brillantes de alegría. "¡Eres el mejor hermano del mundo! Estoy tan orgullosa de ti."

Yo la envuelvo entre mis brazos, sintiendo cómo mi corazón se llena de amor y gratitud. "Y yo estoy orgulloso de ti, pequeña. Juntos hemos logrado superar todo lo que se nos ha presentado."

Mi tía Mariana también se une a nuestro abrazo, sus ojos brillando de emoción. "Estoy tan feliz por ti, Martín. Tus padres estarían radiantes de orgullo al verte hoy."

Asiento, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se intensifica. Oh, cuánto desearía que ellos pudieran estar aquí, compartiendo conmigo este momento tan especial.

Después de las felicitaciones y fotografías, me despido de Alejandro, sabiendo que, a partir de hoy, nuestros caminos tomarán rumbos diferentes. Él ha aceptado un trabajo en otra ciudad, mientras que yo he decidido quedarme aquí, cerca de mi familia.

"Cuídate mucho, Ale. Y recuerda que siempre tendrás un amigo aquí", le digo, estrechando su mano con fuerza.

Él me mira con una sonrisa nostálgica y asiente. "Lo sé, Martín. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Nunca olvidaré nuestra amistad."

Nos abrazamos una vez más, y siento cómo una parte de mí se despide de él. Sé que, a pesar de la distancia, nuestra amistad perdurará, pero aun así no puedo evitar sentir un poco de tristeza al ver cómo nuestros caminos se separan.

De vuelta a casa, Lucía y yo compartimos un silencioso paseo, disfrutando de la tranquilidad del atardecer. Ella sabe lo mucho que significa para mí este logro, y también entiende la nostalgia que me embarga al pensar en el futuro.

"¿Sabes, hermano? Estoy segura de que mamá, papá y los demás están mirándote desde el cielo, y deben estar tan orgullosos de ti como lo estamos Tía Mariana y yo", dice Lucía, tomando mi mano con cariño.

Yo le sonrío y aprieto suavemente su mano, sintiendo cómo el peso en mi corazón se alivia un poco. "Tienes razón, Lucía. Sé que ellos estarían felices de ver en lo que no hemos convertidos.