No Soy Un CEO Despiadado

Miré con un dejo de nostalgia la casa delante de mis ojos, luego cerré los ojos y me transporté a aquellos tiempos de antaño en dónde todo el desastre que sucumbió mi mundo no había acontecido. Pude escuchar las risas histéricas de mis hermanos mientras jugaban en el jardín. La voz gruñona de mamá reprendiendo a papá por cualquier cosa que se le crucé por la mente.

Pero esos eran tiempos que ya no volverían nunca más, ahora lo único que quedaba era una casa vacía, llena de un sentimiento lúgubre y desolador. Aquellos días nunca volverían jamás.

Mamá estaba en prisión, papá estaba muerto, Alejandro estaba siendo feliz con su familia luego de todo el sufrimiento que pasaron y Sebastián… bueno, él estaba de viaje por el mundo con la que proclamó el amor de su vida. El único se quedó atrás fui yo, el único que no podía dejar el pasado atrás era yo.

Pero, ¿cómo podría olvidar?, ¿cómo podría hacerlo si cuando cerraba los ojos lo único en lo que podía pensar era en mis errores del pasado?

— Joven, ya está listo el auto, ¿necesita algo más? — me preguntó uno de los guardias a lo que sacudí con la cabeza.

— No, eso sería todo.

Contemplé por última vez la mansión enfrente de mis ojos para luego subir al auto y partir hacia la compañía de un socio a firmar algunos documentos importantes.

***

— Entonces, como te explicaba, Max. Se necesita una fuerte cantidad de recursos para poner en marcha este proyecto de licitación, además hay que ver qué pasa de lado del gobierno, ya sabes cómo siempre ponen algún pero por cualquier cosa. Los estudios que he realizado con respecto a la parte financiera y productiva tienen buena pinta, por lo que considero que será más fácil atraer inversiones. Este es un negocio millonario y factible, su tasa de riesgo es muy baja, todos vamos a resultar ganando.

Asiento en acuerdo, justo cuando iba a agregar mi opinión, apareció una mujer que se me hizo un poco conocida, ella tenía el cabello negro hasta los hombros, quizás un poco más corto, poseía unos ojos color cafés con un toque dorado en el centro, su complexión era un poco pequeña, quizás media 1.60 m. Sin embargo, en cuanto noté la bandeja con tazas de café, caí en cuenta de quién era la mujer delante de mis ojos.

Era esa mujer que derramó café en mi oficina, si no estoy mal su apellido era ¿Saltos?, ¿Salas? Bueno, por ahí iba.

Por lo visto, ella también me reconoció, ya que sus ojos se abrieron de una manera divertida cuando se encontraron con los míos. Quise levantarme para evitar alguna catástrofe en cuanto noté que su pie se tambaleó un poco, pero mis intenciones fueron en vano, lo que tenía que pasar, simplemente pasaría.

Sí, otra vez fui bañado en café. No sabía si esto debía tomarlo de manera personal.

Esta mujer, parecía ser mi estrella de la desgracia.

— ¡Lo siento! ¡Lo siento! — trató de disculparse, pero sus palabras entraron por un oído y salieron por el otro. Podía ver su rostro lleno de vergüenza, sus ojos vagaban por todos lados, por alguna extraña razón su actitud se me hizo graciosa, sin embargo, en cuanto me di cuenta de los documentos arruinados deje de prestarle atención.

— La laptop se arruinó por completo —. Murmuré, fruncí el ceño al pensar en lo problemático que sería todo, a pesar de que todo estaba guardado en la nube, siempre había cosas que quedaban fuera.

— Por favor, salga señorita de la oficina en este momento — enunció Marcus con un toque de ira.

Intenté abrir la boca para decir algo, pero al final del día, este asunto no era de mi incumbencia, ella ya no era mi empleada. Aquella mujer al escuchar la voz de Marcus frunció los labios, luego abrió y cerró la boca como si quisiera decir algo, sin embargo, al final optó por guardar silencio y seguir las instrucciones de Marcus.

Una vez ella se fue, Marcus se me acercó con un par de servilletas, las cuales acepté con gratitud, intenté limpiar mi ropa sin éxito alguno. Por lo visto debía regresar a casa a cambiarme. De nuevo, no pude evitar fruncir el ceño al pensar en lo problemático que sería el asunto.

— Lo siento, Max, debes estar sumamente enojado. Entiendo si no quieres cooperar con mi empresa, pero déjame explicarte, esta niña es nue…

No deje que termine su explicación, no me sentía cómodo oliendo a café.

— Basta, no pasa nada, yo iré…— le dije tratando de restarle importancia al asunto.

— Lo ves, estás iracundo. No te preocupes resolveré las cosas a tu modo — me interrumpió.

Trate de suavizar mi rostro y sonreír, sin embargo, en cuanto mire a Marcus este evitó por completo mi mirada mientras retorcía sus manos.

— No te preocupes, Max. Lo entiendo, esto es algo que no puedo dejar pasar. Esa chica será despedida.

— Espera, eso no es necesario…

Aunque traté de restarle importancia al asunto, Marcus parecía no escuchar.

— Haré que se reprograme nuestra reunión. Te pido perdón por los inconvenientes causados, esa niña, ¿acaso tiene manos de mantequilla? — musitó con voz temblorosa.

Eso mismo me preguntó.

Me sentí un poco preocupado por el futuro de aquella mujer. Si seguía con su tendencia a tropezar y derramar cosas sobre otras personas, dudo que pudiera sobrevivir en el mundo laboral.

— Quizás ella está apuntando al puesto equivocado.

— ¿Qué dijiste? — cuestionó con el tono de voz tembloroso.

— Nada.

— Max, cómo te seguía diciendo, los tengo tanto. Espero que nuestro negocio siga en pie. Te mandaré los documentos necesarios y esa mujer será despedida.

— No lo hagas, creo que eso es demasiado.

— Debo hacerlo, no te preocupes, solo déjalo en mis manos.

Miré hacia al techo con resignación para luego asentir y salir de la oficina. Aunque quisiera explicar este tipo de malentendidos con respecto a mi personalidad, era algo que estaba más que arraigado.

Para el mundo entero, yo no era más que un CEO despiadado, alguien frío y cruel.