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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Malentendidos
Popularitas:3.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Kendra oculta algo

Durante dos días y medio Martínez no tuvo ninguna otra noticia sobre el caso del misterioso perseguidor. Por fin Pablo Ruiz hizo sonar en la puerta del despacho del abogado la señal de llamada convenida y Araceli García descarrió El cerrojo para que el detective entrara allí.

Pablo Ruiz, un hombre alto, ágil, inclinado a disimular una gran ternura bajo una máscara de mundano cinismo, se acomodó en el sillón de cuero, preguntando a su amigo:

Querrás saber algo más acerca del asunto del perseguidor, ¿verdad?

¿Qué es lo que hay de nuevo?

Creo que está zanjado, dijo Pablo Ruiz.

¿Quieres hacerme el favor, Pablo, de informar a tu cliente, indicándole que debe ponerme a mí luego al corriente de todo?

Ya me puse al Habla con ella, Cleofas. Quiso que te dijera lo que ya había averiguado. Abrigo una sospecha: tu cliente te oculta algo.

Puedes aplicar esas palabras al 90% de las personas que solicitan la ayuda del abogado, Pablo. No sé si los pacientes se portan así con sus médicos. Esas personas van en busca de determinado profesional para requerir su ayuda y luego, casi invariablemente, se esfuerzan por deformar los hechos. ¿Qué pasa con Kendra Rodríguez? ¿La seguía alguien realmente?

La seguía alguien verdaderamente, eso no era fruto de su imaginación.

¿Qué tipo de perseguidor era el suyo?, tú conoces también como yo las variantes del juego.

Ruiz denegó con un movimiento de cabeza.

Haz una suposición, Cleofas.

No podía tratarse de un detective privado competente.

No, en efecto.

¿Qué era entonces?

Un aficionado.

¿Lo localizó enseguida tu hombre?

Se demoró un poco la cosa, explicó Ruiz. La señora Rodríguez, evidentemente, logró asustar a aquel individuo. Le dijo que pensaba abofetearlo en la próxima vez que lo viera y no hablaba en broma, seguramente. El tipo la seguía a distancia... Mi auxiliar necesito más de mediodía para localizarlo.

¿Y luego, qué?

Entonces, empezamos a vigilar al perseguidor, repuso Ruiz. Esta tarea ya no encerró dificultades el tipo en cuestión se llama Rafael Díaz. En lugar de alquilar un coche para su labor utilizaba el propio.

Mi colaborador se hizo con el número de su matrícula y telefoneó. Realizamos una rápida indagación, averiguando quién era el sujeto y sus señas, detalles que constituyeron una gran ayuda. Este auxiliar mío no tuvo necesidad de seguirlo todo el tiempo. Una vez localizado, procuró no perderlo de vista mientras seguía a tu cliente. Luego, al iniciar el regreso a su casa, mi colaborador se mantuvo alerta por si Díaz intentaba efectuar alguna maniobra especial. Al parecer en ningún momento se le pasó por la cabeza la idea de que alguien podía estar imitando su juego.

No fue difícil averiguar para quién trabajaba Díaz. Se trata de un tipo que responde al nombre de Walter Ortiz, quién vive en en una casa con apartamentos. Ruiz se presenta allí al final de cada jornada, dando cuenta a Walter de lo que había hecho durante el día.

¿Y quién es Walter?, preguntó Martínez.

Acabas de hacerme toda una pregunta..., manifestó Ruiz. Me dice de la información, dando cuenta de todo a la señora Rodríguez. En el momento en que le comuniqué que Díaz dependía de Walter, quiso saber más.

Le conté todo lo que había averiguado de Rafael Díaz, en consecuencia. Es un agente de la propiedad inmobiliaria, que trataba a base de comisiones. Dispone así de la oportunidad de trabajo a las horas que a él le agradan y descansa cuando quiere. Eso le permite seguir a la señora Rodríguez y redactar los informes correspondientes.

Walter cuenta con 28 años, es vendedor de coches de segunda mano. Es soltero y gasta su dinero con rapidez, probablemente, con la misma rapidez con que lo gana. O quizá vaya más deprisa.

No he dispuesto de tiempo aún para saber qué es lo que existe entre Díaz y Walter. Es posible que este haya vendido al otro un automóvil, o qué Díaz haya vendido a Walter alguna finca.

El caso es que los une un lazo amistoso de una clase u otra. Y ese lazo amistoso se basa en una transacción comercial de cualquier tipo. Sea lo que fuere, cuando notifiqué a Kendra Rodríguez que Rafael Díaz trabajaba para Walter Ortiz, al cual pasaba sus informes, ella se comportó como si hubiese acabado de asestarle un golpe. Tu cliente, Cleofas, está asustada.

Le dije que podíamos ampliar nuestra información sobre Ortiz su tal era su deseo, pero que eso iba a costarle más dinero, añadiendo que si no había por el medio alguna razón particular no podía seguir haciendo más gastos.

Ella agradeció mis palabras, pidiéndome la cuenta definitiva. Agregó que no deseaba saber nada más.

Le expliqué que si ella quería quitarse de encima a su perseguidor, podíamos intentarlo, corriendo todo a cargo de mi colaborador.

¿Procediendo cómo?, inquirió Cleofas.

Ruiz esbozó una sonrisa.

Existen muchos métodos con tal fin. Uno de los mejores es el que consiste en poner al colaborador sobre los pasos del perseguidor del sujeto, siguiéndolo durante una hora, aproximadamente. Finalmente, de pronto el colaborador aborda al otro, acusándole de estar vigilándolo.

Estamos hablando de un colaborador que es hombre fuerte y corpulento, qué sabe desenvolverse en circunstancias extremas, que posee experiencia en cuanto a la lucha.

El hombre no tiene más que agarrar al otro por las solapas y zarandearlo un poco, propinándole, si acaso, algún cachete. El intruso se siente muy a gusto normalmente cuando lo dejan en paz y opta a partir de ese momento por ocuparse de sus asuntos personales de un modo total exclusivo.

¿Qué contestó a eso la señora Rodríguez?

No quiso saber nada de tal proyecto. Me contestó que ahora, al tanto de lo que ocurría se sentía capaz de arreglársela sola.

En otras palabras, esa mujer conoce a Walter Ortiz.

No me lo dijo pero yo creo que así es.

Bueno, continuó Cleofas, caviloso, no me agrada cobrarle unos servicios que no le han sido prestados... Probablemente, podremos hacerle una rebaja..., ¿tienes su dirección, Araceli?

Araceli García asintió.

Llámala por teléfono, dijo Cleofas y comunícale que Pablo Ruiz nos ha puesto al corriente de todo. Añade que, dadas las circunstancias que concurren en su caso, nos limitaremos a cobrarle 35 dólares a modo de compensación por el tiempo que le dedicamos al ponerla en contacto con la agencia de detectives.

Cleofas Martínez se volvió hacia Ruiz, agregando:

Si ella recibe parte del dinero que me pagó es posible que se sienta animada a decirle que prosigas en tu trabajo, redactando un informe sobre Walter.

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