En un mundo donde la lealtad y el deseo se entrelazan, una joven se encuentra atrapada entre la pasión y el peligro. Tras un encuentro inesperado con un enigmático mafioso, su vida da un giro inesperado hacia lo prohibido. Mientras la atracción entre ellos crece, también lo hace el riesgo de entrar en un juego mortal de poder y traición.
Sumérgete en una historia cargada de erotismo y tensión, donde cada decisión puede costar caro. ¿Podrá su amor desafiar las sombras del crimen, o caerá presa de un destino que la dejará marcada para siempre? Una novela que explora los límites del deseo y la redención, perfecta para quienes buscan emociones intensas y giros inesperados.
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Cap 20: El Juego del Engaño
La sala estaba envuelta en una penumbra inquietante, iluminada solo por la tenue luz de algunas lámparas de mesa que proyectaban sombras danzantes en las paredes. Ana se encontraba frente a Marco, tratando de mantener la calma mientras sus pensamientos corrían descontrolados. Sabía que cada palabra y cada gesto contarían en el juego que estaban a punto de jugar.
“Estoy lista para discutir cómo podemos unir fuerzas”, dijo Ana, intentando que su voz sonara más firme de lo que realmente se sentía. “Pero quiero dejar en claro que mi lealtad está con Alessandro.”
Marco la miró con una expresión que oscilaba entre la burla y la curiosidad. “Interesante, Ana. Pero para poder jugar, debes aceptar que en este mundo, las lealtades son flexibles. Te propongo que seas el puente entre nosotros. Tu posición es única; puedes acercarte a Alessandro, hacerle creer que quieres ayudarlo, mientras nosotros manipulamos la situación desde atrás.”
Ana sintió un escalofrío al escuchar sus palabras. “¿Manipular cómo? No estoy dispuesta a convertir a Alessandro en una pieza más de su juego.”
“Eso depende de cómo veas el tablero”, respondió Marco, su tono grave y calculador. “Esto es guerra, y en la guerra, a veces hay que sacrificar a algunos para salvar a otros. Piensa en los beneficios de trabajar juntos. Tú serías la clave para desarmar a Alessandro y a sus hombres. A través de ti, podríamos debilitar su posición sin necesidad de derramar más sangre.”
Ana sintió que el corazón le latía con fuerza. Estaba consciente de que había caído en la trampa de Marco. Tenía que actuar con cuidado, manteniendo las apariencias mientras tejía su propio plan. “Entiendo tu perspectiva, pero si yo hago eso, ¿cómo me aseguro de que no me traicionarás cuando todo esté dicho y hecho?”
Marco esbozó una sonrisa astuta. “Te aseguro que no soy un monstruo, Ana. Si todo sale como está planeado, ambos obtendremos lo que queremos. Pero debes comprometerte a hacer tu parte. Si Alessandro se entera de que hay un plan en marcha, todo habrá terminado. Y tú, querida, no querrás estar en la línea de fuego.”
Ana se sintió atrapada entre el deseo de proteger a Alessandro y la necesidad de cumplir con su papel. “¿Y si le digo que estoy dispuesta a trabajar con ustedes, pero en secreto? Necesito tiempo para ganarme su confianza y para idear un plan que no lo perjudique.”
Marco inclinó la cabeza, contemplándola. “Eso sería un comienzo. Pero recuerda, en este juego, cada movimiento es crucial. No puedo permitir que un error te lleve a la muerte ni a la nuestra. Tienes que ser convincente. Asegúrate de que no haya sospechas.”
“Lo haré”, dijo Ana, sintiendo cómo la determinación comenzaba a crecer en su interior. “Pero tengo que tener algo a cambio. Quiero una garantía de que no te llevarás a cabo ninguna acción contra Alessandro mientras yo lo convenzo.”
Marco se rió con desprecio. “Ana, si crees que voy a permitir que él siga operando libremente, estás muy equivocada. No obstante, puedo ofrecerte algo más: la promesa de que no lo atacaré directamente si tú lo traes a la mesa. Pero debes actuar rápido; el tiempo no está de nuestro lado.”
Ana asintió, sabiendo que tenía que jugar bien sus cartas. “De acuerdo. Voy a hablar con él y plantearle la posibilidad de un acuerdo. Pero necesito tu ayuda para asegurarme de que no se entere de mi verdadera intención.”
“Así se habla”, dijo Marco, su sonrisa volviéndose más amplia. “Me gusta tu resolución. Ahora, veamos cómo puedes usar esa belleza y astucia para tu beneficio.”
Mientras Ana se alejaba de la reunión, su mente giraba en torno a los siguientes pasos. Tenía que actuar rápidamente, informarle a Alessandro de la situación sin levantar sospechas, y al mismo tiempo, mantenerse un paso adelante de Marco y su hermano.
El camino hacia su habitación se sentía como un laberinto de nerviosismo y determinación. Sabía que estaba en un juego peligroso, y que cada movimiento contaba. La línea entre la lealtad y la traición se había vuelto difusa, y era esencial que supiera exactamente en qué lado estaba antes de tomar cualquier decisión.
Una vez en su habitación, Ana se sentó en la cama y respiró profundamente. Necesitaba idear una estrategia para acercarse a Alessandro y explicarle la situación sin revelar toda la verdad. La última cosa que quería era que él se sintiera traicionado por su aparente colaboración con Marco.
Mientras pensaba, recordó la noche en que Alessandro había arriesgado su vida por ella, cómo se había enfrentado a la violencia y al peligro para salvarla. La conexión que tenían era inquebrantable, y a pesar de las circunstancias, tenía que mantenerla intacta.
Finalmente, tomó la decisión de actuar con sinceridad. La confianza que habían construido a lo largo del tiempo era lo que podía salvarlos en este juego. Se preparó para salir nuevamente, con el propósito de encontrar a Alessandro y hablar con él, con la esperanza de que todo lo que había planeado no resultara en un desastre.
Cuando finalmente se reunió con él, la intensidad de la situación era evidente. Alessandro estaba sentado en una mesa, revisando documentos y mapas, su expresión grave. Al verla entrar, levantó la vista, y su mirada se suavizó un poco.
“Ana”, dijo, su tono firme pero curioso. “¿Qué sucede? Te veo preocupada.”
“Necesitamos hablar”, dijo Ana, cerrando la puerta detrás de ella. “Es urgente. He estado en contacto con Marco, y tenemos que encontrar una manera de negociar.”
Alessandro se enderezó, su expresión cambiando a una de desconfianza. “¿Marco? ¿Qué quieres decir con que tienes contacto con él?”
“No me malinterpretes”, dijo Ana, apretando los puños. “No estoy de su lado. Pero él está ofreciendo una oportunidad para negociar. Si actuamos con rapidez, podemos asegurarnos de que no se derrame más sangre.”
“¿Por qué debería confiar en él?”, preguntó Alessandro, su voz cargada de incredulidad. “Ha hecho lo que ha querido sin importar las consecuencias. ¿Cómo puedes estar segura de que esto no es una trampa?”
“Porque estoy dispuesta a correr el riesgo”, respondió Ana, sintiendo la desesperación apoderarse de ella. “Él no quiere más conflictos. Quiere poder, y la única manera de conseguirlo es a través de un acuerdo. Si le ofrezco nuestra colaboración, tal vez podamos sacar provecho de la situación.”
Alessandro la miró fijamente, buscando en su rostro cualquier indicio de traición. “No puedo arriesgar tu vida así, Ana. No puedo permitir que juegues con fuego.”
“Pero si no lo hacemos, perderemos todo. Esta guerra nos está consumiendo, y lo único que quiero es encontrar una manera de salir de esto, juntos”, insistió Ana, sintiendo que su voz se quebraba. “Confía en mí. Tengo un plan, pero necesito tu apoyo.”
Alessandro suspiró, su mirada intensa y preocupada. “Está bien. Te escucharé, pero esto no significa que esté de acuerdo. Si alguna vez sientes que te están manipulando, quiero que me lo digas.”
Ana asintió, sintiendo que el peso de la situación se levantaba un poco de sus hombros. “Lo haré. Quiero que ambos estemos a salvo, y haré lo que sea necesario para protegerte.”
Con un acuerdo frágil establecido, Ana se sintió un poco más tranquila. Sabía que estaba navegando en aguas inexploradas, pero el deseo de salvar a Alessandro y detener la guerra la impulsaba. La batalla estaba lejos de haber terminado, y aún había muchas cartas por jugar.
Mientras regresaba a su habitación, la mente de Ana se llenó de nuevas estrategias. La negociación con Marco sería un desafío, pero con Alessandro a su lado, la esperanza seguía viva.
**El juego del engaño apenas había comenzado, y Ana estaba decidida a ser la jugadora más astuta en el tablero.**