Como hermano del antiguo rey, no había heredado ni siquiera una cualidad mágica. No obstante, su nivel de inteligencia lo llevó a ser asignado como el capitán del escuadrón de espías encargado de recopilar información contra un emperador enemigo. Esperando que aquella misión fuera su retirada, jamás pensó que le terminaría quitando la virginidad a una joven mujer. Así mismo se sorprendió al saber por parte del rey, que habían pedido su mano en matrimonio. Resultando que su futura esposa sería aquella chica de 20 años que desvirgó e hija del emperador enemigo.
“¿Es qué acaso no podré retirarme tranquilo” pensó con pesar.
“Esposo, ¡Me gusta que seas mayor! ¡Quiero ser tuya para siempre!” expresó su prometida.
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CAPÍTULO 5
Elwin se detuvo un momento, cerrando sus ojos con fuerza para intentar calmarse. La imaginación de aquella chica era muy grande, si bien podía entenderlo hasta cierto punto, le hacía sudar un poco el pensar hasta donde podría imaginarse cosas teniéndolo a él cómo el centro de sus fantasías.
—Ese cuento de Cenicienta...—quiso indagar un poco mientras seguía caminando—¿Te lo dio tu madre?
—¡Sí!—respondió—y la ropa que tengo puesta también.
—¿Y puedo saber cómo conseguiste el anillo?—preguntó un poco más viendo de cerca el río aledaño al palacio.
De inmediato Abril bajó la cabeza, mientras abrazaba con más fuerza el cuello de Elwin. Sabía que aquello era un tema aún delicado para ella, por lo que, si quería sacarla de manera cómoda para ella, volvería a indagar después de su escape.
—¡Llegamos!—respondió bajándola.
Un poco entumecida en sus piernas, Abril tambaleó un poco, pero un extraño ruido le llamó la atención, por lo que caminó con cuidado hasta la última parte de aquella cima. Habían llegado a un acantilado el cual colindaba con el mar. Sentándose para masajear sus piernas entumecidas, Abril sonrió mientras observaba el paisaje, imaginándose a ella con un vestido igualito al de Cenicienta bailando bajo el atardecer.
—¿Te gusta el mar?—preguntó sentándose a su lado.
—¿Mar?—contra preguntó—¡Bonito!
—Cuando lleguemos a mi hogar, te mostraré la cabaña donde pienso jubilarme—respondió con orgullo—¡La construí yo solo! ¡Y lo mejor es que está en un lugar igual de bonito que este!
—¿Y podré vivir contigo para siempre?—preguntó emocionada—¿Cómo Cenicienta con su príncipe?
—Siempre estaré pendiente de ti—respondió evadiendo la pregunta.
Si bien sabía que aquella chica era importante para su reino, no quería formarle falsas esperanzas. Solo esperaba que, si a futuro, algo pasara, pudiera estar a su lado, apoyándola, aun cuando no pudiera cumplir su deseo de estar juntos.
Mientras la dejaba contemplando más el paisaje, llegó a una pequeña cueva cercana, la cual contenía escondidos algunos suministros de emergencia. Debido a la cercanía y a su difícil acceso, aquello era uno de los refugios que sus hombres y él tenían en mente, en caso dado de que algo pasara y la misión hubiera sido un fracaso.
—¿Me estaré enfermando?—preguntó mientras palpaba su frente.
Sintiéndose un poco con fiebre y mareo, tomó una bengala mágica de un pequeño baúl y llegando a la orilla del acantilado la accionó. Aunque no tenía color, la bengala podía observarse a cierta distancia por algunos barcos espías que aún seguirían buscándolo, teniendo fe de que su sobrino no se hubiera cansado de búsqueda después de casi una semana de su desaparición.
—Deberían venir en seis horas máximo—dijo en un susurro—si no, deberé buscar otra ruta...
Un poco preocupado, negó con la cabeza para no colocar nerviosa a Abril, la cual se había colocado a su lado observándolo con emoción.
Dándole una suave sonrisa, la llevó dentro de la cueva y mientras encendía una fogata, le pasó una manta con la que arroparse.
—¿Puedes contarme de tí?—preguntó curiosa.
—Trabajo para mi sobrino—empezó a responderle, ocultando algunos detalles—lo crié desde que sus padres murieron y cuando sea su ceremonia oficial planeo retirarme.
—¿Estás cansado?—preguntó curiosa de nuevo, al notar su respiración pesada.
—Un poco—respondió levantándose—la luna saldrá dentro de poco, iré al río a refrescarme un poco, sé buena niña y espérame... ¿Entendiste?
Observando preocupada el estado de Elwin, su príncipe se alejó poco a poco. Bajando la cabeza, usando sus rodillas como almohadas, esperó pacientemente al hombre antes de quedarse dormida.
—¿Mi príncipe?—preguntó asustada.
Al verse sola, con la noche ya puesta y al ver la luna, comenzó a llorar puesto que aun no había llegado Elwin. Temiendo lo peor dio unos cuantos pasos al exterior de la cueva, pero tenía miedo del exterior.
—¿Elwin?—preguntó llevándose su anillo a su pecho.
Como si hubiera accionado algo, un hilo rojo comenzó a emerger de su dedo, mientras el anillo del emperador brillaba con fuerza. Pensando que tal vez así pudiera encontrarlo, se adentró un poco más en el bosque circundante.
Mientras tanto, Elwin se encontraba bajo una pequeña cascada, a unos doscientos metros de distancia. Pensando que el frío del agua, pudiera ayudar a bajar su temperatura, esta no hacía más que incrementar.
Por eso, decidido a calmarse, terminó por desnudarse y sumergirse en el agua, hasta llega a una roca bajo la cascada. Y, aprovechando su soledad, comenzó a tocarse en su entrepierna.
—¡Joder!—dijo acelerando el movimiento de su mano—¿Por qué no baja?
Ya con aquella sería la quinta vez que se tocaba desde hacía una hora y media que se había alejado de la cueva donde había dejado a Abril.
No sabía porque de su estado; sin embargo, aun cuando intentara saciarse, su deseo aumentaba, tanto que sentía pulsante, hinchado y caliente su entrepierna, mucho más que cuando tuvo su primera experiencia hacía años.
—Soy patético...—dijo en un susurro—¿Cómo es que a mi edad aun me toma de sorpresa las calenturas?
Acelerando el paso cerró sus ojos hasta sentir que por fin su semilla salía en un chorro fuerte; sin embargo, tras varios segundos en ese estado, y sin alivio alguno, su corazón palpitó más fuerte al escuchar una pequeña voz.
—¿Mi príncipe?—preguntó Abril.
La joven chica había llegado hasta donde el estaba, y mientras el agua de la cascada caía suavemente sobre ella, una parte de su rostro aun tenía impregnada su semilla. Sin querer se había venido encima de ella.
—Lo...lo siento—intentó levantarse pero fue en vano.
Cayendo en el lecho del agua, aquella imagen hizo sonrojar aun más a Abril. El cuerpo desnudo y fornido de Elwin, estaba cubierto, por una parte, de agua, mientras la luz de la luna lo iluminaba.
—¡No!—intentó hablar.
La cara de Abril era un poema, puesto que, curiosa, había tomado con sus dedos, de manera delicada un poco de su semilla en su rostro y luego de analizarla un poco terminaría por chuparse los dedos.
—Dulce...—los ojos de Abril se pusieron más y más oscuros—quiero más.
Como si otra persona se hubiera apoderado del cuerpo de la chica, Abril bajo con delicadeza hasta donde estaba, y comenzó a recorrer con sus dedos el torso desnudo de Elwin, provocando que este se erizara.
jajajajaja jajaja