En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
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Capítulo 12: La Revelación Velada
El aire dentro de la cámara subterránea era pesado, cargado de una energía que Shiro apenas podía soportar. La figura en el centro lo observaba con ojos invisibles, pero su presencia lo atravesaba como un peso invisible en su pecho. Detrás de él, Aiko, Haru y Hikaru se quedaron en silencio, incapaces de dar un paso más. Aunque sus linternas iluminaban el espacio, las sombras parecían más vivas, como si estuvieran esperando que ocurriera algo.
Shiro tragó saliva, dando un paso adelante, enfrentando a la figura oscura. Aunque no podía ver su rostro, sentía que había algo profundamente familiar en ella. Era como si una parte de él mismo estuviera allí, mirándolo desde detrás del velo de sombras.
—¿Quién eres? —preguntó, con la voz más firme de lo que se sentía.
La figura no respondió de inmediato. En su lugar, un suave eco comenzó a resonar por la cámara, como si el viento estuviera susurrando secretos en los rincones más oscuros del lugar.
—La pregunta correcta no es quién soy —respondió finalmente la figura, con una voz que era a la vez grave y distante—. Sino qué eres tú.
Shiro frunció el ceño. La misma ambigüedad, el mismo tono críptico. Ya no estaba dispuesto a quedarse en silencio.
—Estoy harto de los enigmas —dijo, con frustración creciendo en su interior—. Si hay algo que debo saber, dilo de una vez.
La figura dio un paso hacia adelante, y por un momento, Shiro sintió que la oscuridad misma lo envolvía. Sin embargo, en lugar de sentirse atrapado, una extraña sensación de calma comenzó a invadirlo. Algo en la presencia de esa figura le decía que, por fin, estaba al borde de descubrir la verdad.
—Tú —dijo la figura, extendiendo una mano hacia Shiro—. Eres el elegido para mantener el equilibrio entre los mundos. Un vínculo entre la luz y la sombra. El guardián de secretos que han estado ocultos por generaciones. Y ahora, ha llegado el momento de que aceptes tu destino.
Shiro se quedó paralizado. ¿El equilibrio entre los mundos? ¿El guardián de secretos? Las palabras lo abrumaban, pero al mismo tiempo, algo en su interior parecía resonar con lo que la figura decía. Era como si siempre hubiera sabido, en lo más profundo, que algo en su vida era diferente. Pero escuchar esas palabras en voz alta lo cambiaba todo.
—No entiendo… —comenzó a decir, con la voz temblorosa—. ¿Por qué yo? ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo?
La figura inclinó levemente la cabeza, como si evaluara a Shiro con una mirada que atravesaba más allá de su exterior.
—Porque en ti reside la clave para mantener el orden entre lo que se ve y lo que no. El café, la cripta, los misterios que has desentrañado… todo ha sido una preparación para este momento. Pero la verdadera prueba comienza ahora.
Aiko, que había estado en silencio todo el tiempo, finalmente habló, con la confusión reflejada en su rostro.
—¿Qué significa eso? ¿Qué clase de prueba?
La figura no se molestó en mirarla. Sus ojos invisibles seguían fijos en Shiro.
—La prueba de aceptar quién eres en realidad, y lo que estás destinado a proteger —respondió—. Shiro, dentro de ti, yace el poder de conectarte con las fuerzas que gobiernan este mundo y el siguiente. Pero no puedes controlarlo si no lo aceptas.
Haru dio un paso adelante, claramente incómodo con lo que estaba oyendo.
—Espera un momento —dijo, con voz firme—. Estás hablando de fuerzas que ni siquiera comprendemos. ¿Por qué Shiro tendría que soportar todo esto solo? Nosotros estamos con él.
La figura inclinó la cabeza levemente hacia Haru, reconociendo su presencia por primera vez.
—Su destino está entrelazado con el de ustedes, pero el poder que yace en su interior solo responde a él. Sin embargo, no es una carga que deba llevar en soledad. Todos tienen un papel en lo que está por venir.
Shiro respiró hondo, tratando de asimilar lo que estaba oyendo. Si era cierto lo que la figura decía, entonces todo lo que había experimentado hasta ese momento —los encuentros con las sombras, los misterios del café, incluso la extraña conexión que sentía con ese lugar— tenía un propósito mucho más grande del que jamás imaginó.
—¿Y si no quiero aceptarlo? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Por primera vez, la figura pareció titubear.
—Si no aceptas tu destino, el equilibrio entre los mundos se desmoronará. Las fuerzas que están más allá de este plano comenzarán a colapsar, y lo que ahora está contenido dentro de las sombras se desatará. No solo en este lugar, sino en todo el mundo.
Shiro sintió una oleada de presión en su pecho. La responsabilidad que la figura le estaba imponiendo era abrumadora. Pero al mismo tiempo, sabía que no podía huir de lo que estaba frente a él. Había una verdad, algo que lo llamaba desde lo más profundo, y aunque lo asustaba, también lo intrigaba.
—¿Y cómo se supone que acepte este destino? —preguntó finalmente, mirando a la figura directamente—. No sé ni por dónde empezar.
La figura dio un paso atrás, levantando ambas manos hacia el techo de la cámara. Las sombras que los rodeaban comenzaron a moverse, arremolinándose como si estuvieran vivas, hasta formar un círculo alrededor de Shiro.
—El primer paso —dijo la figura— es enfrentarte a las sombras dentro de ti. Solo cuando comprendas y aceptes lo que has mantenido oculto en tu corazón, podrás acceder al verdadero poder que reside en tu interior.
Las sombras comenzaron a acercarse a Shiro, pero no con intención de dañarlo. En lugar de eso, lo rodeaban, envolviéndolo suavemente. A medida que las sombras se acercaban, Shiro sintió una extraña mezcla de emociones: miedo, confusión, pero también una calma que no podía explicar.
De repente, una serie de imágenes inundó su mente. Vio recuerdos de su infancia, momentos olvidados en los que había sentido una extraña conexión con lo desconocido. Vio su primer encuentro con Haru en el café, las veces que las sombras parecían seguirlo sin razón aparente, y, finalmente, el momento en que había visto su propio reflejo distorsionado en la cripta.
—Estas sombras —dijo la figura, su voz resonando en la mente de Shiro— son una parte de ti. Son los ecos de todo lo que has reprimido, todo lo que has temido. Solo aceptándolos podrás controlar el poder que llevas dentro.
Shiro cerró los ojos, permitiendo que las sombras lo envolvieran por completo. Al principio, sintió una oleada de pánico, como si estuviera siendo consumido por la oscuridad. Pero entonces, algo dentro de él cambió. En lugar de luchar contra las sombras, comenzó a aceptarlas, permitiendo que se mezclaran con su ser.
La sensación de miedo comenzó a desvanecerse, y en su lugar, una profunda comprensión comenzó a surgir. Shiro no estaba siendo consumido por la oscuridad. Estaba integrándola, permitiendo que se convirtiera en parte de él. Las sombras no eran su enemiga. Eran su aliada.
De repente, las sombras retrocedieron, disolviéndose en el aire. Shiro abrió los ojos, y en ese instante, supo que algo había cambiado dentro de él.
La figura lo observó en silencio, como si esperara que Shiro comprendiera lo que acababa de suceder.
—Ahora —dijo la figura, con una voz más suave— estás listo para lo que está por venir.
Shiro respiró hondo, sintiendo una nueva energía fluir a través de él. Las sombras ya no le temían, y él ya no les temía a ellas.
—Estoy listo —dijo, con una convicción que no había sentido antes—. Ahora, dime qué es lo que debo hacer.