La Niñera De Mi Sobrino

Estaba sentado alrededor de la mesa de comedor, Renata me sirvió, empecé a comer mientras conversaba con el jefe de cocina. Javier es el responsable del equipo de cocineros y me estaba enseñando algunas recetas excelentes. Aunque no lo parezca, en mi tiempo libre cocino para mí mismo, aunque no me gusta mucho comer lo que hago, pero no me hago el feo a mí mismo.

Javier parloteaba sin parar, con tantas conversaciones, podría incluso escribir un libro de recetas, con 200 páginas y algunas copias adicionales. Había estado bastante distraído pensando en todo lo que había sucedido, lo que llevó a mi hermano a desaparecer en una tormenta inesperada y a mi sobrino, que ahora está cada vez más irritado por estar lejos de sus padres durante tanto tiempo.

Sé cómo se siente, porque a pesar de tener a mis padres cerca de mí, siempre me sentía solo. Es una sensación desagradable que he experimentado y que no le deseo a nadie. Durante muchos años intenté llenar ese vacío que sentía, pero me di cuenta de que es muy profundo, ese vacío que intenté llenar con mi trabajo, con mis logros. No hay nada que pueda curarme de este maldito sentimiento.

Intenté transmitir una sensación de comodidad y seguridad a Arthur, porque provengo de una vida vacía, pero me sentí desconcertado cuando vi que prefiere más a la niñera que a mí, que soy su tío. Juro que no entiendo cómo ve a las personas que lo rodean. Siendo un Armstrong, debería buscar consuelo en los brazos de la familia en lugar de en los de una completa desconocida, porque eso es lo que pienso de Katrina.

— Señor Armstrong... — llamó Javier, haciéndome mirarlo. — no ha tocado la comida, ¿se perdió en el tiempo?

— No, Javier, ni siquiera me di cuenta de que dejé de comer. Hay tantos problemas que no me di cuenta, perdón, puedes retirar el plato. Por favor, pasé hambre. — Me levanté de la mesa.

Mi mente estaba enredada en varias confusiones y pensamientos inapropiados sobre la niñera de Arthur, lo que me enfadaba al pensar en esa criatura pequeña. Ni siquiera podía pensar con claridad. Caminé hacia el balcón, me senté en la silla reclinable y miré el cielo oscuro.

— Daniel, ¿estás bien? — una mano suave tocó mi brazo, sacándome de mis pensamientos.

— Sí, Laura, no te preocupes. — Le dije, pensando si debería alejar esos toques o aceptar su amable oferta.

— Qué bueno, espero que realmente estés bien. — Laura me mostró una sonrisa. — Si necesitas algo o compañía, sabes que estoy disponible. — Dijo dándome un beso en la mejilla y luego se fue.

Me demoré mucho aquí, pero por órdenes del doctor que cuida a Arthur, tuve que quedarme, solo por su bien. No tuve otra opción. Pero estoy ansioso por regresar y mover cielo y tierra, hacer lo que esté o no a mi alcance para traer de vuelta a mi hermano Andrei y a su esposa. Salí del balcón y me dirigí a mi habitación. Cuando pasé por el pasillo, escuché el llanto de Arthur. Abrí inmediatamente la puerta y fui hacia él, que lloraba en brazos de Laura.

— ¿No habías ido a tu habitación? — Le pregunté a la mujer frente a mí.

— Es que Arthur se despertó, empezó a llorar y ahora no quiere dormir. — Dijo ella, casi llorando también.

— Katrina... — Arthur lloraba llamando el nombre de la niñera.

— Arthur la llama todo el tiempo, ya no sé qué hacer. — Dijo Laura impaciente.

— ¿Pero acaso no fue ella quien lo acostó a dormir? Porque le pedí que lo cuidara. — Apreté los puños.

— ¡No! Ella me pidió que lo hiciera dormir porque se sentía muy cansada. — Dijo Laura.

Sabía que iba a tener muchos dolores de cabeza con esta mujer. No sirve ni siquiera para ser niñera, no entiendo qué vio mi hermano en ella. ¿Cómo puede descansar y dejar de lado a Arthur? Intenté acercarme a Arthur, tomarlo en mis brazos, pero el niño solo me empujaba lejos.

— Katrina... — Dije, llorando aún.

Mi desesperación por no saber cuidar a un niño me invadió. Tuve que revolver toda la casa para saber dónde estaba Katrina y llevarla a Arthur, que no dejaba de llorar y llamar su nombre. Ahora, frente a la puerta de la habitación de la mujer, ni siquiera podía imaginar cómo podría llamarla a esta hora o cómo hablar con ella para decirle que soy tan incapaz de cuidar a mi propio sobrino. Golpeé la puerta, la llamé varias veces, pero no me respondió. Abrí la puerta con cuidado y pude verla durmiendo.

Estaba tendida en la cama, su pelo rubio estaba esparcido sobre la cama, sus piernas blancas que no tomaban sol estaban a la vista, su pecho subía y bajaba con una respiración completamente tranquila, la luz de la lámpara de noche iluminaba su rostro pálido y sus largas pestañas. Presté atención a su boca roja y bien delineada. No quería reconocerlo, pero Katrina es una mujer perfecta y hermosa. Tendré que investigar más sobre ella.

— Katrina... — La llamé viéndola moverse en la cama. — Perdona la molestia, pero necesito que vengas conmigo.

Ella se acomodó en la cama, me miró y se cubrió con una sábana, ya que solo llevaba una camisón bastante escotado.

— Señor Armstrong. — Dijo, pareció que en ese momento se dio cuenta.

— Eso es correcto. — Dije tranquilamente.

— ¿Qué sucede? — Preguntó.

— Arthur se despertó y te llama. No sé qué hacer. Cámbiate y ven a su habitación, por favor.

Salí de allí, dejándola libre para que se cambiara, pero créeme, el cuarto de Katrina era el último lugar donde quería estar. La gente dice que soy frío y calculador, pero tengo mis motivos para ser así. Sin embargo, no me importan los comentarios maliciosos sobre mí, porque siempre habrá quienes hablen bien y quienes hablen mal por envidia. Soy feliz a mi manera, ya sea calculador o no, soy feliz y punto.