La Reencarnada Y Los Pegasos

Arya esperaba vivir un día especial… pero nunca imaginó cuánto… Para no levantar sospechas, Lira preparó todo con una meticulosidad casi militar.

Mientras peinaba la peluca castaña y ajustaba un vestido sencillo.. mucho más humilde que los que suelen usar en el templo.. le daba instrucciones como si fuera una madre preocupada.

Lira: Mi lady, recuerde.. si alguien le pregunta, usted es una viajera de Valden. No diga su nombre real. Y… por favor, vuelva antes de la medianoche.

Arya: Lo haré. Y tú… finge que estoy durmiendo, ¿sí?

Lira asintió con nerviosismo, pero también con una emoción traviesa.

En el patio trasero del templo esperaba un caballo común, uno marrón de ojos suaves que el establo prestaba a los aprendices de mago. No era un pegaso… pero eso era exactamente lo que Arya necesitaba.

Nada que brillara. Nada que volara. Nada que gritara “la Santa Blanca”.

El mago Aldren nunca imaginó que Arya querría montar un caballo normal. Y justo por eso… no había reglas escritas sobre ello.

Arya tomó las riendas y acarició al animal.

Arya: Gracias por ayudarme hoy, amigo. Solo quiero… ver el mundo un poquito.

El caballo resopló con calma, como aceptando la misión sin mayor problema.

Lira la ayudó a subir, y antes de partir, Arya tomó su mano.

Arya: Lira… gracias por confiar en mí.

Lira: No confío en usted, mi lady… confío en que volverá. Ese es el trato.

Con el corazón latiendo con fuerza, Arya golpeó suavemente al caballo y salió por el sendero oculto que rodeaba la montaña. Habían elegido la ruta menos transitada.. un camino de tierra bordeado de árboles mágicos que brillaban como luciérnagas gigantes.

El aire nocturno era fresco.. Las estrellas comenzaban a encenderse.. Y el sonido distante de música y risas la guiaba como un faro.

A una hora exacta de distancia del templo, apareció el pueblo de Valenia, iluminado por cientos de faroles flotantes y telas de colores que ondeaban entre las casas.

Arya se detuvo en la entrada.. Nunca había visto algo así.. Ni en libros.. Ni en su vida anterior.

Ni desde el cielo, porque desde arriba todo parecía más pequeño… pero ahora podía verlo, olerlo, sentirlo.

Gente comiendo pastelillos humeantes.

Niños corriendo con cintas brillantes.

Parejas bailando bajo la luz de las antorchas.

Música viva, alegre, llena de ritmo.

Arya se bajó del caballo, respiró hondo y sonrió.

Arya: Así se siente… estar viva.

Amarró el caballo cerca de un puesto de frutas y se mezcló entre la multitud. Nadie la miró dos veces. Nadie le hizo reverencias. Nadie susurró su nombre.

Era una chica más, con un vestido simple y cabello castaño.

Por primera vez desde que llegó a este mundo… era libre.

Una anciana le ofreció una flor para el cabello. Un niño la salpicó de polvo brillante al correr. Alguien la invitó a probar dulce de luna, y Arya casi lloró al sentir el sabor en la lengua.

Todo era tan real, tan cálido, tan maravilloso.

Y entonces, cuando la música cambió a un ritmo más animado, una figura chocó con ella en medio de la multitud.

Un hombre de ojos azules, cabello oscuro y sonrisa peligrosa la sostuvo antes de que cayera.

- Lo siento. La multitud está un poco salvaje esta noche.

Arya levantó la mirada.

Arya quedó paralizada cuando chocó con aquel hombre..

No era solo guapo… era de una belleza que parecía sacada de un cuadro antiguo: mandíbula firme, ojos azul profundo, cabello oscuro que caía con descuido elegante, y una mirada que podía detener un corazón.

Aunque no lo notó de inmediato, su mano había quedado apoyada en el pecho del hombre, sintiendo el latido fuerte y cálido bajo la tela fina de su chaqueta de gala.

Él sonrió.

Una sonrisa lenta, peligrosa, encantadora…

La clase de sonrisa que hacía olvidar cómo se respiraba.

- Me alegra que no haya caído. Aunque… no me habría molestado sostenerla un poco más.

Arya parpadeó, despertando de su ensueño.. Retiró la mano tan rápido que casi se golpea a sí misma.

Él rió suavemente.

- Permítame presentarme como corresponde. Kiran Page, duque de Valenia.

Arya abrió la boca y luego la cerró.

[¿Un duque? ¿caí literalmente, en los brazos de un duque?]

Arya: Yo… soy… A.. Anastasia.

Arya sintió que el mundo se detenía cuando chocó con aquel hombre.

Kiran arqueó una ceja, como si el nombre le pareciera curioso, pero no dijo nada. En sus ojos, sin embargo, había un brillo extraño. Un brillo demasiado agudo. Demasiado consciente.

Duque Kiran Page: Un gusto, Lady Anastasia… ¿viaja sola?

Arya negó rápido.

Arya: Solo estoy de paso. Quería ver el festival.

Kiran sonrió, ladeando la cabeza como quien observa un secreto que nadie más ve.

Duque Kiran Page: Interesante. No suele verse por aquí a jóvenes tan… distinguibles.

Arya sintió un pequeño pinchazo de nervios.

Arya: ¿Distinguible… en qué sentido?

Kiran se acercó un poco, pero no de una forma intimidante… sino como si le ofreciera una danza sin tocarla.

Duque Kiran Page: Su postura. Sus modales. Sus manos. Y… sus ojos bajaron ligeramente hacia los de ella el color de sus ojos. Poco común por aquí.

Arya contuvo la respiración.

Era imposible ocultar el tono plateado, incluso bajo las luces del festival.

Pero para su sorpresa… él sonrío como si todo fuera un juego.

Duque Kiran Page: Aunque… supongo que las coincidencias existen. No la he visto nunca antes. Debería recordarlo, sin duda.

Era una mentira. Una mentira elegante. Una mentira peligrosa.

Arya tragó saliva, intentando recuperar el control.

Arya: Puedo asegurarle que no soy nadie especial. Solo vine a disfrutar del festival.

Kiran inclinó la cabeza con una sonrisa lenta, como si aceptara el papel que ella había elegido interpretar.

Duque Kiran Page: Entonces… Lady Anastasia, ¿le gustaría un recorrido por mi pueblo?

Arya parpadeó.

Arya: ¿Ah… su pueblo?

Duque Kiran Page: Soy su duque, después de todo. Prometo que no dejaré que nada la moleste.

Su tono era cálido, amable… pero sus ojos contaban otra historia.

Él sabía quién era. Exactamente quién era.

Y aun así… estaba dispuesto a jugar el mismo juego que ella.