Lucía, una tímida universitaria de 19 años, prefiere escribir poemas en su cuaderno antes que enfrentar el caos de su vida en una ciudad bulliciosa. Pero cuando las conexiones con sus amigos y extraños empiezan a sacudir su mundo, se ve atrapada en un torbellino de emociones. Su mejor amiga Sofía la empuja a salir de su caparazón, mientras un chico carismático con secretos y un misterioso recién llegado despiertan sentimientos que Lucía no está segura de querer explorar. Entre clases, noches interminables y verdades que duelen, Lucía deberá decidir si guarda sus sueños en poemas sin enviar o encuentra el valor para vivirlos.
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Besos públicos, dudas privadas
Estábamos apunto de seguir comiendo cuando algo pasa en la cancha. Nicolás anotó una canasta, y el grupo estalló en gritos y palmadas. Desde el borde de la cancha, una chica se acercaba con pasos seguros, como si el mundo girara a su ritmo. Es kassandra, la reina de las populares, con un nombre que suena a influencer de redes sociales. Traía el pelo teñido de platino, un top corto que dejaba poco a la imaginación y una sonrisa que parecía calculada. Se paró frente a Nicolás, quién se encontraba limpiándose el sudor de la frente con el borde de su camiseta.
—Vaya tiro, Nico— dijo Kassandra, con un tono meloso que se escuchó hasta nuestra mesa—. Eres una máquina.
—Gracias, Kas —respondió Nicolás, con aquella media sonrisa que hacía que medio campus suspirara.
Y entonces, como si estuviese en una telenovela barata, Kassandra se acercó más, mientras rozaba su cuerpo contra él de una manera que no dejaba dudas. Su mano bajó por un segundo, un roce descarado en la entrepierna de Nicolás, antes de inclinarse y plantarle un beso lento en el cuello. Los amigos de Nicolás soltaban silbidos y risas, y él solo se reía, como si esto fuese lo más normal del mundo.
—Oh, por favor, qué asco — siseo Sofía, limitándose a dejar su sándwich en la mesa—. ¿Viste eso? ¿Quién hace eso en público? Kassandra es lo peor.
—Fue... intenso —admito, mientras sentía una combinación de incomodidad y curiosidad.
—¿Intenso? Es patético. —Exclamó Sofía, y se inclinó hacia mi bajando la voz como si alguien pudiera escucharnos—. Esa tipa se cree la reina del universo solo porque tiene mil seguidores en Instagram y sale con la mitad del equipo de básquet. ¿Y ese roce? Qué vulgar. Ni siquiera lo disimula.
—No sé, a lo mejor a Nicolás le gusta —digo, aunque no estaba segura del por qué la estaba defendiendo.
—¿Gustarle? —Sofia resopló—. Claro que le va a gustar, es Nicolás. Vive para la atención. Pero Kassandra... ugh, es como una serpiente. El año pasado, en una fiesta, se puso a hablar mierda de una chica solo porque le había ganado en un concurso de fotografía. ¿Quién hace eso? Es tóxica.
—¿Y por qué todavía sigue siendo tan popular si es tan horrible? —inquirí, dándole una mordida a mi sándwich.
—Porque la gente es idiota. —Dijo Sofía, encogiéndose de hombros—. Les encanta el drama, y Kassandra es puro drama. Además, está buena, según los estándares de esta uni. Pero, vamos, yo no le llego ni a los talones en lo que respecta a dignidad.
Solo pude reír, porque Sofía siempre tenía esa forma de hacer que todo sonara como una batalla épica. En la cancha, Kassandra ya se había alejado, pavoneándose hacia un grupo de chicas que la recibían como si fuera una celebridad. Nicolás y sus amigos siguieron jugando, pero ahora había una energía diferente, como si todos supiesen que son el centro de atención.
—¿Sabes qué? —decía Sofía, mientras volvía a su sándwich—. Deberíamos ir a esa fiesta de Marcos este finde. Al menos ahí no va a estar Kassandra, que de seguro andará en algún evento exclusivo para egocéntricos.
—¿La fiesta? —Me tensé, al recordar la invitación de Mateo—. No lo sé, Sofía. Sabes que no soy buena en esas cosas.
—Venga, Lucía, no seas aburrida. —Me da un codazo suave—. Va a estar divertido. Música, gente, quizás hasta bailamos. Y si te aburres, nos vamos. Prometo no dejarte sola con los idiotas.
—No tomo —dije, repitiendo mi excusa de siempre.
—Y no tienes que tomar. —Me dijo poniendo los ojos en blanco—. Mira, yo tampoco voy a emborracharme. Solo quiero pasarla bien. Además, Marcos dijo que va a haber un karaoke improvisado. ¿No quieres ver a alguien destrozar una canción de Shakira?
Me reí a pesar de mí misma. La idea de una fiesta no sonaba tan terrible cuando Sofía lo ponía así, pero sigo sintiendo ese nudo en el estómago. No soy como ella, que se mueve por el mundo como si todo le perteneciera. Yo soy la que se queda en las esquinas, observando, y escribiendo en mi cabeza.
—De acuerdo, lo voy a pensar —concedo, sabiendo que probablemente terminaré yendo solo para no decepcionarla.
—¡Esa es mi chica! —Sofía levantó la mano para chocarla, y yo la sigo, aunque con menos entusiasmo.
El partido en la cancha culminó con otro grito de victoria, y Nicolás se pasó una mano por el pelo rubio, observando alrededor como si supiera que todos lo estaban viendo. Kassandra estaba ahora con sus amigas, riendo fuerte, y por un instante me pregunté cómo sería ser así: tan segura, tan visible. Pero después pensé en mi cuaderno, en las palabras que guardé para mí, y decidí que no cambiaría mi silencio por su ruido.
—Vamos, que se nos está haciendo tarde para la próxima clase —dice Sofía, recogiendo su basura—. Y prométeme que no te vas a pasar el finde pensando en Kassandra y su show de circo.
—Lo prometo —respondí, aunque sabía que aquella imagen —el roce, el beso, la risa de Nicolas— se quedarían dando vueltas en mi cabeza más de lo que quería admitir.
Optamos por levantarnos, arrojamos los envoltorios en un basurero y empezamos a caminar hacia el edificio de aulas, con el eco de la cancha quedándose atrás. La ciudad seguía su ritmo, y yo sigo buscando algo que no sé nombrar, algo que valga la pena escribir.