La Autora Maldita

Leonor notó mi cambio de humor y se disculpó por evocar recuerdos dolorosos.

__No te preocupes, Leonor. Tu comentario fue solo el catalizador de mi propia melancolía. Me recordó todo lo que he dejado ir por construir un muro a mi alrededor. En lugar de vivir, me limite a deambular como un alma en pena__. Gracias a los recuerdos de la dueña anterior de este cuerpo, y a que fui yo quien escribió la novela sobre su vida, sé cómo responderle a Leonor sin que sospeche que yo no soy Zephyr.

Con una sonrisa fingida, pero convincente, evité que mi dama de compañía se percate de mi confusión interior. El jardín nos recibió con su habitual y raro esplendor; la mesa, elegantemente servida, promete un festín de té y postres. Mis ojos se deleitan con la abundancia de la mesa, pero mi alma clama por el sabor de la malta, la chispa de la gaseosa, la compañía de unos snacks crujientes. Este mundo de fantasía me ofrece un banquete para la vista, pero me niega los pequeños placeres que alimentan mi espíritu.

__Vaya, vaya, ¿a qué debo el honor de que mi hermana mayor haya salido de su encierro?__. Un grito de espanto escapó de mis labios al oír la voz de mi hermana en este mundo, su tono cargado de malicia y burla hacia mí por haber sido siempre una niña asustadiza y llorona.

__¿No te han dicho que hablar a espaldas de los mayores es de mala educación? Además, soy libre de salir cuando quiera. Hoy me pareció un día hermoso para disfrutar del paisaje__. Mientras hablaba, me giré para ver a mi hermana menor. Dos años más joven, su belleza es innegable, pero tras la fachada de doncella hermosa y frágil, se esconde una villana. Su cabello negro, herencia de nuestra madre, le da un aire macabramente hermoso, una atracción irresistible.

Raven:

Mi querida hermana no pudo ocultar su molestia ante mis palabras. La antigua Zephyr, dueña de este cuerpo, siempre agachaba la cabeza o terminaba llorando en su habitación ante sus comentarios malintencionados. Pero ahora, soy yo quien manda, y no permitiré que nadie me pisotee.

__Solo venía a advertirte algo. Esta tarde, a la hora del té, el príncipe heredero me honrará con su visita. Y no quiero que andes rondando por los alrededores. Mantente alejada, por tu propio bien__. Mi hermana no se inmutó ante mis palabras, pero supe que le había molestado mi desafío. La antigua Zephyr, débil y sumisa, siempre habría agachado la cabeza, pero yo no. Con una sonrisa fingida, cambió de tema, mencionando al príncipe heredero. Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar su nombre, un nombre que para mí es sinónimo de hipocresía y maldad. Como creadora de este mundo, conozco los secretos que oculta tras su máscara de príncipe encantador.

__Tranquila, hermanita, el príncipe es todo tuyo. Y como muestra del gran amor fraternal que me desborda, después de disfrutar de mi té y los postres, me iré de compras por la ciudad. Así tendrán la mansión entera para ustedes dos y podrán disfrutar de su... amor__. Mi hermana captó al instante el sarcasmo en mi voz y las comillas que dibujé en el aire. Su expresión reflejó que el sentimiento es mutuo: la antipatía entre nosotras es evidente.

__No olvides tu lugar__. Me siseó Raven antes de desaparecer entre los árboles.

__Si no tuviera que prepararme para el príncipe, te enseñaría una lección__. La furia en sus palabras es evidente.

__¿Y cuál es mi lugar, hermana?__. Alcancé a responder con ironía.

__¡El de la esposa de la bestia!__. Respondió a lo lejos, como si eso fuera a lastimarme.

__Mi destino es incierto, pero prefiero el abrazo de lo salvaje a la caricia de un príncipe cuyo corazón es un abismo de oscuridad. Al menos la bestia muestra su verdadera forma, mientras que el príncipe esconde su negrura tras una máscara de perfección__. Murmuré para mí misma, creyendo que nadie me escuchaba, pero Leonor me observaba con los ojos muy abiertos. ¿Acaso esperaba verme derrumbar como la antigua Zephyr cada vez que Raven mencionaba mi matrimonio con el emperador cambiaformas? Pues no, esta vez no habrá lágrimas.

__Leonor, por favor, deja esa cara de sorpresa. He madurado, aunque te cueste creerlo. Ahora entiendo entiendo que este matrimonio es necesario, no solo para mí, sino para ambos imperios. No me gusta, pero lo acepto. Y no, no creo que el emperador me asesine; necesita una esposa, y yo soy la elegida__. La sorpresa no abandonaba el rostro de Leonor ante mi cambio de actitud. Decidí ignorarla y concentrarme en los postres, disfrutando de la extraña belleza de este jardín.

Al observar el jardín, una corriente helada me recorrió la espalda. Es una sensación extraña, casi inquietante. ¿Qué había pasado por mi cabeza al crear este mundo al revés? Lo bello y pacífico de la Tierra aquí es siniestro y amenazante, mientras que lo repulsivo y aterrador de nuestro mundo se manifiesta aquí como algo natural.

El jardín es un refugio de otro mundo, un lugar donde la belleza y la oscuridad se funden en una experiencia sensorial única. La vegetación exuberante, en lugar de ser un espectáculo alegre, transmite una sensación de lujo sombrío, de secretos ocultos entre sus hojas. La luz del sol, al filtrarse a través de la espesura, crea un ambiente mágico y misterioso que invita a la contemplación.

Con el último sorbo de té, tomé una decisión.__Leonor, manda a preparar un carruaje y una escolta. Iremos a la ciudad__. Anuncié, con la determinación que nace de la necesidad de actuar. No puedo ser una espectadora pasiva ante el destino que amenaza este cuerpo; debo luchar por cambiarlo.

Mientras Leonor gestiona los preparativos para ir a la ciudad, me refugié en la frescura de mi habitación. Un baño rápido para eliminar el sudor y la sensación pegajosa del jardín. Luego, busqué un vestido que me permita moverme con libertad, y un corsé que no me robe el aliento. La comodidad es clave para la expedición que me aguarda.

Revolví el armario de arriba a abajo, pero no encontré un vestido sencillo y elegante. La mayoría tienen corsés que aprietan demasiado, dificultando la respiración, y faldas con demasiadas capas de tela que los hacen incómodos. Las mangas, además de pomposas, son horribles, y los escotes dejan poco a la imaginación. ¡Se supone que las mujeres de esta época eran más recatadas! Aunque no estoy en contra de que las mujeres se vean sensuales, ¡tampoco voy a andar con los pechos casi al aire libre!.

Finalmente, me decidí por el vestido más decente que encontré: un modelo blanco, de corte princesa, con una falda de varias capas que cae con gracia hasta el suelo. El escote es discreto, las mangas tres cuartos adornadas con olanes y encaje, y el cuello alto añade un toque de elegancia. Sin embargo, el vestido cuenta con una abertura en el pecho dejando un poco de piel a la vista que no es exagerado para mi gusto, un guiño de sensualidad en medio del vestido pomposo.