El silencio puede ser ensordecedor, como dijo algún poeta cuyo nombre ya olvidé. La oscuridad puede ser más cruel que la luz. Y algunas prisiones no necesitan barrotes para ser imposibles de escapar.
Si decidiste abrir este libro, debes saber que estás a punto de cruzar una frontera peligrosa. Aquí, no hay garantía de finales felices, ni promesas de redención. Esta no es una historia de amor común. Es una historia de posesión, dolor y supervivencia.
Las páginas que siguen contienen temas intensos y perturbadores. Aquí nada está suavizado. Aquí nada es fácil de digerir…
Aquí, las cadenas no siempre son visibles…
Aquí, el deseo y el miedo caminan de la mano…
Aquí, nadie sale ileso.
Este libro no trata de cuentos de hadas. No hay héroes ni villanos evidentes. Solo hay supervivencia. Y la línea entre víctima y prisionero, entre pasión y miedo, entre amor y obsesión… es más delgada de lo que parece.
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Capítulo 19
Al entrar en la habitación, Stefan no dijo nada, solo se acercó a Vini y lo besó. El beso fue intenso y mientras sus labios permanecían unidos, las manos de Stefan paseaban por el cuerpo del muchacho. Después del acto, Stefan condujo a Vini hasta el baño, donde se bañaron juntos y, por fin, por primera vez, Stefan se acostó en la cama al lado de Vini y se durmió allí.
Vini, por otro lado, se mantuvo despierto por un largo tiempo, mirando al techo mientras intentaba entender el torbellino de pensamientos que lo invadía. Stefan, con toda su presencia imponente y control habitual, parecía diferente aquella noche. Había algo en la forma en que él descansaba al lado de Vini, en la vulnerabilidad de su sueño, que parecía contrastar con el hombre que él conocía.
Vini se sentía dividido. Parte de él estaba tocada por aquella proximidad inédita, por el gesto que casi podría ser considerado un acto de cariño. Pero otra parte estaba inquieta, presa en un dilema que se volvía cada vez más difícil de ignorar.
Él se giró en la cama, encarando el perfil dormido de Stefan. Su rostro relajado parecía casi gentil, y Vini no pudo evitar preguntarse si algún día aquel hombre lo vería de alguna forma diferente.
Los pensamientos de Vini fueron interrumpidos por un movimiento súbito. Stefan murmuró algo incomprensible y se giró en la cama, pasando el brazo alrededor de Vini como si fuese instintivo. El calor del cuerpo del otro hombre lo envolvió. Aquella proximidad traía confort y prisión en medidas iguales.
Cuando el reloj marcaba las tres de la mañana, Vini finalmente cerró los ojos. Su cuerpo estaba cansado, pero su mente permanecía inquieta. Mientras Stefan dormía profundamente, Vini finalmente se rindió al cansancio y se durmió.
Cuando Vini despertó, Stefan ya estaba de pie, arreglándose para salir. La habitación estaba iluminada por la luz suave de la mañana, y la casa parecía tranquila, pero Vini aún se sentía un poco perdido en medio de las nuevas rutinas y tradiciones de Stefan.
—Hoy, además del café, quiero un Brotzeit —dijo Stefan, sin mirar a Vini.
Vini frunció el ceño. Él escuchó la palabra, pero no tenía idea de lo que ella significaba. Y peor, no tenía seguridad de cómo pronunciarla correctamente. Intentó repetirla mentalmente, pero parecía un tanto difícil. Antes que él pudiese preguntar, Stefan ya había salido de la habitación, dejándolo solo.
Vini pasó por la casa, aún intentando entender lo que Brotzeit podría ser. Él pasó por los guardias de seguridad armados hasta los dientes y se dirigió para la cocina.
Cuando se estaba aproximando a la cocina, él pasó por Marise, entonces él respiró hondo y aun nervioso se aproximó a ella.
—¿Señora? —él habló, con un leve temblor en la voz.
Marise lo miró con una mirada impersonal, pero paró al verlo tan perdido.
—¿Qué pasa? —preguntó, con un tono directo.
—¿Qué es brotzeit? —Vini preguntó, pronunciando la palabra de forma bien errada, con una "t" bien marcada al final, como si fuese una palabra italiana.
Marise levantó una ceja al oír la pronunciación y, con paciencia, lo corrigió.
—Brotzeit —ella dijo, con una sonrisa contenida. La pronunciación correcta sería Broht-tsait, donde la "o" se asemeja al sonido de "ô" y el "ei" es pronunciado como el "ai" de "pais". El "z" suena como "ts", casi como en "tsunami". —Repita conmigo: Broht-tsait.
Vini intentó, con un poco de esfuerzo:
—Broht-tsait... ¿cierto?
Marise asintió, satisfecha con el esfuerzo de él.
—Ahora, voy a mostrarte lo que es. ¿Stefan no te dijo lo que era?
—No, señora.
Ella se giró y Vini la siguió hasta la encimera de la cocina. Marise comenzó a explicar de manera calma y detallada, mientras organizaba los ingredientes sobre la encimera.
—Brotzeit es un plato simple, tradicional en Alemania, especialmente para el desayuno. Consiste en pan, mantequilla, quesos y fiambres. Es una comida ligera, pero completa. Vamos a comenzar con el pan.
Ella apuntó para una cesta con panes frescos. Había panes de centeno, integrales e incluso algunos panes de molde.
—El pan necesita ser fresco y firme, como ese de centeno. Corta algunas rebanadas gruesas, pero no mucho, ¿ok?
Vini tomó un cuchillo y cortó algunas rebanadas generosas de pan. Él estaba atento a las instrucciones.
—Ahora, vas a esparcir mantequilla sobre el pan. La mantequilla debe ser generosa, pero sin exagerar. Ella va a dar la base cremosa para el plato.
Vini tomó la mantequilla y la esparció sobre las rebanadas, intentando dejar una capa uniforme.
—Ahora, jamón u otro tipo de fiambre. El jamón es el más común, pero puede ser salame o pechuga de pavo también. Coloca algunas rebanadas finas sobre el pan con mantequilla.
Vini tomó el jamón y lo colocó por encima de la mantequilla. Él se sintió más confortable, ya agarrando el ritmo de la receta.
—Y ahora, el queso. Yo recomiendo el Gouda o Emmental. Rebanadas finas, lo suficiente para cubrir el jamón sin sobrecargar.
Él tomó algunas rebanadas de Gouda y las colocó sobre el jamón, organizando las rebanadas cuidadosamente.
—Ahora, el toque especial —Marise dijo, con una sonrisa discreta—. La mostaza dulce. Un poquito, en el centro del pan. No mucho, solo para dar un sabor levemente dulce que combina con el salado del jamón y del queso.
Marise tomó el bote de mostaza dulce y colocó una pequeña cantidad sobre el pan. Vini hizo lo mismo, esparciendo delicadamente sobre las rebanadas.
—Y, si quieres, puedes añadir rebanadas de pepino o tomate. Pero eso es opcional. Coloca un poco de pepino aquí, solo para dar una frescura, a Stefan le gusta —completó ella.
Él cortó algunas rebanadas finas de pepino y las colocó sobre el pan.
Cuando él terminó, Marise lo miró y dio una leve sonrisa de aprobación.
—Prueba uno.
—Yo no puedo… el señor Stefan está esperando.
—Todo bien. ¿Quieres ayuda con el café?
—Gracias, pero creo que consigo.
Marise asintió y salió de la cocina. Vini siguió los pasos de preparación del café, como Marise había hecho en el día anterior. Arregló todo y siguió hasta el escritorio de Stefan.
Al entrar, colocó el plato y el café sobre la mesa con cuidado. Stefan observó el plato y levantó las cejas, sorprendido.
—Por lo visto, tú entiendes de comida alemana…
Vini bajó la cabeza.
—En realidad, no, señor. Le pregunté a su madre lo que era.
Por un instante, el rostro de Stefan quedó impasible. Entonces, abruptamente, él agarró a Vini por la nuca y lo empujó contra la mesa.
—Baja el pantalón. Vamos, Vini.
Él obedeció, temblando.
—Inclínate sobre la mesa y empina el trasero.
Vini tragó saliva, pero hizo lo que fue ordenado. Stefan caminó hasta su gaveta, de donde retiró una palmeta de madera con puntas ásperas. Cuando volvió, se posicionó detrás de él.
—Si te mueves o gritas, el castigo será mayor. ¿Entendiste?
—Sí, señor —respondió Vini, con la voz entrecortada.
Los golpes vinieron duros, dejando un dolor agudo y ardiente. Después de algunos minutos, Stefan paró y colocó la palmeta al lado de la cabeza de Vini. Él vio que estaba sucia de sangre.
Stefan jaló a Vini por los cabellos, forzándolo a erguirse.
—Nunca más molestes a mi madre. ¿Entendiste?
—S-sí, señor.
Stefan lo soltó y, en un tono más suave, dijo:
—Arréglate el pantalón.
Vini lo hizo con dificultad, sintiendo el cuerpo palpitar de dolor.
—Sube para la habitación y ponte la pomada que está en el baño. Si tú te comportas, después yo te doy un analgésico.
Vini asintió y salió apresurado. Cuando estaba cruzando la puerta, Marise entró en el escritorio. Él desvió la mirada y apresuró el paso, ignorando el dolor.
Marise notó la palmeta ensangrentada sobre la mesa y frunció el ceño.
—Él no va a importunarte más, madre.
Marise encaró a Stefan.
—¿Tú le pegaste por eso? ¿Qué tal si la próxima vez, tú le explicas a él lo que tiene que hacer, en vez de hablar en una lengua que él no sabe y lo dejas a su propia suerte?
Stefan extrañó ver a su madre tomando partido del muchacho. Pero parando para pensar, ella tenía razón, él ni siquiera se dio el trabajo de preguntar si Vini sabía lo que era brotzeit.
Él sacudió la cabeza para despejar las ideas, tomó la palmeta, limpió y guardó.
—¿Qué necesitas, madre?
—Necesitamos resolver algunas cuestiones involucrando a las chicas que van para Miami.
Mientras los dos discutían sobre lo que llamaban de trabajo, Vini sufría para subir los escalones de la escalera. Sus piernas estaban bamboleantes y él sentía su pantalón quedar empapado de sangre. Cuando llegó en lo alto de la escalera y acabó mirando para uno de los guardias de seguridad, él no consiguió dar otro paso sin que todo quedase oscuro.
Cuando él fue a caer, el guardia de seguridad colocó el fusil en posición de descanso y sujetó a Vini.
Rápidamente, Vini recobró los sentidos y se alejó lo más rápido que consiguió de aquel soldado. Entró en la habitación y dejó salir todo lo que estaba acumulado. Lloró de dolor, lloró de rabia, de vergüenza y de miedo. Él no aguantaba más aquello.
Con cuidado retiró el pantalón y fue a tomar un baño. El agua intensificó el dolor, hasta que él no aguantó más y fue a secarse. Después de secarse, él aplicó la pomada y se acostó en la cama, desnudo.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando escuchó a Stefan entrar. Stefan observó el cuerpo desnudo de Vini acostado en posición fetal sobre las coberturas. Vini continuó encarando la nada mientras Stefan se aproximaba de la cama y se sentaba en la orilla.
—Traje un analgésico para ti —dijo él, prácticamente forzando el comprimido garganta abajo de Vini—. Ven, voy a ayudarte a vestirte.
Stefan jaló una de las coberturas y cubrió parcialmente el cuerpo desnudo de Vini, que no esbozó ninguna reacción. Él parecía ajeno, la mirada fija en algún punto de la habitación, como si intentase desconectarse de la realidad.
—Vamos, Vini —insistió Stefan, en un tono más bajo, pero sin perder la firmeza—. Necesitas vestir algo. Tú ya pasaste por cosa bien peor que algunas palmadas.
Vini giró el rostro lentamente, encarando a Stefan por algunos segundos. Sus ojos estaban rojos, pero él aún sujetaba las lágrimas.
Stefan se levantó, caminó hasta el armario y comenzó a tomar algunas ropas: una camiseta simple, una ropa interior y un pantalón ligero. Volvió para la cama, extendió las ropas y miró para Vini con expectativa.
—¿Consigues sentarte?
Vini hizo un esfuerzo para erguirse, pero el movimiento arrancó un gemido de dolor. Sus manos temblaban mientras él se sentaba en la orilla de la cama, aún evitando mirar directamente para Stefan.
—Despacio —dijo Stefan, de esa vez con un toque de paciencia, como si estuviese intentando redimirse por algo que él no admitiría en voz alta. Tomó la ropa interior y se agachó delante de Vini.
—Levanta un poco las piernas.
Vini vaciló, pero hizo lo que fue pedido, permitiendo que Stefan lo ayudase a vestir la prenda. Era una escena extraña, casi íntima, pero cargada de tensión. Stefan deslizó el tejido con cuidado por las piernas del muchacho, evitando tocar en las áreas lastimadas.
—Listo. Ahora el pantalón.
Stefan repitió el proceso, ajustando el pantalón con calma. Cuando terminó, extendió la camiseta para Vini.
—Esa tú consigues ponerte solo.
Vini tomó la camiseta con las manos aún trémulas y la vistió, con movimientos lentos y mecánicos. Cuando terminó, él apenas se acostó de lado nuevamente y continuó encarando el vacío.
Stefan lo observó por un momento, el rostro indescifrable. Entonces, se levantó, pasando las manos por los cabellos como quien intentaba librarse de un peso invisible.
—Intenta descansar. Yo necesito resolver algunas cosas.
Sin esperar una respuesta, él caminó hasta la puerta. Antes de salir, paró por un momento y miró por encima del hombro.
—Voy a mandar algo para que comas.
Vini continuó en silencio, observando mientras Stefan salía y cerraba la puerta detrás de sí. Así que quedó solo, él soltó un largo suspiro, sintiendo la tensión escapar en pequeñas ondas, pero el peso emocional permanecía.
Él cerró los ojos y clamó para que aquel tormento acabase.
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