¿Cuál Es La Verdadera Cara de Julieta Sanz?
Julieta Sanz una joven que ha vivido su vida bajo el control de su madre y religión. Aparentemente teniendo la vida perfecta, con el novio perfecto siendo incluso admirada y envidiada por la máscara perfecta que lleva consigo.
Todo eso cambia cuando conoce a Magnus, un hombre que cambia por completo su vida.
Israel es un viejo amigo de Julieta que ahora es policía y se ve involucrado en la historia cuando una llamada lo despierta en mitad de la noche.
¿La verdadera cara de Julieta, será realmente la de un mounstro o la de un simple humano?.
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Capitulo 18: Los demás no importan, solo tú.
— Ya debes vomitar todo eso que comiste — Volvió a repetir Magnus tomando mi pelo y sujetandolo con una liga.
Asentí.
—¿Puedes salir del baño?, no quiero que me escuches vomitar — contesté tocando su pecho con ambas manos y empujándolo hacia la salida del baño.
El se negó y se encerró conmigo en uno de los cubículos.
— Te llevaré al hospital si te niegas — dijo convencido de que lo haría.
Me arrodille ante el retrete y metí mis dedos a mi garganta, era la primera vez que había alguien a mi lado y me resultaba vergonzoso.
El estaba en la esquina del cubículo, esperando con paciencia mientras yo hacia todo lo posible por vomitar.
Vomité todo lo que tenía en el estómago, la comida no se había digerido bien y podía verse en el retrete.
De inmediato jale la palanquilla y me puse de pie.
Magnus abrió la puerta y salimos del cubículo, de inmediato me dirigí al lavamanos.
— ¡¿Cuántos días llevabas haciendo esto?!— me preguntó Magnus cuando me quite la sudadera y vio que mi abdomen estaba demasiado inflamado.
— Dos semanas — susurré mientras lavaba mi rostro.
Vi a través del espejo y sentí que quería preguntar sobre el por qué hacía esto.
— Mi vida es un asco— dije mirando sus ojos a traves del espejo — tengo la tendencia de expresar mi dolor, dañandome a mi misma, para evitar hacer daño a los demás.
El camino lentamente hacia mí, y me abrazó por detrás. Puso sus manos llenas de anillos en sus dedos alrededor de mi cintura y ejerció fuerza para pegarme más a su cuerpo.
— No quiero que te hagas daño — dijo Magnus, su voz resonando en el pequeño espacio del baño. — Prefiero que dañes a los demás antes que a ti misma. Por qué los demás no me importan, solo tú.
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Era como si cada una de ellas perforara la muralla que había construido alrededor de mis sentimientos.
— No es tan sencillo — respondí, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos. — No puedo lastimar a otros, no quiero ser igual que ...— me detuve sin decir completa la oración.
Mi madre, definitivamente no sería igual que ella.
— Entiendo — dijo, acariciando suavemente mi cintura con sus manos— Pero realmente necesitas aprender que no es tan malo después de todo.
Me di la vuelta lentamente, confrontando su mirada.
—¿Puedes enseñarme como hacerle daño a los demás? — murmuré, sintieno que quizás debía intentar aquello a lo que tanto temía y ver si realmente podría ser diferente a mi madre.
Magnus sonrió como si le hubieran agradado mis palabras, no entendía como era capaz de tener esa mirada.
—Claro que te lo enseñaré— dijo tomándome de la mano, prometiendo que lo haría.
Todo lo que me habían enseñado desde pequeña, parecía desmoronarse cada vez que Magnus me miraba, haciéndome sentir que quizá hacer el mal, no era tan grave.
Salimos del baño y Magnus pago la cuenta, traté de detenerlo pero el de negó bajo la excusa de que había sido culpa suya mi comportamiento.
— ¿Señorita ya se encuentra mejor?— me preguntó el mesero mirando con cuidado mi rostro — Ese hombre a su lado parece peligroso.
— Es peligroso, por eso me gusta tanto— contesté sosteniendo a Magnus de la mano— Si el está a mi lado todo está bien.
El mesero me vio como si hubieran sido extrañas mis palabras.
Pero mi manera de amar era diferente a la de los demás, por qué no era un amor singular, este tenía un gran riesgo que significaba perder la vida.
Magnus y yo nos separamos después de estar en el restaurante. El debía trabajar y yo debía volver a mi aburrida vida, aún que ya no lo era tanto desde que tenía tantas cosas que ocultar.
Fui directo a casa y antes de entrar ví a Joshua junto a la entrada, mirándome fijamente.
—¡¿Dónde estabas?!— preguntó de manera violenta acercandose a mí.
Tenía que decidir si seguir actuando de una manera sumisa o llenarme de valor y responder lo que realmente quería.
—¿Tengo que explicártelo?— contesté abriendo la puerta de mi casa, sin temer en absoluto.
El me jalo del brazo y me acorraló contra la puerta.
— ¿Qué te dije sobre actuar de este modo?— preguntó Joshua levantándome la mano.
Sí quería cambiar era el momento adecuado.
— Cuida tu maldito tono, Joshua — dije mirandolo a los ojos, retandolo a ponerme un dedo encima — No estoy de humor para soportarte.
Lo aventé hacia un lado y abrí la puerta. Pero antes entrar me golpeó con el puño cerrado en el estómago, tenía una sonrisa en su rostro mientras veía como me había sofocado.
La sensación de volver a hacerme daño para tratar de convencerme de que todo estaría bien, me aterraba. Ya no podía seguir haciéndome daño, no más del que ya recibía.
Entre a la casa no sin antes tomarlo de una mano y hacerle creer que lo dejaría entrar.
— ¡Estoy harta de tí!— grite cerrando la puerta con todas mis fuerzas y golpeando su mano una y otra vez con la puerta.
Me pareció extraño que no se forcejeaba, después de todo su muñeca estaba sangrando.
Solo el grito de mi madre exigiendome que me detuviera fue capaz de dejar que siguiera cerrando la puerta en la mano de Joshua.
Mi madre entró y me abofeteo.
— ¡Le destrozaste la muñeca a tu prometido!— grito mi madre— ¡Eres una deshonra para la familia!
— Él me golpeó primero — dije tratando de que me escuchará.
Pero a quien engañaba, ella no me escucharía jamás, nunca lo hacía así que no cambiaría el hecho de que gritara con fuerza.
Mi madre me volvió a abofetear después de ver que no había una pizca de arrepentimiento en mi mirada y mi actuar.
Joshua la detuvo, y se puso en medio de ambas. Su mirada demostraba confusión, y eso me sorprendió.
Miró su muñeca llena de sangre y se marchó sin decir una palabra dejando la escena con una estela de real confusión
Antes de que mi madre volviera a explotar, me encerré en mi habitación y no podía dejar de pensar en la mirada que tenía Joshua, antes de marcharse.
Sin embargo decidí olvidar ese tema, y me concentre en que mi madre no abriera la puerta y me sacará de ahí.
Continúaraa.