Cecil Moreau estaba destinada a una vida de privilegios. Criada en una familia acomodada, con una belleza que giraba cabezas y un carácter tan afilado como su inteligencia, siempre obtuvo lo que quería. Pero la perfección era una máscara que ocultaba un corazón vulnerable y sediento de amor. Su vida dio un vuelco la noche en que descubrió que el hombre al que había entregado su alma, no solo la había traicionado, sino que lo había hecho con la mujer que ella consideraba su amiga.
NovelToon tiene autorización de CINTHIA VANESSA BARROS para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 8
Capítulo 8.
Decidida a encarar su pasado y construir un mejor futuro, Cecil secó sus lágrimas. Inspirada por las palabras de Adrien, miró a su fiel amigo y confidente con una nueva determinación. “Adrien, ¿podrías acompañarme a caminar por el jardín? Necesito despejar mi mente.”
Él asintió con una leve sonrisa, dispuesto a estar a su lado. La noche era fría, pero el aire fresco y la tranquilidad del lugar parecían envolverlos con una calma reconfortante. Caminaron en silencio por los senderos del jardín de la mansión, rodeados de altos cipreses y flores que resistían el invierno, como recordatorios de que la vida siempre encuentra una forma de prevalecer.
Aunque no cruzaron palabras, sus pensamientos fluían en direcciones sorprendentemente similares. Adrien reflexionaba sobre la manera más adecuada de revelar sus sentimientos hacia Cecil. La había visto en sus momentos más vulnerables, había escuchado sus confesiones y la había apoyado sin esperar nada a cambio. Pero ahora, sentía que su corazón necesitaba hablar, necesitaba que ella supiera lo que realmente significaba para él.
Por su parte, Cecil también se encontraba sumida en sus pensamientos. ¿Qué pasaría si decidiera darse una oportunidad de volver a amar? Había pasado tanto tiempo convencida de que el amor era solo un camino al sufrimiento, pero Adrien le había demostrado algo diferente. Con sus acciones y palabras, él había logrado que poco a poco recuperara la fe en las personas, y quizá, también en el amor.
“¿En qué piensas?”, preguntó Adrien de pronto, rompiendo el silencio con una voz suave.
Cecil levantó la vista hacia él, sorprendida. “En muchas cosas,” respondió sinceramente. “En lo que significa para mí dejar atrás todo lo que he vivido, en lo que quiero para mi futuro...” Dudó un momento antes de añadir, “Y en cómo volver a confiar en el amor.”
Adrien la miró con intensidad, pero sin presión. “Es natural que te sientas así, después de todo lo que has pasado. Pero también creo que el amor no siempre tiene que ser algo que hiera. Puede ser una fuerza que construya, que sane.”
Cecil dejó escapar un suspiro, dejando que sus palabras calaran profundamente. “Tú me has demostrado eso, Adrien. A veces pienso que, si no hubieras estado a mi lado, nunca habría encontrado el valor para enfrentar todo esto. Me has hecho ver que no todo está perdido, y por eso te estoy agradecida.”
Adrien se detuvo y la miró fijamente. Bajo la luz de la luna, su expresión era de ternura y resolución. “Cecil, tú eres mucho más fuerte de lo que crees. No necesitas que nadie te salve porque ya estás aprendiendo a salvarte a ti misma. Pero si me permites, quiero estar a tu lado mientras lo haces.”
El corazón de Cecil se aceleró ante la intensidad de sus palabras. Había algo en Adrien, en la manera en que la miraba y la comprendía, que hacía que las paredes que había construido alrededor de su corazón comenzaran a desmoronarse. Sin embargo, también sentía miedo.
“No sé si estoy lista”, admitió en un susurro. “He cargado con tantas heridas que a veces pienso que no tengo nada bueno que ofrecer.” Adrien dio un paso más cerca, pero respetando su espacio. “No tienes que estar lista ahora. Solo quiero que sepas que estoy aquí, y que siempre lo estaré. No tienes que hacerlo sola, Cecil.”
Por un momento, el silencio se apoderó de ellos nuevamente, pero no era un silencio incómodo. Era un silencio lleno de entendimiento, de emociones no dichas, de promesas que no necesitaban palabras para ser comprendidas. Cecil desvió la mirada hacia el horizonte, donde las estrellas parecían brillar más intensamente que nunca.
“Tal vez…” comenzó, con una leve sonrisa en los labios. “Tal vez no sea tan tarde para aprender a confiar otra vez.” Adrien sonrió también, aunque no dijo nada. Sabía que, para Cecil, cada paso era un triunfo, y no quería presionarla. Esa noche, bajo el cielo estrellado y entre los jardines de la mansión, ambos comenzaron a imaginar un futuro diferente, un futuro donde las heridas pudieran sanar y donde el amor, finalmente, podría tener una nueva oportunidad.
