✨ EL DESEO POR RYLER Y LOS LOBOS ALFA ✨
"Cuando el deseo traspasa las barreras de la predestinación, no hay escapatoria. Aunque intentes resistirte, aunque el destino te obligue a huir, terminas cayendo... en sus brazos, en su poder, en su amor o en su condena."
"Soy Ryler Vaspieris, y así fue como conocí a los lobos Alfa.
Draven, Josh y Cauis... mis tesoros o mis verdugos."
🔥 Un amor prohibido, tres almas marcadas y un destino imposible de evitar.
🐺 ¿Hasta dónde llegarías por un deseo que lo consume todo?
➡️ ¿Te atreves a entrar en su mundo?
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Cap 7. El encuentro.
Primer encuentro
POV Draven
Llevo días peleando conmigo mismo. No importa cuánto lo intente, no puedo sacarla de mi cabeza. Ryler. Esa niña testaruda y rebelde que me ha sacado de quicio desde el primer momento en que llegó a mi manada.
No quiero sentir esto. Me esfuerzo por ignorarlo, pero es como un veneno que se arrastra por mis venas, intoxicándome.
Cada vez que está cerca, mi cuerpo reacciona de formas que me desconciertan. Mis manos se tensan, mi respiración se acelera, y mi mente se llena de pensamientos que no deberían estar ahí.
Por las noches, sueño con ella. Sueño con su voz, con sus ojos que parecen atravesarme, con su cuerpo que, aunque intenta ocultarlo, está lleno de una belleza que la hace única. Y me odio por ello. Me odio porque sé quién es.
Es Ryler Vesperis. La hija de mi antiguo socio, un amigo, el hombre que confió en mí para protegerla. Es solo una niña. No debería verla como la veo. No puedo.
Tengo una responsabilidad. Mi única misión es cuidar de ella, mantenerla a salvo, hasta que sea lo suficientemente fuerte para enfrentarse al mundo por sí sola. Y sin embargo, aquí estoy, atrapado en esta lucha interna que me consume.
Intento recordarme por qué no puedo permitirme esto. Sé lo que pasa cuando cedo a la tentación. Sé lo que significa perder el control. He estado ahí antes, y las cicatrices que quedaron no han sanado del todo. No puedo volver a cometer los mismos errores. No puedo permitir que el pasado se repita.
Espero, con todo mi ser, que la diosa me conceda mi nueva oportunidad, una señal de redención. En algún momento, sé que llegará alguien destinado para mí, alguien que será mi verdadera compañera, mi Luna. Pero si sigo por este camino, si me permito caer en esta atracción que siento por Ryler, mancharé cualquier posibilidad de encontrar esa felicidad.
La observo desde la distancia, tratando de mantener la compostura. Veo cómo camina por la casa, desafiante, como si el mundo le debiera algo. Es fuerte, más de lo que ella misma se da cuenta. Hay una chispa en ella que la hace única, algo que me atrae como un imán. Pero también sé que esa chispa podría ser mi perdición si no me controlo.
Resisto. Debo resistir. Por mí. Porque sé que no soy el hombre para ella, se que llegará a mi. Mi compañera.
Todo esto pasará. Tiene que pasar.
Me aferro a esa esperanza como un hombre perdido se aferra a una última luz en la oscuridad.
Estoy en el despacho, revisando los reportes del día, cuando escucho su risa. Esa risa. Es como un cuchillo que me atraviesa el pecho y, al mismo tiempo, me enciende de una manera que no puedo explicar. Miro por la ventana y ahí está.
Ryler.
Está en el patio, cargando bolsas de ropa y rodeada por un grupo de lobos jóvenes. Habla con ellos con una familiaridad que me irrita, riéndose como si estuviera disfrutando de cada segundo.
Uno de ellos, un idiota con los brazos cruzados y una sonrisa demasiado confiada, se inclina hacia ella, diciendo algo que la hace reír aún más fuerte.
Siento cómo algo dentro de mí se retuerce, una mezcla de furia y… celos. ¿Celos? No. No puedo permitirlo.
Aprieto los puños, mis garras amenazan con salir. Vince, mi lobo, se agita en mi interior, gruñendo bajo.
—“No me gusta esto, Draven. No me gusta cómo la miran.”—
—“A mí tampoco,” —respondo mentalmente. Pero no digo nada más. No puedo. No debo.
La veo moverse con una gracia que me enloquece, sus piernas largas y su sonrisa despreocupada como si todo el mundo girara a su alrededor. Y esas bolsas… ¿de dónde sacó el dinero? Ah, claro. Las tarjetas.
Me tenso al recordar que ella tiene acceso al dinero de sus padres, el fondo que manejo personalmente como parte del legado Vaspieris.
No debería molestarme que lo use, pero la idea de que esté gastándolo como si nada me hace hervir la sangre.
Esto tiene que parar.
Salgo del despacho y me dirijo al patio. Los lobos que estaban con ella se tensan al instante y retroceden unos pasos, murmurando excusas para alejarse.
Ryler se da la vuelta al notar el cambio en el aire y, al verme, frunce el ceño, claramente molesta por la interrupción.
—¿Qué quieres ahora? —pregunta, con esa actitud desafiante que me saca de quicio y me atrae al mismo tiempo.
—Quiero saber qué demonios crees que estás haciendo —respondo, mi tono firme y frío.
—¿Qué parece que estoy haciendo? Fui de compras. ¿Es eso un crimen ahora?
Doy un paso hacia ella, y puedo sentir cómo Vince empieza a empujar más fuerte, queriendo salir.
—Ese dinero no es para tus caprichos —digo, clavando mis ojos en los suyos.
Ella cruza los brazos, desafiándome. —Es el dinero de mi familia. No tienes derecho a decidir cómo lo uso.
—Yo soy quien lo administra, Ryler. Hasta que seas lo suficientemente responsable, ese dinero está bajo mi control. Y a partir de ahora, tus tarjetas están canceladas.
—¡¿Qué?! —Su voz sube un tono, y puedo ver cómo la furia se enciende en sus ojos—. ¡No puedes hacer eso!
—Ya lo hice.
Ella se queda quieta por un momento, temblando de rabia. Los lobos que aún están cerca se alejan más, claramente incómodos con la tensión en el aire. Pero Ryler no se detiene. Me sigue, sus pasos resonando detrás de mí mientras me dirijo a mi oficina.
—¡Draven! —grita, cerrando la puerta de un portazo detrás de ella cuando entra—. Esto es ridículo. Ese dinero es mío.
Me giro hacia ella, mis manos apoyadas en el escritorio mientras intento mantener la calma. Pero Vince está jugando sucio.
Las testosterona empiezan a filtrarse, y sé que ella lo siente porque su respiración se acelera, aunque intenta disimularlo.
—Ese dinero es de tu familia Ryler. Y mi deber es protegerlo, no dejar que lo gastes en tonterías.
—No son tonterías, Draven. ¡No tienes derecho a controlarme de esta manera!
Ella da un paso hacia mí, y luego otro, cerrando la distancia entre nosotros. Su rabia la consume, pero también puedo sentir algo más en el aire, algo que ninguno de los dos quiere reconocer.
—No tienes idea de lo que es para mí estar aquí, bajo tus reglas. Todo lo que haces es tratarme como una niña.
—Porque eso es lo que eres —respondo, aunque mi voz tiembla un poco. Ella está tan cerca que puedo oler su aroma, una mezcla dulce y salvaje que me enloquece.
—No soy una niña, Draven. Y no necesito que me protejas.
Sus palabras son un desafío, y cuando levanta la mirada para encontrarse con la mía, me pierdo. Mi cuerpo se mueve antes de que mi mente pueda detenerlo. Mis manos encuentran su cintura, y ella no se aparta.
—¿No necesitas que te proteja? —susurro, mi voz baja, casi un gruñido.
Ella me sostiene la mirada, y luego se inclina hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. Nuestros labios se encuentran, el mundo desaparece. Es un beso lleno de rabia, de frustración, pero también de algo más. Algo que ninguno de los dos quiere admitir.
Mis manos la sujetan con más fuerza, y Vince ruge de satisfacción en mi interior. Pero entonces me doy cuenta de lo que estoy haciendo y me aparto bruscamente, dejando un espacio entre nosotros.
—Esto… no debería haber pasado —digo, aunque mi voz suena débil.
Ryler me mira, su pecho subiendo y bajando rápidamente. No dice nada, pero la intensidad de su mirada me dice todo lo que necesito saber. Esto no ha terminado. Y eso me aterra más que cualquier enemigo al que haya enfrentado.
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a la fuerzas