Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
NovelToon tiene autorización de Zaurus3 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4: Condenado
La recepción estaba en pleno apogeo. Mafiosos de ambos bandos brindaban, reían y cerraban tratos entre sí, celebrando la tan esperada alianza. El ambiente estaba cargado de feromonas mezcladas, aunque una en particular destacaba entre todas: la de Arata. Ahora que había sido marcado por Mikhail, su aroma era diferente, solo reconocible para su alfa. A su alrededor, los demás podían olerlo, pero no lo identificarían completamente; la "marca" había creado un lazo único entre ambos.
Arata, sentado al lado de Mikhail en la larga mesa de banquete, sentía el peso del mundo sobre sus hombros. Sus hermanos, Tiziano y Alessandro, lo observaban desde la distancia, ambos con expresiones tensas. El joven omega no se atrevía a mirarlos mucho, porque sabía que cualquier muestra de debilidad sería percibida como un fracaso. Y no podía darse ese lujo.
Mikhail, en cambio, parecía relajado, aunque su postura seguía siendo imponente, dominando la escena. Su mirada recorría la sala, vigilante, pero en su interior no podía evitar volver su atención al omega que ahora le pertenecía. Arata... No es lo que esperaba. Ese pensamiento había estado rondando su mente desde que lo había visto. Había anticipado a un chico asustado, quizás sumiso, pero lo que tenía frente a él era un joven que, pese a su delicadeza, no se quebraría fácilmente.
—Así que, ¿cómo te sientes siendo un hombre casado? —Sergei apareció a su lado, su tono claramente divertido. —¿Ya estás acostumbrado a tener un omega propio?
Mikhail rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios. —Cállate.
—Vamos, sabes que lo estás disfrutando —intervino Dmitri, quien se acercó a la conversación, mirando a Arata de reojo. —Aunque, ¿no es un poco joven para ti, jefe? Dieciocho años... Apenas ha salido de la adolescencia.
Arata, aunque fingía no prestar atención, escuchaba cada palabra. Sus manos se tensaron bajo la mesa, pero su rostro permanecía impasible. No iba a dejar que esos comentarios le afectaran.
—La edad no importa cuando se trata de negocios —respondió Mikhail, su voz fría como siempre. —Lo que importa es que ahora es mío.
Arata lo miró de reojo, apretando los dientes. Mío.... Esa palabra le provocaba una mezcla de rabia y desesperación. Pero también sabía que no podía huir de esta realidad. Mikhail era su alfa ahora, y no había vuelta atrás.
Más tarde, cuando la fiesta comenzó a decaer y los invitados se retiraban, Arata se encontró solo con Mikhail en la habitación que ahora compartirían. La suite era enorme, con una cama que parecía más grande de lo necesario y un ambiente opresivo, cargado por lo que acababa de suceder.
Arata se quedó de pie junto a la ventana, mirando hacia la ciudad oscura. Mikhail se movía por la habitación con la misma confianza de siempre, como si no sintiera la tensión que colgaba en el aire.
—¿Tienes miedo? —preguntó Mikhail de repente, rompiendo el silencio.
Arata no se giró. —No.
Mikhail soltó una risa baja, una que no era del todo divertida. —Mientes muy mal, Arata.
Finalmente, el omega se volteó, su mirada encontrando la del alfa. —Lo que sienta no es de tu incumbencia —respondió, su voz firme, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza.
Mikhail caminó lentamente hacia él, sus pasos seguros. Cuando llegó a estar frente a Arata, inclinó la cabeza ligeramente, observando sus facciones delicadas, sus labios tensos, sus ojos desafiantes.
—Eres valiente, te lo concedo —susurró Mikhail, su aliento cálido contra el rostro de Arata. —Pero debes aprender a obedecer.
Arata sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no se apartó. No quería mostrar debilidad, no frente a él. No seré una simple posesión.
—Y tú deberías aprender a tratar a las personas con respeto —respondió Arata, con una valentía que no sabía de dónde había sacado.
Mikhail levantó una ceja, sorprendido por la respuesta. Durante un segundo, no dijo nada, solo lo observó, como si intentara entenderlo. Luego, su expresión cambió, se tornó más seria.
—Respeto a quien lo merece. —Su tono era tan frío que casi cortaba el aire. —Y te aseguro, Arata, que te enseñaré a merecerlo.
Arata apretó los labios, el miedo estaba ahí, en su interior, pero también una chispa de ira. No se dejaría quebrar tan fácilmente, no importaba lo que Mikhail pensara.
—No soy una marioneta. —Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerse.
Mikhail lo miró durante un largo segundo, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de emociones difíciles de descifrar. Finalmente, inclinó la cabeza, sonriendo levemente, aunque no había calor en esa sonrisa.
—Veremos cuánto tiempo te dura esa actitud —murmuró antes de girarse y caminar hacia la cama. —Te sugiero que descanses, mañana empezará tu verdadera vida como mi omega.
Arata no respondió, solo lo observó con cautela. Sabía que este matrimonio no sería fácil, y que Mikhail no era un hombre que cediera terreno. Pero algo dentro de él le decía que no debía rendirse tan pronto. Si había algo que aún le pertenecía, era su dignidad. Y no la entregaría sin luchar.