Para Emma Blake, una joven decidida y de fuertes convicciones, casarse con un hombre como Nicholas Marshall, el imponente magnate empresarial, jamás estuvo en sus planes. Sin embargo, el destino y una jugada cruel del poder los ha unido en un acuerdo imposible de rechazar: un matrimonio por conveniencia que podría salvar la vida de su familia y las finanzas del imperio Marshall.
Nicholas es frío, calculador y tiene una reputación impecable en los negocios, pero detrás de su fachada de acero esconde secretos oscuros y una necesidad insaciable de control. Para él, este matrimonio no es más que un trato, una forma de proteger su legado familiar
NovelToon tiene autorización de Yu xi para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 4
La atmósfera en la oficina de Nicholas era densa y electrizante, llena de una tensión que no podía ser ignorada. Emma se encontró en medio de una discusión acalorada sobre la dirección que debían tomar en su nuevo "matrimonio". Los contratos estaban firmados, pero las emociones estaban desbordándose, y la chispa entre ellos se sentía más viva que nunca.
"¡No puedes simplemente tomar decisiones a tu antojo, Nicholas!" exclamó Emma, cruzando los brazos sobre su pecho, un gesto defensivo que no podía evitar. "Este es un matrimonio que involucra a dos personas, y no me puedes tratar como si fuera solo un peón en tu juego."
Nicholas se acercó a ella, su mirada feroz e intensa. "¿Juego? Esto no es un juego, Emma. Hay mucho en juego aquí. Mi empresa, tu familia... todo está en la línea. Necesitamos ser realistas y dejar de lado nuestras emociones."
"¿Dejar de lado nuestras emociones? ¡Eso es imposible! Estamos en esta situación porque te obligaron a casarte conmigo. ¿Cómo se supone que deba sentirme?" La frustración se convirtió en ira, y las palabras salieron de su boca antes de que pudiera contenerlas. La tensión en la habitación era casi palpable, y las miradas que intercambiaron estaban cargadas de algo más que solo enojo.
Nicholas se detuvo, su expresión cambió de feroz a intrigante. "Tienes razón. No debería haberte empujado a esto. Pero también necesitas entender que esto es lo mejor para todos nosotros."
Emma respiró hondo, tratando de calmarse, pero la adrenalina corría por sus venas. "¿Y qué hay de mis deseos? Mis necesidades? ¿Acaso no importan en este acuerdo?"
Su voz tembló, y Nicholas, al notar la vulnerabilidad en sus ojos, se acercó un paso más. "Emma, yo... no quería que esto se volviera personal. Lo que tenemos es un contrato, pero eso no significa que no haya sentimientos involucrados."
La distancia entre ellos se acortó, y el aire se volvió denso con una energía que ninguno de los dos podía ignorar. En un instante, la discusión se desvaneció, y solo quedaron sus corazones latiendo con fuerza, como si estuvieran en un mismo compás.
Sin pensarlo, Emma dio un paso atrás, pero fue demasiado tarde. Nicholas la atrapó por la muñeca, atrayéndola hacia él con una fuerza que la sorprendió. "Emma, espera... no huyas de esto," murmuró, su voz baja y grave.
El contacto entre sus cuerpos era electrizante. Ella podía sentir el calor de su piel, el aroma masculino que lo rodeaba, y algo dentro de ella se encendió. La mezcla de frustración y deseo era abrumadora, y antes de que pudiera pensar en las consecuencias, sus labios se encontraron en un beso cargado de emociones reprimidas.
Fue un beso prohibido. Un cruce de fronteras que nunca debió cruzarse. Emma se sintió perdida en la intensidad del momento; su corazón latía con fuerza, y la calidez del cuerpo de Nicholas la envolvió, ahogando sus dudas y temores.
Sin embargo, en un instante, la razón regresó. Emma se separó bruscamente, con los ojos muy abiertos, la respiración agitada. "¿Qué acabamos de hacer?" preguntó, su voz apenas un susurro.
Nicholas también retrocedió, su rostro enrojecido por el momento compartido. "No lo sé. Pero... fue real," respondió, su voz grave y llena de una mezcla de confusión y deseo.
"Esto no puede volver a suceder," dijo Emma, aunque sabía que las palabras estaban vacías, un intento desesperado de restablecer los límites que habían desaparecido en el calor del momento. Pero la realidad era que el deseo había florecido entre ellos, y ya nada sería igual.
"Tal vez no deberíamos luchar contra esto," sugirió Nicholas, su mirada intensa fija en ella. "Hay una conexión aquí que no podemos ignorar. Esta atracción es innegable."
Emma sintió que su corazón se tambaleaba entre el deseo y el sentido del deber. "Pero estamos atrapados en este contrato. Esto es un matrimonio por conveniencia, y no puedo permitirme distraerme por algo más."
"¿Distracción? Emma, esto es más que una distracción. Este es un deseo. Un fuego que no podemos extinguir." La sinceridad en su voz hizo que el corazón de Emma se acelerara aún más.
Ella se sintió atrapada en un torbellino de emociones. "Nicholas, no podemos dejar que esto se interponga en lo que hemos planeado. Esto arruinaría todo."
Sin embargo, mientras ella hablaba, podía sentir la química pulsando entre ellos. Era un deseo que crecía a pasos agigantados, uno que desafiaba todas sus resoluciones.
La tensión entre ellos era casi insoportable. Con cada segundo que pasaba, la distancia entre ellos parecía convertirse en una trampa de deseo, y Emma se preguntaba si alguna vez podrían ser solo socios en un matrimonio de conveniencia, o si el fuego entre ellos se convertiría en un desafío que no podrían ignorar.
"Quizás lo que necesitemos es explorar esto un poco más," dijo Nicholas, con un destello de picardía en sus ojos. "Después de todo, estamos en un acuerdo. Un matrimonio por conveniencia puede tener sus ventajas, ¿no crees?"
Emma se sintió atrapada entre la lógica y el deseo, sabiendo que habían cruzado una línea que no podrían borrar. Sin embargo, el fuego en su interior creció más fuerte, y cada vez era más difícil resistirse a la atracción que la unía a Nicholas.
Con la mente confusa y el corazón dividido, Emma sabía que este beso prohibido solo era el principio de una conexión que podría cambiarlo todo. Los juegos habían comenzado, y los límites eran más difusos que nunca.