Una historia sobre un adolescente Riko que se enamora de una ramera
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**Capítulo 4: Visitas Semanales**
**Capítulo 4: Visitas Semanales**
Las semanas transcurrieron como un suspiro, y cada viernes por la noche, Fernando esperaba ansioso la llegada del momento en que podría ver a Fabiola nuevamente. Su vida, que solía estar llena de fiestas y compromisos sociales, había cobrado un nuevo significado. Cada visita al bar se convertía en un refugio donde podía ser él mismo, donde las preocupaciones del mundo exterior se desvanecían en la risa y las conversaciones con Fabiola.
Fernando había comenzado a contar los días, y cada uno de ellos parecía una eternidad. La emoción de anticipar su encuentro lo mantenía despierto por las noches, imaginando lo que podrían compartir. Se había convertido en un ritual: después de la escuela, se preparaba con esmero, eligiendo cuidadosamente su atuendo, intentando proyectar una imagen que no fuera la de un niño rico, sino la de un joven genuino que deseaba conocer a Fabiola en un nivel más profundo.
Era viernes, y la noche brillaba con una energía especial. Fernando se dirigió al bar, sintiendo que su corazón latía con fuerza mientras atravesaba la puerta. La música, que solía ser un simple fondo sonoro, ahora le parecía una melodía única que marcaba el compás de su vida. Al entrar, sus ojos buscaron automáticamente a Fabiola.
Cuando la vio, sentada en la misma mesa de siempre, una sonrisa iluminó su rostro. Ella llevaba un vestido que resaltaba su figura y una diadema de flores que la hacía parecer aún más encantadora. Fernando sintió que el tiempo se detenía mientras cruzaba la habitación, y cuando Fabiola levantó la vista y sus ojos se encontraron, supo que había tomado la decisión correcta al acercarse a ella.
"Hola, hermosa", la saludó con una sonrisa amplia, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría.
"Hola, Fernando", respondió Fabiola, su voz suave como la melodía de la música. "Me alegra verte. ¿Cómo ha sido tu semana?"
Fernando se sentó frente a ella, sintiendo la calidez de su presencia. "Ha sido larga, pero saber que vendría aquí me ha mantenido motivado", confesó, sintiendo que cada palabra que decía era sincera. "¿Y tú? ¿Cómo ha estado tu semana?"
"Un poco agitada, pero eso ya es normal", dijo Fabiola, riendo suavemente. "A veces me pregunto cómo es que el tiempo pasa tan rápido aquí".
La conversación fluyó con naturalidad, como un río que seguía su curso. Fernando se dio cuenta de que, a medida que compartían historias y risas, había algo especial en la conexión que estaban forjando. Fabiola era más que una joven que conocía; era una amiga, una confidente, y cada palabra que intercambiaban fortalecía ese lazo.
A medida que las semanas avanzaban, Fernando empezó a conocer más sobre la vida de Fabiola. Ella le contaba sobre su familia, sus sueños y las pequeñas cosas que la hacían feliz. Hablaban de sus pasiones, de la música que ambos amaban y de los lugares que deseaban visitar algún día. Cada conversación era un descubrimiento, y Fernando se maravillaba de la profundidad de su conexión.
Una noche, mientras compartían una botella de vino, Fabiola se atrevió a preguntarle sobre su vida. "¿Cómo es ser un chico rico, Fernando? ¿Es tan maravilloso como parece?" Su mirada era inquisitiva, y Fernando sintió que era un momento importante.
"Es complicado, para ser honesto", respondió Fernando, pensativo. "La gente suele pensar que tener dinero lo resuelve todo, pero a veces me siento más solo que nunca. La mayoría de mis amigos están más interesados en lo que tengo que en quién soy".
Fabiola lo escuchaba atentamente, su expresión mostraba comprensión. "No es fácil encontrar personas auténticas en un mundo así", dijo ella. "A menudo, la gente se queda en la superficie, sin ver más allá".
Fernando asintió, sintiendo que ella realmente entendía su lucha. "Es una de las razones por las que disfruto tanto de venir aquí. Aquí, puedo ser yo mismo, sin las expectativas de mi familia ni las presiones de la sociedad".
A lo largo de sus visitas, Fernando comenzó a abrirse más a Fabiola. Compartió sus temores, sus sueños y las expectativas que sentía sobre sus hombros. Hablar con ella le brindaba una sensación de liberación, como si hubiera encontrado un lugar seguro donde podía ser vulnerable sin miedo al juicio.
Las semanas se convirtieron en un ciclo de emociones compartidas y risas. Fernando comenzó a notar los pequeños detalles que hacían a Fabiola especial: cómo su risa iluminaba la habitación, cómo sus ojos brillaban cuando hablaba de sus sueños y cómo su calidez podía hacer que cualquier preocupación se desvaneciera. Cada visita lo dejaba anhelando más, deseando conocerla cada vez más profundamente.
Un viernes, mientras estaban en el bar, Fabiola le habló sobre un evento de música que se celebraría en la ciudad. "Va a ser algo increíble, con bandas locales y artistas independientes", dijo, su rostro iluminado por la emoción. "Me encantaría ir, pero no sé si podré".
Fernando sintió un impulso de querer compartir esa experiencia con ella. "¿Y si vamos juntos?", propuso, su voz llena de entusiasmo. "Podríamos disfrutar de la música y pasar un buen rato".
Fabiola lo miró, sorprendida. "¿De verdad? ¿No te importa estar en un lugar como ese conmigo?"
"Claro que no", respondió Fernando, con sinceridad. "Quiero experimentar todo contigo, Fabiola. Cada momento contigo es especial".
Fabiola sonrió, y Fernando sintió que había ganado un pequeño triunfo. Esa simple invitación representaba un paso más en su relación, un puente que los unía más allá de las paredes del bar.
A medida que la fecha del evento se acercaba, Fernando no podía contener su emoción. Pasaba sus días soñando con la idea de compartir la música y la energía del lugar con Fabiola. La anticipación crecía en su interior, y cada vez que pensaba en ella, una sonrisa se dibujaba en su rostro.
Finalmente, llegó el día del evento. Fernando se despertó temprano, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Se preparó con esmero, eligiendo una camiseta que le daba un aire casual pero atractivo. Quería lucir bien, pero sin parecer que se había esforzado demasiado. Sabía que Fabiola apreciaría la autenticidad.
Cuando llegó el momento de encontrarse, Fernando llegó al bar, su corazón latiendo con fuerza. Fabiola ya estaba allí, radiante con un vestido bohemio que fluía con cada movimiento. Su cabello caía en ondas suaves sobre sus hombros, y su sonrisa iluminaba todo a su alrededor.
"¡Hola, Fernando!", exclamó Fabiola, su energía contagiosa. "¡Estoy tan emocionada por esta noche!"
"¡Yo también!", respondió él, sintiendo que su propio entusiasmo se disparaba. "Vamos a disfrutar al máximo".
Se dirigieron al evento, y el ambiente era electrizante. La música resonaba en el aire, y la multitud vibraba con energía. Fernando y Fabiola se sumergieron en la experiencia, bailando y riendo juntos mientras disfrutaban de la actuación de una banda local. Era un momento perfecto, donde el mundo exterior desapareció y solo existían ellos dos.
Mientras la música llenaba el aire, Fernando no podía evitar admirar a Fabiola. La forma en que se movía, la alegría en su rostro, todo en ella era cautivador. En ese instante, se dio cuenta de que estaba enamorándose de ella, y esa revelación lo llenó de felicidad.
La noche avanzó, y mientras compartían historias y risas, Fernando sintió que su conexión se profundizaba. Hablaron sobre sus sueños, sus miedos y lo que realmente deseaban en la vida. Era como si el tiempo se hubiera detenido, y cada palabra intercambiada se sentía como una promesa de un futuro juntos.
Después de un par de horas, encontraron un rincón tranquilo, lejos del bullicio de la multitud. La música se escuchaba de fondo, creando un ambiente íntimo. Fernando miró a Fabiola y, por un momento, se sintió abrumado por la intensidad de su conexión.
"Fabiola", comenzó, su voz suave. "No puedo evitar sentir que hay algo especial entre nosotros. Cada vez que estoy contigo, siento que puedo ser yo mismo".
Ella lo miró, sus ojos brillando con emoción. "Yo también lo siento, Fernando. Eres diferente a cualquier persona que haya conocido. Me haces sentir viva".
En ese momento, Fernando se dio cuenta de que había encontrado a alguien que lo aceptaba por quien era, sin importar su pasado o su estatus. Era un amor simple, pero poderoso, construido sobre la autenticidad y la conexión genuina.
La noche continuó, y mientras la música llenaba el aire, Fernando y Fabiola compartieron risas, abrazos y miradas cómplices. Cada momento juntos se sentía como un regalo, y Fernando supo que estaba dispuesto a luchar por lo que estaban construyendo.
Al final de la noche, cuando se despidieron, Fernando sintió que su corazón estaba lleno de esperanza. Había encontrado algo verdadero en Fabiola, y cada visita semanal se había convertido en un viaje hacia un futuro que prometía ser brillante.