Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capítulo 10
El beso siguió, intensificándose en un torbellino de emociones. Diego me tomó de la cintura, con sus manos explorando con una confianza que me hizo sentir viva. Pero en medio de la pasión, sentí que necesitaba frenar un poco.
Entre los besos, lo detuve.
—Diego, ya no podemos seguir— le dije, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza.
Él se separó un poco, con su mirada confusa pero aún ardiente.
—¿Por qué?— preguntó, sin dejar de acercarse a mí y seguir besandome. —¿No te gusto?—
—Sí, claro, pero no puedo hacer esto. En realidad, no puedo— respondí, sintiendo un nudo en el estómago.
La sorpresa en su rostro era evidente.
—¿Qué pasa?— insistió, con su tono ahora lleno de curiosidad.
No sabía cómo decirle lo que sentía. Era un momento vulnerable, pero sabía que tenía que ser honesta.
—No puedo porque esto es nuevo para mí. Nunca he estado con un hombre...— le confesé, sintiendo que la tensión en el aire cambió.
Sus ojos se abrieron un poco más, procesando mis palabras.
La sorpresa se mezcló con una comprensión que me hizo sentir un poco más tranquila.
Después de un momento mirándome fijamente hablo.
—Ruby, no hay prisa— dijo, con su voz más suave ahora. —No tienes que hacer nada que no quieras—
Su respuesta me hizo sentir un alivio inesperado. Era un momento delicado, y su respeto por mis límites era justo lo que necesitaba oír.
—Gracias por entender— murmuré, sintiendo cómo la conexión entre nosotros seguía ahí, aunque ahora con un nuevo matiz de sinceridad.
—La química entre nosotros es innegable— dijo, acercándose de nuevo, pero manteniendo una distancia respetuosa. —Podemos tomarlo con calma—
Asentí, sintiendo que había un camino por explorar, uno que no necesitaba ser apresurado. La atracción seguía ahí, y aunque el juego había cambiado, el deseo no había desaparecido.
POV DIEGO
No estaba acostumbrado a esto. Las chicas con las que había estado solían ser transacciones, un juego de poder y dinero. Ruby era diferente. Desde que la conocí en el club, no había dejado de pensar en ella. Me gustaba todo de ella, y el hecho de que me dijera que nunca había estado con un hombre me hizo sentir algo que no esperaba: posesión.
—*Ella es mía*— pensé, sintiendo un impulso feroz. —*Y solo mía*—
La seguí besando, y sus labios eran lo que más deseaba en ese momento. Pero incluso en medio de la pasión, una parte de mí sabía que no podía dejar que esto se convirtiera en algo más.
No era el tipo de hombre que se permitía esos lujos.
Cuando nos separamos, La idea de regresar con el grupo me hizo sentir un poco de irritación, pero sabía que debía mantener las apariencias. Volvimos a donde estaban los demás. La tarde se desvanecía, y Marta llegó para informarnos que la cena estaría lista en breve.
Subimos a nuestras habitaciones, y mientras me duchaba, mi mente seguía enredada en Ruby. Su risa, su mirada inocente, pero también su fragilidad. En este mundo, no podía permitirme ser el héroe.
Me vestí rápidamente, ajustando las mangas de mi camisa blanca hasta los codos con la misma determinación con la que manejaba mis negocios. Esta cena no sería solo una comida; sería un recordatorio de quién era yo. Pero Ruby... Ruby era una distracción que no sabía si podía permitirme.
Me gusta, si. Pero no puedo dejar que mis sentimientos me dominen.
Cuando bajé, la vi riendo con los demás. Esa chispa en sus ojos me hizo sentir algo incómodo. No podía evitar sentir que había algo más en juego.
Mientras caminaba hacia la mesa, me di cuenta de que Ruby no era solo una chica más. Era un desafío, y en mi mundo, siempre me gustaban los desafíos.
POV RUBY
Estábamos sentados en la elegante mesa, y no podía dejar de sentir que había sido un día sensacional. Todo era nuevo y emocionante, y cada momento parecía un pequeño regalo. La cena fue exquisita, y la conversación fluyó con una naturalidad que me sorprendió. Diego estaba allí, con su seriedad enigmática y esos ojos miel que parecían entenderme de una manera que nadie más lo hacía.
Mientras disfrutábamos de la comida, me di cuenta de que me gustaba cómo me hacía sentir. Había algo en su presencia que me atraía, y me preguntaba hasta dónde me llevaría todo esto. La idea de que este chico, con su aura de misterio, pudiera estar interesado en mí me llenaba de emoción y nerviosismo al mismo tiempo.
Cuando la cena llegó a su fin, el ambiente se tornó un poco más serio. Sabía que era hora de irnos. Me dirigí al auto, pero antes de subir, decidí despedirme de Diego. Me acerqué y le di un beso en su mejilla pero él, en un giro inesperado, me tomó suavemente y me dio un beso igual de intenso que el de antes. Fue un momento que me dejó sin aliento.
—Adiós— le dije, sintiendo que las palabras apenas salían de mis labios. Su asentimiento fue suficiente de su parte.
Al subir al auto, Camila y Sofía me esperaban con miradas curiosas. Apenas el carro se puso en marcha, comenzaron a acorralarme con preguntas.
—Ruby, ¿qué onda tú y Diego, eh?— preguntó Camila, con una sonrisa pícara en su rostro.
—Sí, ¿qué fue eso?— añadió Sofía, inclinándose hacia mí con interés.
—Eso es lo que vieron. Fue un beso— dije, sonriendo, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.
—Obviamente sabemos que es, pero ¿van en serio o qué?— insistió Camila, su tono lleno de curiosidad.
—Chicas, apenas nos estamos conociendo. No nos apresuremos— respondí, intentando mantener la calma, aunque la emoción burbujeaba dentro de mí.
—Ay, te envidio. Ya quisiera yo que Marcos al menos me mirara así— dijo Camila y todas nos reímos, dejando que la risa llenara el coche mientras cambiábamos de tema.
El trayecto hacia casa se sintió breve, pero mi mente seguía en Diego. Era un mundo complicado, pero había algo en él que me atraía. No podía esperar a descubrir más, y aunque sabía que debía tener cuidado, la curiosidad y la emoción eran demasiado fuertes. ¿Qué pasaría después? Esa pregunta resonaba en mi mente mientras el auto avanzaba, llevándome hacia un futuro incierto...