Madelein una madre soltera que está pasando por la separación y mucho dolor
Alan D’Agostino carga en su sangre una maldición: ser el único híbrido nacido de una antigua familia de vampiros. Una profecía lo marcó desde el nacimiento —cuando encontrara a su tuacantante, su alma predestinada, se convertiría en un vampiro completo. Y ya la encontró… pero ella lo rechazó. Lo llamó monstruo. Y entonces, el reloj comenzó a correr.
Herido, debilitado y casi al borde de la muerte, Alan llega por azar —o destino— a la casa de Madeleine, una mujer con cicatrices invisibles, y su hija Valentina, demasiado perceptiva para su edad. Lo que parecía un encuentro accidental se transforma en una conexión profunda y peligrosa. En medio del dolor y la ternura, Alan comienza a experimentar algo que jamás imaginó: el deseo de quedarse, aún sabiendo que su mundo no le permite amar como humano.
Cada latido lo arrastra hacia una verdad que no quiere aceptar…
¿Y si su destino son ellas?
¿Madelein podrá dejar
NovelToon tiene autorización de Romina Lourdes Escobar Villamar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo: “Lo que soy”
Me llamo Valentina. Tengo ocho años… aunque a veces siento que tengo más.
No sé por qué. No sé cómo explicarlo. Hay días en los que todo me parece tan fácil de entender, tan lógico… y otros en los que me cuesta respirar de tanto que siento. Mi mamá dice que soy muy madura, pero yo sé que no es solo eso.
Puedo escuchar cosas que nadie más oye. Ver cosas que nadie más nota. Sentir cuando alguien va a tocar la puerta segundos antes de que lo haga. Y cuando Alan llegó… supe que debía salvarlo. Como si una voz dentro de mí lo gritara sin palabras.
Mamá no lo entendió al principio, pero me escuchó. Siempre me escucha, aunque esté triste. Desde que papá se fue, ella guarda los silencios como si fueran parte del pan de cada día.
A veces me pregunto si yo también soy rara como Alan. Él brilla en la oscuridad, aunque esté dormido. Tiene algo roto adentro, algo que nadie más ve, pero yo sí. Por eso quiero que se quede. No solo porque me gusta su presencia, sino porque creo… que él me entiende, incluso sin hablar.
Y hay otros. Los vi escondidos entre los árboles. Una mujer y un hombre que no parecen mayores, pero su mirada… su mirada pesa como si hubieran vivido mil años. No me asustan. Sé que no quieren hacerme daño. Pero sé que no me ven como una niña cualquiera. A veces incluso los escucho decir mi nombre cuando el viento sopla muy suave.
No les diré que lo sé. Aún no.
Quiero que sigan creyendo que soy solo una niña con demasiada imaginación. Porque, aunque tampoco yo entiendo del todo lo que soy… presiento que, cuando lo descubra, todo cambiará.
Y ya nada volverá a ser igual.
Llegó otro día y las dos personitas se fueron, dejando a Alan dormido. Poco después, cuando él comenzaba a despertar, sus padres aparecieron.
—Hijo, ¿cómo estás? —preguntó el padre, con voz preocupada—. Lucien nos contó lo que pasó.
—¿Cómo es eso de que te rechazó? —inquirió la madre—. ¿No le borraste al menos los recuerdos?
—Sí, papás, se los borré —respondió Alan con un suspiro—, pero ella ya estaba enamorada de otro. Me dijo que no me dejaría por un monstruo como yo.
—Maldita mocosa, ¿cómo se atreve a despreciarte? —exclamó el padre con rabia.
—Ya no quiero hablar de eso —dijo Alan , bajando la mirada.
—Bueno, mejor. Vamos, levántate, nos vamos —ordenó la madre.
El padre intentó ayudar a Lucien a ponerse de pie, pero apenas lo hizo, las vendas que cubrían su cuerpo comenzaron a sangrar. La madre, al verlo, se asustó profundamente.
—¿Qué te pasó? ¿Por qué no has sanado todavía? —preguntó angustiada.
—Por eso envié a Lucien —dije débilmente—. No puedo curarme... y estoy perdiendo mis sentidos.
—¿Cómo es eso? ¿La profecía es verdad entonces? —preguntó el padre, incrédulo y preocupado.
—No, no puede ser —intervino la madre—. Mi último hijo no puede terminar así.
—Tranquila, cariño, lo solucionaremos —aseguró el padre—. Lo llevaremos con los mejores de nuestro clan.
—Lucien, carga a tu amo y vámonos. No acepto un no por respuesta.
—No, no pued— —intenté protestar, casi al borde de saltar por la ventana.
Pero Lucíen me alzó en un abrir y cerrar de ojos, y aunque el dolor era insoportable al salir de casa, mantuve la calma.
—¿Qué pasa? —preguntó la madre desde la puerta.
—Madre, déjame entrar, por favor —rogó Alan.
Finalmente, me ingresaron nuevamente en la casa. Alan comenzó a respirar con normalidad, pero las vendas se mancharon aún más de sangre.
—Madre, hice una promesa. Debo quedarme hasta el domingo, luego de eso me iré.
—¿A quién? Aquí no hay nada que te ate.
—Una niña.
—¿Qué? —exclamó la madre, incrédula.
—Sí, madre. Ella me hizo jurar con sangre. Mis instintos estaban bajos, así que aunque quise negarlo, algo en mí se conmovió y acepté. No sé qué me pasa, no quiero sentir esto. Madre, ayúdame.
—Lo siento, hijo —respondió ella con voz quebrada—. Lucien, llévalo a la cama.
—Querida, ¿qué dice la profecía? —preguntó el padre, con esperanza y temor a la vez.
—La profecía dice: “Cada siglo nacerá alguien en el clan, en la línea del trono, mitad humano y mitad vampiro. Se volverá vampiro completamente cuando haya encontrado a su tuacantante y unan sus almas. Pero si es rechazado, el elegido se volverá humano completamente. Solo la diosa, viendo lo que sufre su hijo, y si es digno, le otorgará una segunda oportunidad. Pero hasta entonces vivirá y sentirá como humano. La elegida, para salvarlo, debe amarlo únicamente a él, sin prejuicios. Un amor tan puro lo salvará. .”
—¿O sea que seré humano, sin vuelta atrás? —musité resignado—. Y ya está comenzando.
—Amo, vienen la señora y la niña —advirtió Lucien, serio.
—Escondanse y hagan silencio —ordenó Alan—. Ellas no saben que desperté, solo la niña.
Desde lejos, escuché una voz tenue...