Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
NovelToon tiene autorización de Amunets para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 4
Eliza se despertó antes del amanecer, el aire frío del castillo filtrándose a través de las
gruesas paredes. Se levantó y se vistió rápidamente, preparándose para otro día
lleno de desafíos. Mientras caminaba por los pasillos oscuros y silenciosos, se detuvo al
escuchar un susurro cerca de la sala de juegos.
—Eliza —una voz baja y urgente la llamó desde las sombras.
Eliza se giró y vio a un hombre vestido con ropas comunes, pero con una mirada que
delataba su verdadera naturaleza. Era un espía, enviado por Lady Marguerite.
—¿Quién eres? —preguntó Eliza en un susurro.
—Soy alguien que trabaja para la misma dama que tú. Necesitamos hablar, pero no aquí.
Sigue caminando como si nada hubiera pasado y nos encontraremos en los jardines traseros
en media hora —dijo el hombre, desapareciendo en la oscuridad.
Eliza continuó su camino, el corazón latiendo con fuerza. Sabía que estaba siendo vigilada
por ambos bandos, y la presión aumentaba. Tenía que ser cuidadosa y mantener la calma.
Se dirigió a la sala de juegos, donde encontró a los niños ya despiertos.
Thomas estaba construyendo algo con bloques de madera, su expresión concentrada y seria.
Anne estaba sentada en un rincón, abrazando a su muñeca, con una mirada triste en sus
ojos.
—Buenos días, niños —dijo Eliza, tratando de sonar alegre—. ¿Qué están haciendo?
—Construyendo una fortaleza —respondió Thomas sin apartar la vista—¿Y tú, Anne? ¿Cómo estás? —preguntó Eliza, acercándose a la niña.
—Extraño a mamá —dijo Anne en voz baja, sus ojos llenos de lágrimas.
Eliza sintió una punzada de dolor en el corazón. Se arrodilló junto a Anne y la abrazó
suavemente.
—Sé que la extrañas, querida. Es normal sentir eso. Pero estoy aquí para ti, y siempre
puedes hablar conmigo.
Anne asintió, abrazando a Eliza con fuerza. Eliza sabía que debía encontrar una manera de
ganarse la confianza de los niños y ayudarles a superar su dolor.
Después de asegurarse de que los niños estaban ocupados y bien atendidos, Eliza se dirigió
a los jardines traseros, como le había indicado el espía. El aire frío de la mañana la envolvió
mientras caminaba entre los árboles desnudos y los arbustos cubiertos de escarcha.
Encontró al espía esperándola en un rincón apartado.
—No tenemos mucho tiempo —dijo el hombre, mirando a su alrededor con precaución—.
La condesa necesita información sobre la condición del duque y su relación con los niños.
Necesitamos saber si hay alguna debilidad que podamos explotar.
—El duque es impenetrable —respondió Eliza, manteniendo la voz baja—. Apenas muestra
emoción y está siempre vigilante. Pero los niños... ellos están sufriendo. Thomas es muy
retraído y Anne es frágil. Su padre no les muestra amor, solo preocupación por su
seguridad.
El espía asintió, tomando nota mentalmente. —Necesitamos pruebas concretas. Observa al
duque de cerca y anota cualquier detalle relevante. Y sobre los niños, cualquier incidente
que demuestre su vulnerabilidad podría ser útil. Nos encontraremos aquí nuevamente en
una semana.
Antes de que Eliza pudiera responder, el espía desapareció entre los árboles. Eliza regresó
al castillo, sintiendo el peso de su misión cada vez más pesado sobre sus hombros. Sabía
que tenía que ser extremadamente cuidadosa. La vigilancia de ambos bandos hacía su
situación aún más peligrosa.
Al entrar en la sala de juegos, encontró a Thomas frustrado, lanzando los bloques de
madera al suelo. Anne lo miraba con miedo, sin saber qué hacer.
—Thomas, ¿qué pasa? —preguntó Eliza, acercándose con calma.
—¡Nada sale bien! —gritó Thomas, con lágrimas de frustración en los ojos—. ¡Nada! ¡No
puedo hacer nada bien!
Eliza se arrodilló a su lado y lo abrazó suavemente. —Todos tenemos días difíciles,
Thomas. Pero no estás solo. Estoy aquí para ayudarte. Podemos resolverlo juntos.
Thomas se resistió al principio, pero luego se dejó abrazar, dejando que las lágrimas
corrieran por su rostro. Anne se acercó y se unió al abrazo, buscando consuelo.
—Todo estará bien —dijo Eliza, con voz suave—. Estamos juntos en esto.
Pasaron el resto del día juntos, jugando y hablando. Eliza les contó historias de su infancia,
tratando de hacerlos reír y olvidarse de sus problemas por un rato. Al ver sus sonrisas, se
dio cuenta de que estaba empezando a encariñarse realmente con ellos, y eso complicaba su
misión.
Por la noche, mientras los niños dormían, Eliza se sentó en su habitación, escribiendo en su
diario los eventos del día y la información que había obtenido. Sabía que no podía
permitirse fallar, pero también sentía que debía proteger a los niños de cualquier daño,
incluso si eso significaba traicionar a Lady Marguerite.
El dilema moral que enfrentaba era abrumador. Sabía que tenía que ser fuerte y mantener su verdadero ser oculto, pero también sabía que su empatía y amor por los niños podrían ser su mayor debilidad.
Mientras se preparaba para dormir, Eliza prometió a sí misma que encontraría una manera
de proteger a los niños y cumplir con su misión, sin perderse a sí misma en el proceso.
Sabía que el camino por delante sería difícil