La Caida De Los Angeles

Manteniendo la máxima alerta ante el aterrador grito, me preparé rápidamente, empuñando mi bate como arma defensiva. Aunque sabía de dónde provenía el sonido, la densidad del bosque y los escombros dificultaban precisar la ubicación exacta de la amenaza. Retrocedí cautelosamente, tratando de calmar a mis compañeros, quienes estaban visiblemente aterrados. En medio de la tensión, me percaté de que estábamos rodeados por al menos cinco infectados, acechándonos como depredadores, esperando el momento propicio para atacar.

Con determinación y rapidez, decidí tomar el control de la situación. Instruí a los chicos que me acompañaban para que se levantaran y tomaran mi mochila, indicándoles que corrieran hacia una gran roca mientras yo enfrentaba a los infectados. Actuaron sin dudar, asintiendo en señal de entendimiento. Me deshice de la mochila y, en un movimiento fluido, los chicos la tomaron y escaparon velozmente.

Un infectado se lanzó tras ellos, actuando con una ferocidad inesperada. Actué de inmediato golpeándolo con fuerza en el torso, desviando su atención hacia mí. La situación era complicada, ya que estos seres no seguían el guion de los juegos o películas que había visto; su único objetivo era consumir, destruir y prolongar tu sufrimiento todo el tiempo posible.

Esquivando con destreza, buscaba oportunidades para golpearlos directamente en la cabeza o las piernas, incapacitándolos rápidamente. Uno de ellos se precipitó hacia mí, logré esquivarlo y golpearlo en la nuca, haciendo que cayera inerte al suelo. Quedaban cuatro, que se movían con agresividad. Con golpes certeros, fui reduciendo su número, pero uno logró morderme el brazo antes de ser empujado y golpeado hasta ser neutralizado.

En medio del enfrentamiento, uno de los chicos intervino valientemente, acabando con el último infectado que quedaba. Exhausto y herido, me vendaron rápidamente mientras evaluábamos la situación. Aunque había logrado sobrevivir al encuentro, la mordida en mi brazo recordaba la peligrosidad de cada enfrentamiento con estos seres.

Con el peligro pasado, nos preparamos para regresar al refugio. Aunque herido, me sentía aliviado por haber protegido a los chicos y haber superado otro desafío en este mundo desolado.

Al regresar al refugio, entregamos lo que encontramos: las flores y los suministros. Como recompensa, nos dieron algo de comida a cada uno de nosotros por haber tenido éxito en nuestra búsqueda. Decidí visitar la casa del hombre con quien había estado trabajando durante las últimas dos semanas, pero me di cuenta de que nunca le había preguntado su nombre. Al llegar, toqué la puerta y él me recibió amablemente. Durante la cena con su familia, le mencioné que había trabajos disponibles para carpinteros o mano de obra en construcción, lo cual podría ayudarlo a ganar dinero para su familia. Además, le ofrecí mi ayuda para encontrar materiales, ya que era explorador.

Descubrí que se llamaba Denis, su esposa Carol, su hermana Flor y sus hijos Gabriel y Donald. Nos presentamos adecuadamente y nos acercamos un poco más. Le sugerí que considerara los trabajos disponibles y le aseguré que estaría allí para ayudarlo en caso de necesidad, ya que tenía experiencia como explorador.

Después de la cena, decliné su invitación a quedarme y preferí descansar en casa, estaba exhausto por todo lo ocurrido. En el camino de vuelta, me encontré con uno de los chicos a quienes había protegido anteriormente. Me agradeció sinceramente por haber estado allí para ellos, lo cual me hizo sentir bien a pesar de mis heridas. Al llegar a casa, me ocupé de revisar y curar mi herida, sabía que necesitaría unos días de descanso en el refugio antes de salir de nuevo.

Al día siguiente, el chico que había acabado con el último infectado me buscó en la puerta. Me pidió ayuda para entrenarse en defensa y proteger a sus amigos. Acepté, viendo en eso una forma de ocupar mi tiempo durante mi recuperación. Ahora, solo esperaba que todo saliera bien esta vez.