Todo el mundo reconoce que existen diez mandamientos. Sin embargo, para Connor Fitzgerald, héroe de la CIA, el undécimo mandamiento es el que cuenta:
" No te dejaras atrapar"
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CAPITULO 11
Jackson embozó una sonrisa fugaz y, acto seguido, sacó un sobre del bolsillo y lo deslizó por debajo de la mesa. El jefe de la policía echo un vistazo a su contenido y guardó el sobre en el bolso de su guerrera.
-- Veo con pesar que tus nuevos jefes no te han permitido el mismo grado de flexibilidad cuando se trata de los gastos.
-- Una pista aceptable, es todo lo que pido -- repitió JackEln.
El jefe de la policía sonrío.
-- Mira, Chris, siempre he creído que si uno anda buscando unas una ganga, no hay mejor lugar para en comenzar que una casa de empeño -- se levantó de la mesa --. Y, recordando el dilema al que te enfrentas, viejo camarada, empezaría en el distrito de San Victoriano Yo que tú, no me molestaría en hacer mucho más que ver los escaparates.
Después de que Connor Fitzgerald terminó de leer la información del expediente confidencial, lo devolvió a la directora.
La primera pregunta de ella lo tomó desprevenido.
-- ¿Cuánto tiempo falta para que le corresponda jubilarse?
-- El primero de enero del año próximo me retiran de la lista de servicio activo,aunque naturalmente, confío en seguir en la compañía.
-- Tal vez no sea muy difícil encontrar algo adecuado para sus talentos especiales por el momento -- comentó Dexter --. Sin embargo, tengo una vacante como director de nuestra oficina en Cleveland.
-- ¿Cleveland?
-- Sí.
-- Al cabo de veintiocho años de servicios, esperaba que pudiera ubicarme en algún puesto en Washington. Seguramente está enterada de que mi esposa es la directora de admisión en Georgetown University.
-- Me gustaría poder ayudarlo -- repuso Dexter con total naturalidad --; pero, por el momento, no hay nada adecuado para usted en Langley.
Connor sostuvo la mirada la directora del otro lado del escritorio, dolorosamente consciente de que en esta ocasión ella usaba con él la misma arma mortífera que había utilizado con muchos de sus colegas en el pasado. Pero, ¿Por qué? Miró el expediente. ¿Acaso el presidente le había exigido sacrificar a alguien después del minucioso interrogatorio al que había sido sometido respecto a las actividades la CIA en Colombia?
-- ¿Hay alguna opción? -- preguntó él.
-- Siempre existe la posibilidad de optar por una jubilación anticipada -- Helen Dexter se levantó de su asiento --. Por favor, avíseme cuando tome la decisión -- salió de la oficina sin decir una palabra más.
Connor permaneció en su escritorio un rato, tratando de asimilar la magnitud cabal de las implicaciones de las palabras de la directora. Recordó que Chris Jackson le había contado que sostuvo una conversación casi idéntica con ella hacía ocho meses. ¿Cuántos otros buenos agentes habían sido sacrificados en el transcurso de los años, se preguntó ante el altar del ego de Helen Dexter?
Cuando Chris Jackson abrió la puerta principal, una campanilla replicó para alertar al encargado de que alguien había entrado.
En Bogotá hay más de cien casas de empeño, la mayor parte de ellas están en el distrito de San Victoriano. Jackson no había caminado tanto desde sus comienzos en la agencia.
Escobar alzó la vista de su periódico vespertino.
-- Buenas tardes, señor -- saludo el anciano, al tiempo que se levantaba del banco --. ¿En qué puedo servirle?
-- El arma del escaparate...
-- ¡Ah!, sí. Se trata de una pieza de colección -- Escobar levantó la tapa del mostrador y se dirigió al escaparate. Sacó el estuche, lo colocó sobre el mostrador y permitió a su cliente echar un vistazo al contenido.
Jackson solo necesitó una mirada superficial al rifle hecho a mano para saber de dónde provenía. No le sorprendió descubrir que uno de los cartuchos había sido disparado.
-- ¿Cuánto pide por él?
-- Diez mil dólares -- respondió Escobar.
Jackson no se encontraba de humor para regatear, pero no llevaba tal cantidad de dinero.
-- ¿Sería posible dejar un adelanto? -- preguntó--. ¿Y recogerlo a la primera hora de la mañana?
-- Sí, señor -- repuso Escobar --. Aunque, por tratarse de esa pieza en particular, necesitaría un depósito de diez por ciento.
Jackson asintió y sacó su billetera del bolsillo interno de la chaqueta. Tomó diez billetes de cien dolares y los pasó por encima del mostrador Escobar, quién hizo un recibo.
Jackson miró el estuche abierto, sonrío sacó el cartucho utilizado y se lo guardó en el bolsillo.
El anciano se desconcertó, no por el acto de Jackson, sino porque habría jurado que las seis balas estaban en su lugar cuando compró el rifle.
Cuando abrió la puerta, la alarma se activó. Apartó la cortina de cuentas y entró en la tienda. Miró la base en el escaparate. El rifle ya no estaba en su lugar.
Tardó varios minutos en encontrarlo, ya que estaba oculto bajo el mostrador.
Verificó cada una de las piezas y notó que faltaba un cartucho; se colocó el estuche bajo el brazo y salió con rapidez. No le preocupaba en absoluto que lo detuvieran: el jefe de la policía le había asegurado que no recibirían aviso de un robo, sino hasta por lo menos treinta minutos después. No podría culparse al jefe de la policía de que subió su amigo no hubiera tenido suficiente efectivo para comprar el rifle. Y, de todos modos, le agradaba mucho que le pagaran dos veces por la misma información. En especial cuando la paga era en dólares.
Ella le sirvió otra taza de café.
-- Maggie, estoy pensando en renunciar a la compañía y buscar un empleo en el que no tenga que viajar tanto -- miró por encima de la mesa de la cocina para ver la reacción de su esposa.
Maggie volvió a poner la cafetera en el quemador.
--¿Por qué ahora?
-- Quieren desplazarme del área de secuestros y rescates para colocar a una persona más joven en mi lugar. Es política de la compañía por mi edad.
-- Pero, debe de haber muchos otros puestos en la compañía.
-- La presidenta hizo una sugerencia -- explicó Connor --. Me ofreció la oportunidad de dirigir nuestra oficina en Cleveland.
-- ¿Cleveland? -- preguntó Maggie, incrédula --. ¿Por qué la presidenta parece estar ansiosa de querer deshacerse de ti?
-- ¡Ah!, no es tan grave. Todavía tengo derecho al paquete completo de jubilación -- repuso Connor, sin tratar siquiera de contestar la pregunta.
-- ¿No crees que ha llegado el momento de que me digas toda la verdad? -- preguntó Maggie --. Jamás me has ocultado el hecho de que Maryland Insurance no es nada más que una fachada de la CIA. Y nunca te he presionado sobre eso. Pero, últimamente hasta tus viajes más cuidados han dejado mucho que desear.
-- No estoy seguro de entender que quieres decir -- respondió Connor sin convicción.
-- Cuando recogí tu traje de la tintorería, me dijeron que encontraron esto en uno de los bolsillos -- Maggie colocó una moneda pequeña sobre la mesa --. Me dicen que no tiene ningún valor fuera de Colombia.
Connor clavó la mirada en la moneda de diez pesos..
-- Maggie te aseguro que ...
-- Connor, siempre ha aceptado que tenía que haber una buena razón para que no fueras completamente sincero conmigo todos estos años -- se inclinó solo en la mesa y tomó la mano de su esposo -- Pero, si están a punto de votarte como chatarra sin motivo, no crees que tengo derecho a que me digas con exactitud qué has estado haciendo los últimos veintiocho años?