La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
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Capítulo 14
Cambiaron los turnos en la universidad debido a la amenaza de aquella fiera que tenía asustada a la ciudad entera. Las calles, decían las autoridades, se habían tornado muy peligrosas, ese animal era despiadado, cruel, inmenso y con una petito voraz y por eso las clases ya no serían hasta las once de la noche sino solamente hasta las nueve y por ende, adelantaron los horarios. Hubieron muchas protestas, sobre todo de los chicos que trabajaban, sin embargo el decano no quiso oír razones. -Primero está la seguridad de nuestros alumnos frente a ese animal que ahora nos aterra a todos-, remarcó convencido.
-Tú vives en una zona muy peligrosa, podrías ser mordida por esa fiera-, me advirtió Fanny.
-Sé cuidarme sola-, quise ser valiente, aunque la verdad estaba también aterrada con toda esa incertidumbre. No se hablaba de otra cosa en las clases tan solo de la bestia asesina que asolaba a la ciudad. Muchos compañeros contaban de demonios, gnomos, zombies y fantasmas, incluso de aliens y escucharlos hablar de muertes, charcos de sangre, colmillos afilados, garras gigantes y fauces horripilantes me daba más miedo. El profesor Pereyra pensaba que se trataba de un animal escapado del zoológico, quizás un puma.
-Los pumas son animales que siempre andan tras comida, son muy hambrientos-, me dijo aumentando más mi miedo.
Esa noche, apenas terminaron las clases, salí de prisa, casi corriendo, hacia mi casa pero Anthony me dio alcance. Él es el delegado de nuestra promoción. Es un chico lindo, dulce, cariñoso, paternal, muy inteligente y capaz aunque tiene exabruptos como todos los jóvenes de su edad. A veces se fastidia de la nada.
-Fiorella, yo te acompaño-, se ofreció sonriente. Anthony es enorme, casi como un cerro, sus brazos son largos, tiene muchos músculos y es muy atractivo además. A mí me gustaba, pero es el novio de Viviana, con quien no tengo ninguna afinidad. Ella me cae mal y yo a ella. Nos odiamos las dos y Anthony suele ser siempre la manzana de la discordia, no solamente conmigo sino también con las otras chicas de la facultad y de las otras carreras.
-Vivi se va a molestar contigo-, le dije tratando de reanudar mis pasos acelerados para llegar cuanto antes a mi casa.
-No me importa. Tú eres la que más peligro corre en la facultad, ella tendrá que comprenderlo, es mi deber, como delegado de la promoción, velar por todos los compañeros-, me dijo solemne y ceremonioso.
-Mi móvil lo tengo descargado, apenas llegue a casa, lo cargo de nuevo, siempre es necesario estar comunicada-, le hice conversación.
-Yo siempre llevo cargadores inalámbricos, me contó él, son más prácticos, para toda ocasión, deberías usar, te sacan de apremios-
Fuimos esquivando los callejones y los terrenos baldíos que pululan por la zona, un descampado grande que, la verdad, da mucho miedo. -¿Por qué vives por estos lares tan feos?-, estaba él asustado, ahora. No habían luces en los postes de alumbrado público, los vecinos estaban encerrados y los perros ladraban temerosos desde sus casas. Habían muchas sombras y el viento golpeaba fuerte los árboles, los ventanales y azotaba las puertas.
-Quería una casa cerca de la facultad-, le dije riéndome de su pavor.
-En mi barrio alquilan cuartos, estarías más segura, aunque a mayor distancia de la facultad-, me anunció,
¿Uh? ¿Era una proposición? ¿Acaso desafiaba a Viviana? Al parecer Anthony empezaba a interesarse en mí.
-Veré, pues-, le dije, coqueta, moviendo mis hombros. No quería insinuarme mucho, tampoco.
Llegué sana y salva a casa. Él me dio un beso en la mejilla. Yo cerré bien las puertas y las ventanas y ufffffffff recién solté el aliento cuando me sentí segura en mi sencilla vivienda. Eso se repitió las siguientes veces. Anthony empezó a acompañarme, todas las noches. Me sentía segura con él, en realidad. Ya no corría tampoco, y hablábamos de las clases, de las noticias de la fiera no habida y él me contaba chistes que me hacían reír mucho.
-El bus estaba tan pero tan lleno que hasta el chofer venía de pie-, me dijo divertido y yo me reía a gritos.
Y esa noche de viernes, terminando la semana de clases, me besó en la boca. En realidad me sorprendió. Llegamos hasta la puerta de mi casa e incliné mi mejilla para que me bese pero él tomó mi mentón y besó mis labios con encono y vehemencia, dejándome ensimismada. No reaccioné. Cerré los ojos y quedé obnubilada. Como les dije, él me gustaba, era súper atractivo y habíamos hecho buenas migas con el asunto de la fiera suelta y acompañarme a la casa. Cuando volví en mí disfruté sus besos, me embriagué con su boca y hasta alcé un pie excitada y extasiada.
-Perdón, me dijo dijo el turbado, no me contuve, es que eres tan hermosa Fiorella-
Ni escuché qué fue lo que murmuró porque lo jalé de las solapas y yo lo besé entusiasmada y febril. Anthony acarició mis caderas, se deleitó con mis posaderas que apenas contenían el jean y disfrutó que mis pechos se volvieron grandes colinas.
Azorado se fue de improviso, dejándome alborotada, saboreando sus besos, con mi sangre haciendo ebullición en las venas, convertida en una gran bola de fuego.