Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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almuerzo en persecución
Narra Marion:
Al bajar del automóvil de mi vecino gigolo, todavía estaba medio aturdida por ese beso que sé que no significa nada, pero hace que mis muslos se junten y se me sea difícil caminar.
Llego a mi clase y trato de concentrarme en lo que dice la profesora, pero hoy día parece que habla en mandarín porque no entiendo nada. por suerte la mañana pasa en un dos por tres y como hoy es un día en el que salgo cerca del medio día de la universidad, al llegar a la empresa de mi padre voy derecho a su piso.
—Hola Moni, ¿sabes si mi padre ya está listo para ir a almorzar? —pregunto a la secretaria de mi padre que brisca en su silla ante mi pregunta.
—Hay querida —dice con una mano en su pecho—, ni te he escuchado llegar —agitada, mira la puerta de la oficina de mi padre y luego enfoca sus ojos en mi—. Tiene un almuerzo de negocios, pero no creo que sea inconveniente que asistas con él.
—Ho, no lo sabía —miro hacia donde había mirado Mónica—. Con tu permiso iré a preguntarle, de lo contrario creo que sería buena idea que almorcemos juntas —finalizo mirando a la mujer que acomoda sus anteojos con una sonrisa.
—Claro, señorita, pase y si no de verdad me encantaría tomar el almuerzo con usted —con una sonrisa gratificante en el rostro de la secretaria, termina de acomodar su escritorio mientras yo me acerco a la puerta de la oficina de mi padre. Golpeo y espero que me deje pasar.
—Adelante —adelante, escucho la voz masculina de mi padre que me permite el paso.
—Buen día, papa —saludo adentrándome a la iluminada oficina de mi padre.
—¡Mi niña! —exclama mi padre levantándose de su silla, acercándose a mí con los brazos abiertos— ¡Ya llegaste! —ruedo los ojos y le correspondo al abrazo.
—Si, papa ya llegué —digo y le dejo un sonoro beso en su regordeta mejilla—. Moni me acaba de informar que tienes un almuerzo de negocios, almorzare con ella sino puedo ir contigo —digo mirándolo a sus ojos claros como los míos.
—Que va, cariño, pero si para mi es un honor que mi linda niña me acompañe al almuerzo de negocios, eso si tú quieres —dice tomando mis manos.
—Claro papa, me encanta la idea de acompañarte, aunque creo que será algo aburrido —digo sintiendo algo de vergüenza al decir que es aburrido.
—O cariño, tienes razón... —dice y mira la hora en su reloj pulsera—. Mejor ve con Mónica, de paso la convences para que acepte las vacaciones que le vengo insistiendo que debe tomar.
—Hui, claro, nuestra querida Moni es difícil de convencer y seguro que su familia estará muy agradecida —digo, le dejo otro sonoro beso en su mejilla y me dirijo a la salida—. Suerte con el almuerzo papa —camino a la salida de la oficina.
Salgo y me acerco nuevamente al escritorio de Mónica que nuevamente se sobresalta al quedar frente a ella.
—Bueno, Moni estas de suerte, ¡Hoy almorzamos juntas! —exclamo feliz ya con la idea de convencerla de que se tome esas merecidas vacaciones.
—¡Hay niña! —dice con pena en la mirada— Mi marido me acaba de llamar para que comamos juntos —dice con pena.
—No te preocupes, pero mi padre insista en que ya debes tomar tus vacaciones —murmuro tomando sus manos para que vs que es enserio.
—Sabe usted, que no tengo quien me reemplace —dice a modo de justificación.
—Yo con gusto te cubriré Moni, estoy por entrar en receso en la universidad y con gusto te cubro —propongo con una sonrisa en el rostro para animarla. Su rostro se ilumina y sus ojos se agrandan detrás del marco de sus anteojos.
—¿Haría eso por mí? —pregunta y ya siento la emoción en sus palabras.
—Si, encantada —digo con una sonrisa. Su celular suena anunciando una llamada ella mira su teléfono y luego disculpándose se aleja para atender la llamada. Al terminar vuelve donde estoy.
—Lo siento, era mi esposo que ya vino por mi —dice tomando su cartera, juntas vamos hasta el ascensor.
Mientras bajábamos, les mande un mensaje a mis queridas amigas para saber si había alguna disponible para que almorcemos junta.
—Lo siento, nena, estoy ocupada —responde Cecilia.
—Almuerzo con inversionistas, sorry —escribe Sylvanas.
Ella ya se recibió de diseñadora de modas y le está yendo muy bien con su microemprendimiento. No me sorprende que algún día de estos aparezca en la gran pantalla mostrando sus diseños.
—No estoy en la ciudad, mi tío y mi hermana decidieron joderme el día —indica Amy, ama a su tío y a su hermana, pero todavía le cuesta aceptar que son pareja, aunque ella no lo admita sé que es así.
—No hay drama preciosuras, espero que para esa inaugurada de departamento no tengan escusas —respondo colocando un emoji de cara enojada, ellas responden con muchos “ja, ja” y me aseguran que eso ya está descartado.
De Briza no espero respuesta porque se lo colgada que puede ser y saliendo del edificio me dirijo a un puesto de comida rápida para pedirme un super pancho con todo lo que tiene de aderezo, hoy rompo la dieta.
Con mi pequeña porción de altas calorías me dirijo a una banca cerca del puesto para disfrutar de este manjar culinario que si mi madre se entrera me manda al psicólogo con una prescripción de locura.
Estoy por darle un gran mordisco a mi almuerzo cuando una sombra se posa en frente de mí. Con toda la delicadeza que poseo, alzo la vista al que osa interrumpir mi momento de gloria, y con la boca abierta me encuentro con la mirada gris verdosa de mi vecino gigolo.
—Tu pequeño juan se sentirá engañado si se entera que te comiste semejante salchicha —murmura con una sonrisa pícara en su hermosa cara.
¿Dije hermosa? Estoy definitivamente loca. Me atraganto en el momento en que sus palabras hacen sinapsis en mi cerebro deslumbrado, y comienzo a toser. Sin soltar mi salchicha me repongo con la ayuda de mi vecino que casi saca mis pulmones por mi pecho de los golpes que me da en la espalda.
—Tu idea es matarme, definitivamente —digo con voz ronca, luego de que el ahogo pase.
—Mi idea es ocupar el lugar de esa salchicha, pero bueno no todo se tiene en esta vida —mi mandíbula cae ante sus palabras y el rompe a reír.
—Para tu suerte... —digo y veo como sus ojos se iluminan, pervertido—, no practico el canibalismo —culmino dándole un mordisco al pancho entre mis dedos.
—¡Mierda! ¡Eso sí que es un buen mordisco! —dice y no sé si lo dice con doble sentido. Se aleja de mi hasta el puesto de panchos y al rato vuelve con un par de panchos repletos de aderezos como el mío.
—Si mi madre nos viera diría que necesitamos ir al psicólogo —digo terminando de comer mi bocadillo.
—Pues tu madre no sabe lo que es bueno —dice comiendo de sus panchos.
Sumidos en el mutismo que nos da el estar masticando entre miradas que me hacer reír por sus gestos, terminamos de comer.
—¿Qué haces por aquí? —pregunto limpiando mis dedos con una servilleta desechable.
—Lo mismo te iba a preguntar, pero la verdad es que amo estos panchos y casi siempre son mi almuerzo —dice luego de terminar su comida—. ¿Tienes trabajo ahora? —pregunta.
—Mmm... sí, ¿por? —murmuro mirando su sonrisa, pobre de todas las que caen bajo ella.
—Nada, te acompaño —se ofrece y junto caminamos hasta la empresa de mi padre.
En el corto camino hasta la empresa de mi padre me cuenta de su trabajo. Actualmente está como gerente de un bar discoteca de su primo que le deja buenas ganancias. Ahora entiendo de dónde saca tantas mujeres diariamente.
—No te pongas celosa que como mi novia falsa eres la más sexi de todas las que pasan por mi cama —dice al ver mi cara pensativa, adivinando mis pensamientos, pero que no tienen nada que ver con supuestos celos.
—Como tu novia falsa puedes estar seguro que si estuvieras conmigo no necesitarías a nadie más —digo sonando muy segura de mis palabras, aunque sé que no es así.
—Pues habría que ver que tanto hay de cierto en tus palabras —alega en tono seductor, sonrió mirándolo.
—Sigue soñando, gigolo —llegamos a las puertas del edificio de mi padre. Mi vecino mira el gran edificio con asombro.
—¿Trabajas aquí? —pregunta mirando hacia arriba. La estructura del edificio es magnífica y no puedo evitar sentirme orgullosa de él.
—Hermoso, verdad —digo mirando hacia arriba como lo hace el—. El diseño prácticamente es de mi madre —agrego—. Ella estudio arquitectura, pero no ejerció su profesión, una lástima porque es muy buena —finalizo mirando sus ojos claros.
—Me impresiona, bueno querida vecina nos vemos mañana cuando necesite tus servicios de espanta ligues —menciona con una sonrisa seductora.
—Hasta mañana gigolo —digo y estoy por darle un beso en su mejilla, pero me detengo y extiendo mi mano, la mira y luego me mira a mí. Toma mi mano para atraerme a su cuerpo y plantarme un beso en mis labios que me dejan sin respuesta.
Me suelta y se aleja de mi colocando sus manos en los bolsillos de su pantalón. Creo que mi corazón dejo de latir por un segundo. Me repongo y miro que su coche este cerca, es como si todo este momento el supiera que yo estaba aquí y me hubiera seguido. Lejos de molestarme, creo que me excita la idea de que mi vecino gigolo custodie mis pasos.
Ingreso al interior del impresionante edificio y con una sonrisa de oreja a oreja subo al piso administrativo para comenzar con mi día laboral. Al salir del ascensor, mi supervisora, como sabiendo u olfateando mi llegada, me sale al encuentro con una nueva pila de archivos para que revise.
—Aquí tienes querida —dice como si fuera la cosa más linda del mundo revisar un montón de archivos para saber si soy apta de hacer lo que hago—. ¿Y esa sonrisa? —pregunto e inmediatamente me percato que no he dejado de sonreír, maldito gigolo sexi que perturbas mis pensamientos.
—Nada —miento descaradamente, sintiendo mariposas en mi estomago—, panza llena corazón contento —digo escapando a mi escritorio.
Inmediatamente me pongo a trabajar y trato de olvidar ese beso robado en la acera del edificio de mi padre.
Miro mi celular y veo un mensaje de mi amiga Briza que reza “lo siento, me colgué un poquito”. Sonrió adivinando que debió estar perdida en esos juegos virtuales que tanto adora.
—No te preocupes que devore un super pancho en la plaza cerca de la oficina —respondo.
—Tu madre te va a mandar al psicólogo —responde robando una sonrisa al saber lo bien que conoce a mi querida madre.
NARRA ADRIAN:
Luego de dejar a mi vecina en la universidad, no sé qué cosa me poseyó para no poder alejarme de ella. Una cuadra más adelante dejo aparcado mi coche y volviendo los pasos, me adentro al campus siguiendo de lejos los movimientos de mi princesa.
No sé qué tiene, pero acá me tiene, como lunático queriendo saber qué hace de sus días. Llegado el medio día la veo tomar camino rumbo a un edificio cercano a la universidad, entra y veo que por las inscripciones se trata de una importante agencia de bienes raíces muy popular. El edificio es enigmático.
Mirando alrededor, veo una cafetería al frente del gran edificio y decido que es un buen momento para un café. Cruzo la calle y me siento en una de las mesas donde enseguida una encantadora jovencita de mirada radiante se acerca para tomar mi pedido.
No demora mucho en traer mi pedido y mientras sirvo del café no puedo apartar la vista del imponente edificio. ¿En cuál piso será el que trabaja? Me pregunto. Al cabo de media hora la veo volver a salir y enseguida me acerco para pagar la cuenta mientras veo que ella camina hasta la plazoleta que está cerca del edificio.
La chica que me atendió trata de coquetear conmigo, pero como mi interés está metido en la rubia me hago el desentendido y casi corriendo salgo de la cafetería para encontrármela en la plaza, frente a un puesto de panchos.
Recuerdo que cuando estudiaba, la primera vez que probé uno de esos panchos quede enamorado y prácticamente todos los días, desde entonces, son mi almuerzo. La veo tomar asiento en una de las bancas y cuando esta por darle un gran mordisco a su comida me acerco con la sola idea de molestarla o pasar un momento con ella.
Luego de babear como enfermo ante la idea de tener mi pequeño juan entre sus labios la acompaño de nuevo al edificio y antes de que se pierda entre las puertas del imponente montón de ladrillos, tomo su mano que tan confundida extiende hacia mí, para juntar mis labios con los de ella en un beso que no dice nada, pero que significa mucho.
Suelto su cuerpo pecaminoso y colocando mis manos en los bolsillos de mi pantalón, me encamino hacia donde tengo aparcado mi coche, no muy lejos de la ubicación.
Felicidades
me encantó
me encantó
bien escrita candente sin enredos