Una vez existió un pasado donde, de alguna manera, ella fue la villana de todo el imperio. Merecía morir en aquella guillotina. Sin embargo, ¿por qué recordaba ahora su vida pasada? Lo que era peor, había regresado en el tiempo, antes de que Kristina Laurent cavara su propia tumba.
Si de verdad había regresado, lo juraba. Juraba que, en esta vida, no volvería a ser la villana.
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Capítulo 2: Éxito y Desgracia
La escena volvió a cambiar a un calabozo frío y desolado, no pude evitar suspirar para mis adentros. Que historia. Estoy segura de que será mi mejor libro al despertarme.
Pasos.
Un joven apuesto se detuvo frente a la prisión de Kristina, su cabello negro como el ébano y sus ojos color cobre combinaban perfectamente con su temperamento frío.
Se mantuvo frente a la celda sin decir ni hacer nada. Finalmente, al cabo de unos minutos, se agachó y dejó una rosa muy bella y grande frente a la celda junto con una nota.
Kristina tomó la rosa con una pequeña sonrisa.
—Esta vez elegí a la rosa —murmuró leyendo el papel.
Kristina miró al techo sonriendo con autodesprecio.
—Sin embargo, yo, nunca abandonaré a mi amado árbol.
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La escena se desdibujó. Volví a ver todo desde la perspectiva de primera persona.
Frente a mí había una multitud enojada.
Mi vista se dirigió de derecha a izquierda y de arriba a abajo.
¿No parecía una ejecución? Mi mente se heló ante esta posibilidad, no debería ser cierto, ¿verdad?
En un balcón estaba Eylin junto con Edward y toda la familia imperial.
Entre la multitud estaba Vicent, pero no veía a Kristina por ninguna parte. ¿Esa chica dónde se metió?
—¡Kristina Laurent! —mi cabeza se giró hacia la voz de Edward— ¿cuáles son tus últimas palabras?
—¿Mis últimas palabras? Por supuesto que tengo cosas que decir.
¡Espera! ¿Todo este tiempo yo fui Kristina?
—¡Yo Kristina Laurent niego toda acusación de envenenamiento!
Con una mirada de asco y un movimiento de la mano de Edward, la guillotina cayó.
Cortar.
Me senté rápidamente en la cama, palpando mi cuello con desesperación.
—Se sintió tan real...—murmuré incrédula.
¿Qué significa esto? Nunca soñé con una muerte tan horrenda y cruel. ¿Debería continuar con la idea de crear un libro sobre esto?
Mi mente vagaba y fragmentos de los sueños se intercalaban en mi cabeza, mareándome.
Ding.
El timbre del apartamento sonó. ¿Quién podría ser? Mis labios se fruncieron.
Caminé hasta la puerta con pasos pequeños y pausados. Agarré la manilla de la puerta, dudando en abrir.
Ding.
Mis manos apretaron la manilla con más fuerza, abriendo completamente la puerta.
—Tengo que colgarte —mientras decía eso me miraba fijamente a los ojos— finalmente abrió la puerta, señorita Benítez.
—Un gusto volver a ver a la señorita García, ¿necesita algo de mí? —pregunté evitando su mirada.
Suspiro.
Mis ojos se dirigieron hacia ella.
—¿De verdad no sabes por qué estoy aquí? —negué un poco confundida ante su tono enojado— ya ha pasado un tiempo desde que publicaste tu novela anterior, y ni siquiera has enviado un adelanto, como editora de la señorita Benítez, necesito asegurarme de que escriba.
—Estaba en eso... —murmuré con culpabilidad.
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Aquí estábamos ahora, sentadas frente a frente. Ella se mantuvo en silencio, mirándome a los ojos.
—Me gusta la idea en general, pero creo que es mejor que lo narres desde la perspectiva de la villana, algo innovador llama más la atención que lo de siempre, ¿no te parece? —comentó.
—¿Es así? —me pregunté algo dudosa— la vida romántica de la villana no es interesante, ¿no será muy aburrido?
Ella soltó una carcajada ante mi pregunta.
—Puedes añadir más drama mediante un romance breve con el príncipe u otro personaje —añadió con media sonrisa— además, no necesariamente tiene que ser de romance, ¿no?
Mis pensamientos empezaron a vagar, pensando en aquella posibilidad, era bastante tentadora, y a su vez estaba arriesgando mucho, ¿valía la pena ese riesgo?
—Bueno, me tengo que ir —dijo levantándose de su asiento— estoy segura de que será una novela llena de encanto.
—Te despido —dije levantándome.
La acompañé hasta la puerta, todavía pensando en sus palabras.
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Tres meses después.
¿Quién pensaría que iba a ser un éxito innegable? Una sonrisa se formó en mis labios mientras conducía a la rueda de prensa.
Mis ojos se dirigieron un breve momento hacia un cartel que anunciaba próximamente la película de mi libro.
Sin embargo, esa distracción causó que perdiera por unos instantes el control de mi vehículo, causando que no pudiera controlar bien la curva y cayera por el barranco.
Por mi mente pasaban muchas cosas, entre ellas arrepentimiento. La continuación de la novela no se podrá publicar, a pesar de que mucha gente la espera.
Mis ojos se cerraron, esperando la muerte.
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Repentinamente, pude abrir los ojos, ¿qué es este lugar? Era completamente blanco y tranquilo.
—Es precioso, ¿no? —una voz tranquila resonó por el lugar— a mí me gusta mucho.
Mis ojos vagaban por el lugar, intentando encontrar a la persona que hablaba.
—Sin embargo, no siempre puedes permanecer en lugares tan preciosos —dijo con un timbre nostálgico— Ana, aunque no lo creas, hay cosas que son inevitables y necesarias.
Al escuchar eso, inevitablemente me enojé.
—¿Inevitables, dices? —cuestioné— mi muerte la provoqué yo misma, si no me hubiera distraído...
Ante mis palabras cargadas de resentimiento por mi estupidez, apareció una silueta de una joven ante mí.
—No. Hubiera pasado de igual manera, Ana —suspiró negando— tampoco es que fuera completamente tu culpa.
Sus palabras terminaron con mucha tristeza.
—¿Quién eres? —pregunté perpleja— ¿te conozco...?
—¿Necesitas conocerme? Yo creo que no —musitó— es más, no debería hablar contigo, las demás se enojarán.
—¿Las demás...? —antes de terminar mis palabras, el lugar se desdibujó.
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Mi cabeza dolía demasiado y mi cuerpo pesaba.
¿De verdad sobreviví? Era algo imposible, ¿no?
Parpadeé lentamente, observando el extraño techo frente a mis ojos.
—¿Qué pasó? —pregunté sobando mi frente.
—¡¿Señorita?! —mis ojos se abrieron de sorpresa.
Recordé aquella escena días antes de mi ejecución.
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Primera Vida
—Señorita... —murmuró con la voz entrecortada— los duques vendrán a verla también, ellos me pidieron que viniera...
—Helena no es necesario que me mientas, no soy una niña —nuestras miradas se encontraron— ¿qué clase de duques serían si envían a una sirvienta a la prisión? No me compadezcas, sé perfectamente que no te enviaron.
Sus ojos amenazaban con llorar.
—Señorita... —musitó, secando las lágrimas que caían— yo confío en su inocencia. Tengo confianza en que se demostrará que usted no intentó asesinar a la señorita Eylin.
—¡Ja, ja, ja! —solté una risa irónica— a estas alturas no me sorprendería que muera en un par de días.
Sus ojos se llenaron de dolor ante mis palabras. Sin embargo, antes de que dijera algo más, interrumpí.
—No vuelvas más, Helena —dije, con la garganta adolorida— agradezco tu cuidado durante todos estos años, pero no vuelvas más.
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Mis ojos dolían en un intento de no llorar, al volver a ver a esa mujer que me quiso mucho más que mi propia madre. Acaso, en una remota e ilógica posibilidad, ¿yo regresé a una vida pasada?
—¿Helena? —mi voz se quebró.
Ella caminó con pasos rápidos hacia mí.
—¿Le duele mucho la cabeza? —preguntó preocupada.
Un poco confundida, negué. El dolor era insoportable, pero no soportaba la idea de preocuparla innecesariamente.
—Qué alivio —suspiró— no sabe lo preocupada que estaba.
Una pequeña sonrisa se formó en mis labios.
—Helena, yo siempre he sido la persona más saludable de la mansión, no debes preocuparte tanto por mí —sonreí confiada.
—Por supuesto —asintió con una sonrisa— es por ello que esta vez la señorita es la única que enfermó.
Me sonrojé levemente, y bajé la vista. En mis confusos y fugaces recuerdos, yo jamás me enfermé a esta edad.
—¡Kristina! —Vincent entró corriendo a mi dormitorio— estaba asustado, pensé que estabas muerta.
—¡Joven maestro, no llame la mala suerte! —Helena estaba realmente enojada.
Mi vista se volvió borrosa mientras admiraba a las dos personas que eran cercanas a mí en nuestra vida anterior.
—¡Señorita!
—¡Hermana!
Gritaron al unísono luego de ver mis lágrimas rodar por mis mejillas.
—¿Le duele algo? —Helena se acercó a comprobar mi temperatura— está hirviendo. ¡Voy por agua y paños, joven maestro, cuídela!
Helena gritó lo último mientras salía corriendo.
—Hermana. Estaba muy asustado, ayer de repente te desmayaste afiebrada, y solo estábamos peleando por un trozo de pastel —bajó la mirada— ¡siento haberte enfermado!
Sus ojos, igual de celestes que los míos, estaban cubiertos de una capa de lágrimas.
—No, no fuiste tú quien me enfermó —me apresuré a explicarle.
—Kristina, no debes mentirme, sé que soy el peor hermano que hay.
Antes de explicar, Helena volvió con una expresión solemne en el rostro.
Vicent se tensó al verla así.
—¿Es posible que sus excelencias hayan vuelto? —Vicent inquirió preocupado.
Helena asintió levemente.
¿Ellos volvieron? No, en primer lugar, ¿qué día es hoy?
La novela surgió un día mientras leía una historia en NovelToon, plagada de errores ortográficos y gramaticales. Pensé: "¿Por qué no escribo una yo, que tenga menos errores?". Lo hice sin mucha planificación, lo que provocó que la historia perdiera sentido, incluso para mí. Al releerla, me desanimaron las incoherencias, el mundo poco desarrollado y los personajes innecesarios que complicaron la trama hasta el punto de que ni siquiera yo recordaba quién era quién.