Shiro es un soldado el cual no revela nunca emociones, pero al llegar una carta de una desconocida su futuro qué parecía oscuro se ve iluminado por un sentimiento que no sabe de donde proviene ¿descubrira Shiro quien es esa persona o sabrá cual es ese sentido?
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¿La felicidad es posible?
El viento soplaba suave entre los árboles del claro.
Las flores silvestres se mecían en silencio.
Una pequeña lápida de piedra blanca, tallada con cuidado, se alzaba entre las raíces de un árbol.
“Mirna”, decía la inscripción.
Auren, ya adulta, se arrodilló frente a ella.
Su vestido era sencillo, el cabello recogido como solía hacerlo Mirna.
En sus manos, sostenía un ramo de flores frescas.
—Nunca supe cómo agradecerte por todo, Mirna —susurró —Por darme un hogar, por comprenderme, solo puedo decir gracias.
Colocó el ramo con cuidado junto a la piedra.
—Ahora tengo una familia —dijo mirando al cielo —Quisiera que lo vieras, que veas que ahora soy feliz.
Se quedó unos segundos más, en silencio.
—Gracias por darme un lugar que puedo llamar hogar.
—Mamá —dijo al terminar con una sonrisa cálida y brillante.
Se levantó, conteniendo una lágrima, y caminó por el sendero de regreso.
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Una casa de madera, rodeada de flores y una cerca baja.
Las ventanas abiertas dejaban oír risas dentro.
Lio, ya más maduro, estaba en la puerta con un pequeño niño de cabello negro sentado en sus hombros.
—¡Mamá, mamá! —gritó el niño al verla acercarse.
Auren sonrió.
—¡Ya estoy aquí!
Lio la recibió con un beso en la mejilla y una sonrisa llena de paz.
—¿Cómo está Mirna?
—Ya sabes, como siempre —dijo Auren mientras abrazaba a su hijo.
Los tres entraron juntos, envueltos en una escena cálida y familiar.
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Un lugar subterráneo, húmedo y sin luz natural.
Un grupo de encapuchados rodeaban una gran estructura cristalina.
Dentro, una figura femenina estaba atrapada: Akari.
—No podemos sacarla… —dijo uno muy frustrado —El hechizo que uso es imposible de desactivar.
—Llevamos años intentando romperlo —gruñó otro —Si seguimos así, nunca lograremos nuestro objetivo.
Una nueva figura encapuchada entró en la cámara caminando de manera autoritaria.
Todos se giraron al oír su voz.
—El cristal ya no es importante.
—¿Qué quieres decir? —preguntó uno de ellos.
El encapuchado se detuvo al frente de todos los otros encapuchados presentes.
—Lo encontramos.
—¿El rompecabezas? —dijo uno algo animado.
El encapuchado alzó la cabeza apenas, dejando ver una sonrisa apenas contenida.
—No exactamente, pero es algo muy parecido.
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La luna llena colgaba en lo alto, filtrando su luz plateada entre los árboles que rodeaban la casa.
Todo estaba en calma.
Dentro de la cabaña, Auren dormía junto a Lio, mientras Shiro, en una cama pequeña a un lado dormia de manera muy tranquila con sueños que parecen cuentos de maravillas.
El único sonido era la leve brisa del viento que se escuchaba como una respiración corta.
Pero en los bordes de la oscuridad se podia ver como se movían sombras.
Figuras encapuchadas, silenciosas como humo, rodearon la casa.
Uno de ellos levantó una mano.
Los demás se movieron en perfecta coordinación.
Entraron sin romper nada no se escucho ni un suspiro, eran como fantasmas.
Uno se acercó a la cama y se llevó a Auren con su magia.
Suspendida en el aire, esta fue llevada hacia la ventana donde la sacaron y ni Lio ni Shiro se percataron.
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En una habitación oscura.
Auren abrió los ojos.
La cabeza le dolía, el aire estaba denso y el piso frio.
Estaba atada de pies y manos, en una silla sencilla, en el centro de una sala sin ventanas, apenas iluminada por antorchas.
Frente a ella, dos figuras encapuchadas.
Uno habló, con voz seca:
—¿Dónde está el rompecabezas?
Auren parpadeó, aún aturdida sin compredia la situación.
《¿Dónde estoy? ¿Quiénes son? ¿Por qué quieren el rompecabezas?》
El otro encapuchado dio un paso al frente y la abofeteó con fuerza.
¡CRACK!
El sonido retumbó en la habitación.
—¡Responde! Se que sabes dónde está
Auren lo miró con ojos de rabia y no dijo una sola palabra.
El primero chasqueó la lengua.
—Hazla hablar, cueste lo que cueste.
En la sala se veía como los dos hombre miraban a Auren con desprecio.
El aire olía a humedad, a piedra y a intención oscura.
Auren respiraba con dificultad, la mejilla hinchada tras el golpe.
Su vista aún borrosa, su cuerpo entumecido por las ataduras.
Pero su mirada seguía firme y sin miedo en los ojos.
Uno de los encapuchados se acerco a la cara de Auren.
Su voz, más controlada esta vez:
—No vamos a repetirlo ¿Dónde está el rompecabezas?
Auren no se movió o dijo algo.
《No les dile o les daré nada, aunque me obligarme》
El encapuchado suspiró y se levantó.
—Revísala ¡Ya!
El otro encapuchado asintió.
Con manos ásperas comenzó a revisar sus bolsillos, su cinturón… hasta que algo se detuvo entre sus dedos.
Una pequeña bolsa de tela gris.
—Aquí hay algo… —dijo mientras alzando el objeto con cuidado.
El primero se acercó rápidamente y desenredo la tela.
Dentro, envuelto como siempre estaba aquel apreciado rompecabezas.
Ambos encapuchados se quedaron en silencio muy impactados
La sala pareció contener el aire.
El que sostenía la bolsa habló, con voz más emocionada que antes:
—Es esto, sin duda lo es.
El otro lo miró con ojos abiertos por la codicia.
—Tanto tiempo… y al fin tenemos una pista
Auren, al ver el objeto fuera de su alcance, intentó levantarse pese a las cuerdas.
—¡No…! ¡No lo toquen!
El encapuchado la miró, satisfecho.
—Así que sabías lo que era y aun así lo llevabas encima.
Se giró hacia el otro:
—Llévalo al círculo de invocación ¡De inmediato!
El segundo se retiró con prisa, con el rompecabezas en mano.
Auren intentó gritar, pero el encapuchado lanzó un hechizo que cubrio sus labios.
《¡No se lo lleven!》
Pero ya nadie podía escucharla y era imposible recuperar el rompecabezas.
La escena se oscureció y solo se pudo ver como Auren aun intentaba gritar.
