Bianca solo tiene un deseo: poder y respeto. Dante se lo concederá. La convertirá en su esposa y lo que en un inicio fue por conveniencia se transformará en algo mucho más fuerte.
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¿Dónde está?
DANTE
La casa de los Corsi está rodeada por mi gente y sus guardas ya están vencidos. Me impresiona saber que ahora son menos de los que había en un inicio y todo se debe a una cosa: La dinastía Corsi ha caído. Solo Estefan y Bianca están vivos y mi mujer ya no desea volver por estos lares.
Según me informaron han trasladado a Estefan aquí. Está conectado a algunas vías y no se puede levantar, lo que hace más fácil las cosas. Tengo ya el arma cargado al entrar y con cada paso que doy dentro de la mansión solo confirmo que está desprotegida.
—Capo—susurra Alfredo.
—Jamás ha estado tan solitario.
El lugar sigue decorado con las cosas de la fiesta de Loretta. El hielo que hice trizas está en el suelo al igual que los diamantes. Subo junto a dos de mis guardias y Alfredo va por toda la primera planta.
Lo único que escucho al subir las escaleras son los sonidos de las máquinas. Continuo a paso lento, asomándome por cada habitación y está vacía hasta llegar a una al final del pasillo, la puerta está entreabierta. Le hago unas indicaciones a mis guardias y ellos asienten.
Entramos sin más cuando vemos a Gabriele solo frente a la camilla. A punto y me acerco hasta él. Coloco la punta sobre su espalda y él se estremece.
—Ding dong—hablé.
—Dante—-alza las manos y empieza a voltear—que bueno que viniste.
Termina mostrándome la cara y lo primero que veo después de su rostro magullado, es su mano completa de sangre. Mi mirada se dirige a la camilla donde está Estefan con una daga encajada en el pecho. Tiene una expresión pacífica, con los ojos cerrados y recostado en la almohada.
—Descubrí su traición, Dante.
—¿Acaso quieres quedarte sin hijos y colocar a tus bastardos?
—Tú colocaste a Bianca en la punta de tu dinastía.
—Ella no es una bastarda—lo golpeo con la punta del arma y cae—.Sé lo que hiciste, Gabriele. No me trago el cuento que tu hija haya organizado todo, no fue una gran mente maestra que digamos.
—No hables así de mi hija.
—Claro no hay que hablar mal de los muertos—dije con burla—.Ahora ¿Dónde quieres la bala? ¿En el pecho o en el entrecejo?
Tengo a Gabriele de tal forma que mi pie está sobre su pecho, sus manos las tiene alzadas y puedo ver el miedo de esta situación a la vez que de esa parte de valentía que siempre prevalece en él.
—Mi hijo, él hizo todo. Por eso lo mate—baja la mano a su bolsillo y apunto a su mano. Saca con cuidado el teléfono y lo deja en el suelo—.Tengo pruebas. Revisa todo.
—Tómalo, Willy y llévaselo a Alfredo.
Mi guardia asintió y tomo el teléfono. Salió de la habitación y permanezco en la misma posición.
—¿Por qué haría todo esto tu hijo?
—Tiene una mujer embarazada de unos dos o tres meses. Supongo que quiere mi puesto y poner a su hijo como siguiente capo—contesta—. Dante, nuestras familias han hecho alianzas durante años ¿Por qué en este momento te traicionaría? ¿Por qué?
Me mantengo en silencio y busco algo en su rostro que lo delate. Las máquinas ya no hacen ruido, Estefan no tiene pulso, pero aún puedo salvarlo, sé cómo. Sea como sea, no voy a dejarlo morir así de simple sin sufrir las consecuencias.
—Bride—llame al otro guardia—llévate a Estefan.
Él asintió y se acercó a la camilla. Saco con cuidado a Estefan y Gabriele no lo perdió de vista.
—¿A dónde lo llevan?
—Si tienes razón no dejaré pruebas de tu hijo en la faz de la tierra.
Estuve ahí no sé cuánto tiempo, lo único que alumbra esta habitación es la luz de la luna que entra por la ventana. Después de ya un largo rato Alfredo entra y se acerca a mi oído. Sus palabras en susurros hacen que deje de apuntar a Gabriele.
—Tienes razón—extendí mi brazo—.Tu hijo fue la maldita rata de un inicio.
Extendí mi brazo y él lo recibió. Hice que se pusiera de pie y se acomodó nuevamente su traje. La sangre en su mano ya está seca y camino a mi lado sin importar de quién se tratará.
Entramos en la oficina de Gabriele y vimos por la terraza el campo de la mansión, en medio de la propiedad hay una gran fogata. Los ojos del capo de la Cosa Nostra permanece en el fuego. Ya sabe de qué se trata.
—Como manda la tradición—hable—.Los traidores
se queman y las cenizas permanecen.
—Sí, las tradiciones siempre continúan.
Continuamos en silencio y Gabriele jamás alejo la mirada de aquel punto.
—Señor Gabriele—a la terraza entra un hombre— el joven Gustavo está aquí.
—Caballeros, tengo que encargarme de un asunto.
—Sí, nosotros ya nos vamos—hablé.
Alfredo y yo salimos de la terraza, ya terminamos aquí y tenemos más de que hablar. Al volver a entrar en la oficina encontramos a un hombre con máscara de caballo. Carajo ¿Qué es esa cosa? Él tiene la mirada agachada, ni siquiera se inmuta a vernos. Sea cual sea su asunto es de Gabriele.
Alfredo y yo salimos de la habitación, pero dejé la puerta abierta. Tengo intriga por todo esto.
—Tenías una misión, Gustavo iCuidar a mi hija!—grito. El Gabriele tranquilo y cuerdo se ha ido—Mi hija, mi preciosa hija—se quiebra—pagarás las consecuencias de esto.
—Señor...
Silencio a Alfredo con una seña y continúo escuchando. Hay silencio de por medio y pienso que nos atraparon, sin embargo, un fuerte grito de alguien desconocido se hace presente. Me asomé y aquel tipo de máscara de caballo ya no la traía, al parecer si tiene rostro.
Gabriele tiene una daga en la mano y el hombre en el suelo tiene el rostro cubierto con las manos mientras que continúa gritando.
—No llores, solo necesitas un ojo para vivir.
Gabriele está más enfermo de lo que pensé y la muerte de su hija Loretta desato todo ello.
Salimos de la mansión y el auto ya nos espera para irnos de aquí.
—¿Dónde está?—le dije a Alfredo.
—En una clínica privada, señor. Tenía pulso cuando se lo llevaron. Van a salvarlo, señor. No lo dude.
Asentí.
Papá decía que si quieres hacer algo bien debo de hacerlo de manera paciente y cuidando cada uno de mis pasos. Estefan no tiene nada que ver, es solo una pieza parte del tablero que su padre tiro para pasar otra prueba.
Veo en el celular de Gabriele el nombre de la mujer embarazada del primogénito de Estefan y se la muestro a Alfredo.
—Encuéntrala y llévala a Calabria.
—Si señor.
El auto se estaciona cerca al aeropuerto. Estamos a punto de abordar e irnos a Calabria. Me sorprende que para esta noche no tenga noticias de Bianca o Antón. Tal vez esta cosa no funcione, no soy bueno con los celulares.
—No lo agite así señor. Lo malograra.
—No me importa. No llegan los mensajes.
Continúo moviéndolo y esperando algún mensaje, pero no sucede.
Marco el número de Rouss, la empleada de la casa, y después de unos minutos contesta.
—Señor Rossi ¿Sucede alguna emergencia?
—Quiero hablar con Bianca. Pásamela.
—Señor... la señora no ha llegado ¿No están en Sicilia?
Volteo hacia el avión privado que está aquí y en la placa encuentro que no es el mismo donde se fue Bianca esta mañana.
—Debió haber llegado hace tres horas—contesto alarmado—¿Antón donde está?
—Tampoco ha llegado señor. Nadie.
Ahora la maldita furia se apodera de mí y destrozo el celular en mis manos.
—Ya lo malogro—murmura Alfredo.
—Me vale una mierda el teléfono—empiezo a subir al avión—.Antón y Bianca no han llegado, Alfredo ¿Qué información hay? Necesito respuestas.
Abre los ojos como plato y empieza hacer algunas llamadas. Le pido el celular a Todd y marco el número de Bianca, lo sé de memoria y no se me hace difícil. Suena por un par de segundos y luego soy enviado a buzón de voz.
La hora que dura el vuelo se me hace eterno. Continuo con las llamadas a Bianca y Antón, pero ninguno de los dos contesta y vuelvo a destrozar el celular. Alfredo decide alejarse y llevarse el suyo para que no se una a la lista.
Cuando baje del avión ya hay un auto esperándonos. No hay noticias de Bianca, ni de Antón y cada vez estoy perdiendo más la razón. Necesito encontrarla.